Metamorfosis

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Cuatro

JULIANA

"Juliana, al teléfono", dicen las palabras de mi mamá. Pero su tono de voz dice más cosas. Dice, "otra vez al teléfono", gruñe, "por qué no contestas, si ya se sabe que es para ti" ... Refunfuña, "si siempre es para ti, si te la pasas colgada del teléfono, si todo el mundo se queja de que es imposible comunicarse con esta casa". Su voz echa humo. Yo me hago de las gafas, me hago la boba, como si no entendiera su cantaleta muda y sólo contesto con un "ya va, mami", lo más indiferente que me sale. Puede ser Juan Esteban, que anoche me preguntó si quería ser su novia y yo le dije que iba a pensarlo y nada que llama para que le dé mi respuesta y el corazón me late a toda velocidad. Contesto con un "hola" estudiado y descolorido, por si acaso. Al otro lado, me desinfla Paula, que quiere que le dicte la tarea de matemáticas.
--Un momento traigo el cuaderno -- le digo, de muy mala gana, aunque ella no tiene la culpa. Nadie tiene la culpa por los hermanos que le tocan en suerte; además, por lo general, todos son "la pálida". Empiezo a dictarle, sabiendo que es larguísima la tarea, que en cualquier momento, viene mi mamá a preguntar, "¿Todavía hablando por teléfono? Llevas media hora..." Siempre dice media hora, aunque sean diez o 45 minutos. Y claro, sólo con pensar la palabra mamá, aparece ella, en carne y hueso, qué telepatía y empieza a dar vueltas a mi alrededor, como si fuera un perro que quiere que lo saquen al parque a hacer sus necesidades.
Me pongo nerviosa, pero sigo dictando y hablo duro: conjunto A en intersección con el conjunto B. Son cosas serias, mamá, son operaciones matemáticas que seguro tú ni entiendes, en tus tiempos no se daba teoría de conjuntos, en tus tiempos de pronto ni había teléfono, qué sabes tú de la vida moderna, fuera de regañar a todas horas, no je comprendes, le digo con el pensamiento, mientras mis palabras siguen dictando fórmulas enredadas y Paula copia despaciosa y allá lejos se oyen voces en su casa, pero aguzo el oído y no es la voz de Juan Esteban. Es el papá de Paula, también con el tema del teléfono. Parece como si todas las familias se hubieran puesto de acuerdo, parece que no tuvieran más oficio que dar vueltas alrededor de sus respectivos teléfonos. (¿Será por eso que Juan Esteban no se atreve a llamarme? ¡Tan cobarde!) Me muero por preguntarle algo, disimuladamente, a Paula. Al fin y al cabo, es mi mejor amiga y yo le tengo toda la confianza del mundo. Pero no sé por qué no me atrevo; ya voy en el último renglón de la tarea de matemáticas y se me están acabando las oportunidades de saber algo.
-Bueno, Juli, chao y gracias -dice Paula-. Ay, oye casi se me olvida: Que Juan Esteban te manda un beso.
--Que gracias y que lo mismo-- le contesto, con la mayor naturalidad posible en estos casos.
Cuelgo el teléfono, vuelta un ocho de sentimientos. Quiero matar a Paula, cómo se le podía " casi olvidar" semejante cosa, ¿acaso no me conoce? ¿Acaso no sabe que un beso de Juan Esteban, así sea por teléfono, es lo más importante que me puede pasar a mí en la vida? Al mismo tiempo, quiero saltar hasta el techo, me repito mentalmente " que Juan Esteban te manda un beso" y la cara se me ilumina, de regreso al cuarto. "Preferiría tu sonrisa a toda la verdad" canta Fito Paéz en mi grabadora. Soy feliz, por un momento. "Todo es imperfecto amor y... obvio, sigue Fito con su Cadáver Exquisito, me encanta esa canción. Entonces ¿por qué no me llama?, me entristezco. Paso de la felicidad a la tristeza. En la revista Luna dicen que esa es una señal de adolescencia: "cambios bruscos en el estado de ánimo" , lo llaman, con su nombre científico. Me encierro en el cuarto. Lo menos que me interesa es encontrarme a alguno de los personajes que deambulan por mi casa. Que me dejen en paz, con mi música a todo volumen. ¿Será mucho pedir?
Por su puesto que es mucho pedir. Mamá, que no tiene nada distinto para hacer que molestarme, da golpes en mi puerta como si fuera la policía. "Ya te he dicho que no tienes que encerrarte", me dice, con su cara de espía. Trato de respirar profundo, no quiero pelear, no quiero perder tiempo en discusiones idiotas, sólo quiero tiempo para pensar en Juan Esteban y para seguir oyendo mi compact : cada vez que me miras / cada sensación/ se proyecta la vida / mariposa teknicolor /. Pero ella insiste, tiene ganas de buscarme pelea, y le digo que no estoy haciendo nada malo y ella me contesta que me voy a quedar sorda (nada que ver con el tema, qué descordine). Y, en el colmo del abuso, se abalanza sobre la grabadora y le baja al volumen, a ver si podemos hablar. Y yo vuelvo y le subo lo más que puedo y le grito que no quiero hablar; que no tenemos nada de qué hablar. Y ella vuelve al botón del volumen y lo gira con rabia, pero yo sigo gritando, ahora más fuerte, que respete mi música. Y ella contesta que eso no es música sino ruido y yo le grito que estoy en mi cuarto y ella dice que el cuarto está en su casa y que mientras yo viva en su casa... ya saben el resto. Tiembla el mundo que no entiende al final, sigue Fito Páez, reducido al volumen más bajo, pero yo alcanzo a oírlo mientras mamá sigue con su cantaleta y vuelve a tomar impulso, hasta que no aguanto más y le digo que me deje en paz y ella me exije que baje la voz y yo contesto que la voz es mía y ya no es voz sino alarido y ella se sale del cuarto haciéndose la víctima, como si yo fuera la mala de la pelicula. Y no se da cuenta de que fue precisamente ella la que me descontroló. Yo estaba aquí tranquila, sin meterme con nadie, y ahora sollozo en la almohada y ya no sé ni siquiera por qué fue la pelea ni por qué lloro así.
Llevo tus marcas en mi piel. La voz de Fito me transporta de regreso a las estrellitas de la miniteca de anoche y a las marcas de Juan Esteban en mi piel y me trae su respiración acelerada que me asusta y me inquieta a la vez y vuelvo a sentir sus manos húmedas, pero ya no me importa que le suden las manos. Ya no digo "qué asco", como decíamos con mis amigas en el recreo, cuando comentábamos paso a paso nuestras primeras fiestas. Trato de recuperarme un poco y me seco las lágrimas para desahogarme con mi diario. Escribo con rabia, no sé si escribo sólo por esta rabia que tengo. No sé si escribir es simplemente dejar salir esta rabia. Trazo marcas furibundas en el papel, si pudiera, atravesaría la página. Un poco de furia se va quedando en cada letra. Nadie puede entenderme. Me siento tan sola...

☆Los Años Terribles☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora