Epílogo

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El dolor punzante que la había estado molestando a lo largo del día la despertó. Esta vez había sido más fuerte. No le había dicho nada a Will para no alarmarlo y que este exagerara (como de costumbre) – seguramente no es nada, se dijo a sí misma. Últimamente al estar cerca de la fecha probable del parto, estaba protector en exceso con la joven, y apenas la dejaba moverse.

Una punzada más fuerte que las anteriores atravesó el cuerpo de la morena, que apretó sus dientes para no emitir ningún ruido que alarmara su esposo. Se levantó de la cama matrimonial y se dirigió hacia el baño para humedecerse el rostro.

No debe ser nada, Kate. Aún faltan dos semanas. De seguro es normal. Intentó tranquilizarse para que el miedo no la poseyera. Respira, no es nad… el pensamiento quedó a mitad de camino al sentir un líquido deslizarse por sus piernas.

—Mierda, — siseó. Su cuerpo comenzó a temblar y estaba a punto de ponerse a sollozar. — Mierda, mierda, mierda, — repitió. — No debo perder la cabeza, — habló consigo misma. — Debo decirle a Will.

Inhaló de manera profunda y como pudo puso en funcionamiento sus pies. Sus pasos eran temblorosos al igual que su respiración. Estaba asustada como el infierno.

—William, — susurró sacudiendo uno de los hombros de su esposo. — Will, maldición, despierta. — Gruño al no obtener respuesta alguna. — ¡William, despierta! — gritó exasperada al borde de las lágrimas.

— ¿Qué? ¿Qué sucede? — preguntó sobresaltado.

—El bebé, — fue todo lo que logró decir con voz quebrada antes de sostenerse su vientre y su rostro se distorsionó de dolor a causa de una nueva contracción.

El catedrático abrió desmesuradamente sus ojos cuando su adormecido cerebro logró procesar lo que su esposa estaba intentando decirle.

—¡Carajo! — Siseó levantándose como impulsado por un resorte.

Su hijo estaba en camino y él no tenía ni la más mínima idea de cómo reaccionar a pesar de que, luego de su insistente pedido a Katie de asistir a clases de preparto y la reticente afirmativa de la joven, habían ido a algunas donde fue instruido sobre cómo debía actuar.

Salió de la cama y comenzó a vestirse tan rápido como pudo y dejar la habitación en segundos para volver a entrar al instante completamente desorientado. Katherine lo observaba incrédula con unas enormes ganas de golpearlo.

— Yo… ¿qué se supone que debo hacer? — preguntó dejando atónita a su esposa. ¿Cómo que "qué mierda debo hacer"? deseó gritarle, pero una nueva contracción se lo impidió. La mueca que la castaña hizo y el jadeo que salió de su boca sirvieron para despejar por completo la bruma que envolvía la mente del castaño. — ¡Lo siento, lo siento! Te ayudaré a prepararte —Se apresuró a decir.

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¡Juro que no me volverás a tocar jamás!

Te quiero lejos de mí, Anderson.

La próxima vez que intentes ponerme un dedo encima voy a matarte.

¿Por qué tuve que haberte conocido?

¡Estás en la cima de mi lista negra!

¡Ni sueñes con acercarte a mí nuevamente!

¡Te odio, definitivamente voy a divorciarme!

Esas y cosas peores había escuchado en el transcurso de la noche. Él sabía que no las decía con intención y no se dejaba afectar por sus palabras pero el verla sufrir sin poder hacer nada provocaba que se sintiese tremendamente culpable e inservible. No podía hacer más que permanecer a su lado, sosteniendo su mano y soportando la increíble fuerza que la joven ejercía sobre la suya cada vez que su vientre se contraía.

No Debes Jugar Con Fuego (You Shouldn't Play With Fire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora