Capítulo 4

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Ángela alcanzó a Katherine al tiempo que ella colgaba la llamada con una pequeña sonrisa involuntaria jugando en sus labios.

— ¿Se puede saber por qué esa sonrisa? — inquirió la rubia en tono burlón. Katie se encogió de hombros, ni ella conocía el motivo. — ¿Cómo te has sentido?

—Bien, sacando las molestias al despertar, supongo que es algo normal... — respondió aún incapaz de lograr que la sonrisa abandonara su boca. —Voy a verme con Anderson... — comentó como si nada.

De ser posible, la mandíbula de Angie, hubiese caído hasta el piso a causa de la incredulidad. ¿Por eso la sonrisa?, se preguntó.

—Es algo bueno, supongo. Te has estado preocupando demás, seguramente no llamó antes porque realmente necesitaba digerir todo. Seguro la noticia puso su mundo de cabeza, tú más que nadie debes entenderlo. Has estado fuera de este mundo estos últimos días.

—Lo sé, —  se encogió de hombros. Su lado inseguro, que rara vez aparecía, había hecho acto de presencia y plantó en ella la duda de si realmente debía estar contenta con la llamada.

Tal vez sí se arrepintió, por eso sus nervios, probablemente no sabe cómo decirle a una mujer embarazada que no contará con su apoyo. Le dijo una molesta vocecita en el fondo de su mente. No solo era eso lo que la preocupaba, sino lo poco que lo conocía y el cómo seguirían adelante a partir de ahora si no se echaba para atrás.

Katherine había percibido, por sus actitudes y forma de desenvolverse, que William nunca había mostrado ser una persona insegura de sí misma que tartamudeara como un adolescente a la hora de hablar.

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El profesor llegaba con diez minutos de retraso y Katie, en un hábito horrible que la acompañaba desde que tenía uso de razón, mordisqueaba sus uñas nerviosamente al ver que él no llegaba, las ansias de saber qué le diría eran mayores que ella.

—Siento la tardanza. — la voz de William la sobresaltó.

— ¡Joder! — siseó por lo bajo, llevándose una mano a su pecho.

— ¿Siento haberte asustado? — preguntó con una sonrisa, ganándose una mirada taladrante de la morena.

Reprimiendo una carcajada, abrió la puerta de su despacho y le hizo señas para que entrase por delante de él. Para Will, no pasó desapercibido como la tela del jean y la blusa azul se apegaban a su figura.

Katie caminó temblando como una hoja de papel al interior de la oficina y se dejó caer en la silla frente al escritorio, sin esperar que él se lo ofreciera, por miedo a que sus piernas flaqueasen.

Él tomó su lugar detrás del mobiliario apoyando sus codos en este. Un incómodo silencio se cernió sobre ambos, no sabían cómo comenzar. Katherine se permitió darle una mirada y sus ojos grises se engancharon por una breve fracción de segundo con los ansiosos orbes azules del catedrático hasta que decidió desviar la mirada incómodo.

—Entonces... ¿cómo has estado? — preguntó el profesor rompiendo el sepulcral silencio, con evidente nerviosismo, notó Katie. Ambos estaban en igualdad de condiciones, expectantes a lo que el otro diría. Ella murmuró un apenas perceptible bien e intentó evitar cualquier tipo de contacto visual. — Traje comida china, espero que te guste. Puedo ir por otra cosa si no es así. — dijo colocando entre ambos dos bolsas de papel de las que la morena no se había percatado.

—Comida china está bien. — expresó en un susurro nervioso.

Anderson, quien veía a Katherine como una mujer fuerte y decidida, se sorprendió por su comportamiento. Se preguntaba por qué estaba tan nerviosa ahora ya que días atrás había hablado con una admirable entereza.

No Debes Jugar Con Fuego (You Shouldn't Play With Fire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora