Ante la salida intempestiva de Ariel, el Director se preocupó mucho, por lo que hizo una seña al profesor de Artes para que lo siguiera y, obviamente, también a la profesora de Literatura. Al mismo tiempo y sin importarle las consecuencias, Alfonso salió tras él. Lo siguieron y vieron introducirse en el baño entrando ambos, también, a continuación. La profesora Soler llegó unos momentos después y como sólo ellos estaban en el baño, el profesor de Artes le dijo que se les uniera.
—Ariel, querido —dijo la profesora—, no hay ninguna razón por la que debas sentirte mal.
—Sí, viejo, te acaban de premiar y tú sales como un huracán a esconderte, ¿qué te pasa, tío? ¿Has perdido la cabeza? —agregó Alfonso.
—Ustedes no entienden... no entienden —dijo Ariel a punto de llorar.
—¿Qué es lo que crees que no entendemos, Ariel? —preguntó el profesor de Artes—. Fuiste muy claro en tus palabras finales.
—Ahora... ahora... todos lo saben...
—¿Qué crees que saben, Ariel? ¿No te parece que estás siendo extremista? —le preguntó la profesora.
—Ariel, mira... y piensa bien... Todos escucharon tu poema y yo lo conozco muy bien pues fui también miembro del jurado calificador... y tú, tú lo conoces mejor que nadie... piénsalo... allí no hay nada explícito... nada que haga que los chicos piensen lo que creo que tú estás temiendo —le dijo el profesor.
—¿Eh?
—Sí, querido —agregó la profesora—. Por tu reacción, el profesor y yo podemos intuir qué es lo que te preocupa, pero piénsalo bien... en el poema no hay nada que lleve a que nadie piense más allá de lo que está escrito y de su belleza poética... nada, Ariel, ¿no lo ves? No hay nombres, no hay siquiera alusión a alguna clase de persona... ¡Venga! ¿Quieres que te lo recite de nuevo? Porque lo recuerdo de memoria —le dijo.
—¡Joder, tío! —dijo Alfonso—. Toda esta escena es sólo porque te pones paranoico con ese tema. Y si querías mantenerlo oculto, por maniático te has puesto en evidencia ante la profe y el profe de Artes. Por fortuna somos sólo nosotros, viejo, y los profes son súper buena gente, así que ¿por qué coños te ahogas en un vaso de agua?
—Ariel: Alfonso tiene razón —dijo el profesor de Artes—. Piensa otra cosa: tanto la profesora Soler como yo tenemos muchos años de enseñar... ¿cuántos alumnos crees que han pasado por nuestras aulas? ¿Y te crees que todos han sido iguales? ¿No crees que hemos visto y comprendido a toda clase de muchachos, con distintas experiencias de vida, distintos hogares de donde provenían, distintas expectativas y sueños? ¿Acaso crees que tú eres la única excepción?
—¡Hala, Ariel! ¡Venga! —dijo la profesora—. Que aquí no ha pasado nada que lamentar. Volvamos a las aulas porque ya deben haber terminado la asamblea. Si quieres yo me llevo las flores y el diploma para la Sala de Profesores y luego vemos qué quieres hacer con ellos.
Ariel poco a poco fue tomando conciencia de que las cosas eran tal como los profesores habían dicho. Efectivamente, no había nada en el poema que dejara claro que fuera gay y todo el espectáculo que armó no fue sino consecuencia de su propia visión subjetiva y enfocada sesgadamente en el asunto. Los demás no tenían nada para sacar las conclusiones a las que tanto miedo les tenía.
Al llegar al aula, todos sus compañeros ya estaban allí y Ariel, cabizbajo, entró seguido de Alfonso. Para su sorpresa, toda el aula volvió a aplaudirle; incluso el profesor de matemáticas que era a quien le correspondía esa clase que recién comenzaba.
—Felicitaciones, Bermúdez —le dijo el profesor—. Y no lo digo por mera formalidad, hijo; te lo digo de corazón. Es un poema precioso y bien merecido el premio.
—Gracias —dijo Ariel ahogado por la timidez y con el resabio de lo que acababa de suceder en el baño.
—Ariel, tío —dijo uno de sus compañeros—. No sé qué me gustó más, si la poesía o lo que dijiste al final... y si de algo sirve, te digo que casi me hiciste llorar.
—¡Oh! —dijo otro—. ¿Tú? ¿Llorando? ¿No es que juegas de muy hombre?
—No seas idiota y déjame en paz. ¿No escuchaste lo que dijo?
—Sí, lo oí, pero...
—Ariel —interrumpió el chico—: No puedo hablar por los demás, y menos por este imbécil, pero si en algún momento dije o hice algo que pudiera haberte hecho sentir mal, discúlpame. Aunque uno no tenga más intención que bromear y hacer reír, a veces se pasa de la raya. Te prometo que tendré más cuidado en el futuro.
—Lindas palabras, González —dijo el profesor—. Chicos: ya están bastante creciditos como para no ver las distintas realidades que los rodean. ¡Mírense ustedes mismos! ¿Son todos iguales? Si es así, ¿por qué a unos tengo que ponerles una colección de ceros en los exámenes y a otros cincos o dieces? ¿Por qué no están todos en la selección de fútbol 5? Si algo salta a la vista es que todos, absolutamente todos, son diferentes. Unos más altos otros más bajos, unos más flacos otros más gordos, unos más lindos otros más feos... y así sucesivamente. Aquí, en el aula, como afuera en la vida, no hay dos personas iguales... ni los hermanos gemelos son iguales... parecidos, sí, pero iguales no. Por eso, en lugar de hacer o decir estupideces, debemos celebrar las diferencias, porque eso nos hace más ricos, como familia, como alumnado y como sociedad. Piénsenlo, ¿qué comerían si todos fueran ingenieros aeroespaciales? ¿Quién cultivaría la tierra o criaría ganado? Ariel escribió un poema y no quiso presentarlo al concurso; sin embargo, alguien lo hizo por él y así nos permitió a todos conocer esa faceta de su persona, una hermosa faceta que nos dice cómo es él, cómo siente, cómo percibe la belleza y sobre todo, qué tiene para dar a la humanidad. Por eso lo han premiado. Piénsenlo: si él es así de sensible, ¿cómo no esperar que se emocione y no pueda terminar las palabras que, además, tuvo que improvisar? A mí tampoco me avergüenza decir que me emocionó y también se me humedecieron mis ojos y eso que puedo ser el padre de cualquiera de ustedes. Por eso me parecen muy bien tus palabras, González y espero que todos piensen de la misma manera... si alguna obligación tenemos como humanos, esa es intentar siempre hacer felices a los demás, nunca maltratarlos o hacerlos sufrir. Así que, de nuevo, ¡enhorabuena, Ariel! Y volvamos a la geometría porque de lo contrario sonará el timbre y no podremos terminar el programa.
Las palabras del profesor fueron no sólo políticamente correctas, según la institucionalidad del colegio en relación con la discriminación, el bullying y todo eso, sino que en verdad las sentía así y eso a los chicos no se les pasa por alto. Siempre, de una forma u otra, captan si les están hablando con hipocresía o no. Por eso, Ariel se iba sintiendo mejor, no sólo por aquello de que el poema no lo delataba, sino e incluso porque iba viendo que el ambiente, en general, no era tan hostil como creía. No obstante, los grandes acontecimientos dejan sus secuelas y si se jala mucho para un lado, el otro se deforma. Cuanto más contentos se ponían unos por el triunfo de Ariel, más se comenzaban otros a resentir.
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EL BESO BAJO EL SAUCE
Novela JuvenilNOVELA CORTA - DE TEMÁTICA GAY (Reto: #EscríbeloYa) No siempre lo que parece imposible lo es. Muchas veces, sobre todo en la adolescencia, se tiende a confundir lo difícil con lo imposible, y tanto más cuando se trata del primer amor; ese que junt...