Capítulo 9

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Katherine observaba con verdadero interés y diversión, apoyada en el marco de la puerta, como intentaba ensamblar la cuna que compraron horas atrás. Hacía dos meses que se habían mudado oficialmente a la casa que el catedrático había comprado en un tranquilo suburbio a las afueras de la ciudad. Ambos se habían enamorado de ella al verla, era tan tradicional, la típica casa americana con un hermoso jardín delantero.

Decidieron utilizar la habitación más próxima a la suya para transformarla en el cuarto del bebé. Will se había encargado te absolutamente todo por el mismo, pintó las paredes de un suave color crema y movió ciento de veces, sin ninguna queja, el mobiliario que habían adquirido, hasta que Katie estuvo conforme con la ubicación de estos. La cuna llegó horas atrás aquel día, y el catedrático aún luchaba contra ella.

— ¡Joder! — Maldijo cuando una de las partes que había logrado encajar se cayó golpeando uno de sus pies. La joven no pudo evitar reír e interiormente, se ordenó a sí misma hacer varias pruebas por las dudas. —No es malditamente gracioso, Katherine.

—Lo siento, — se disculpó tratando de reprimir otra carcajada. —Tal vez deberías leer las instrucciones, William. — Sugirió ganándose una mirada escéptica.

—Puedo hacer esto por mi cuenta, — masculló.

¿Qué demonios tienen los hombres con las instrucciones? Se preguntó.

—Bien.

— ¿Necesitas algo? — la pregunta sonó más brusca de lo que pretendió.

— Okay,  puedo entender que soy un estorbo, — espetó girándose para salir del cuarto.

Will suspiró pesadamente antes de salir tras de ella. Sus cambios de ánimo le daban verdaderos dolores de cabeza. Aunque debía admitir que desde esa mañana su temperamento no era el mejor debido a las indeseables noticias que había recibido. La joven, sin saber por qué realmente estaba enfadada, se encerró en el cuarto de ambos y apoyada sobre la puerta dejó que las irracionales lágrimas cayeran una tras otra mientras intentaba controlar sus sollozos.

—Katie, — llamó golpeando la puerta. — Ábreme, por favor. — No obtuvo respuesta. — Cariño, te traté mal, lo siento. Abre para que podamos hablar. —De mala gana, la morena accedió. El verla con los ojos llorosos y tristes le dio ganas de golpearse por no controlarse.

En el fondo que si hablaba con ella y le contaba lo que le estaba molestando sus nervios estarían calmados y evitarían este tipo de insignificantes problemas. Pero no lo haría, creía que no tenía sentido y mientras ella fuera ignorante del mail que había recibido, no habría problemas. Solo tenía que procurar evitar a toda costa el cruzarse con la indeseable visita, y sobre todo,  que Katherine se la cruzará.

—Ven aquí, —susurró atrayéndola con los brazos hacia su pecho. —Lo lamento, ¿sí? — pidió afianzando su agarre y depositando un beso en el tope de la cabeza de la joven.

—Está bien, ni siquiera sé por qué estoy llorando.

— ¿Porque soy un imbécil y estás sensible por el embarazo? —, sugirió.

—Sí, probablemente, — respondió con una risa.

Ella había notado el cambio en el humor que Will había tenido casi al instante. Había sido una mañana tan normal y de la nada, su rostro se había teñido de preocupación y enojo. Y aunque se moría de ganas por preguntar, no lo hizo.

—Te amo, — murmuró antes de dejar un casto y corto beso en los labios de su pareja. — Me gustaría pasar tiempo contigo pero tengo una guerra contra una cuna que ganar.

No Debes Jugar Con Fuego (You Shouldn't Play With Fire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora