—También te deseo, Katherine. — la forma en la que acarició su nombre casi hace desfallecer a la joven. — Y voy a demostrarte cuánto...
Verla en su cama, anhelante por él, como tantas veces había soñado terminó con el último resquicio de cordura y racionalidad que le quedaba.
—Eres tan hermosa, — alagó acariciando toda la extensión de las piernas de la morena por sobre la tela de los jeans antes de posicionarse entre estas y colocarse sobre ella dejando sus rostros a milímetros de distancia. —Desde que te vi, me vuelves loco.
La respiración de Katie era dificultosa, superficial y eso que apenas la había tocado pero sus palabras le eran suficiente para ponerla aún más anhelante.
—Tu piel es perfecta, — susurró con voz ronca en su oído antes de morder de forma juguetona su lóbulo y bajar por su cuello succionando cada rincón de piel a la vista. —Creo que no necesitaremos esto, — dijo en tono de burla comenzando a tironear hacia arriba de la blusa de la joven. Katherine levantó el torso de su cuerpo para facilitarle la tarea y segundos después el trozo de tela volaba hacia el piso de la habitación.
Will no perdió el tiempo y luego de depositar un tierno beso en su vientre, que casi la hace ponerse a llorar, recorrió el camino desde su obligo al valle entre sus pechos con su lengua haciéndola retorcerse.
—Quédate quieta, — demandó. Ese era a quién ella conoció aquella vez en el despacho, y realmente le gustaba. Lo poco que había conocido de él hasta ahora y las distintas facetas que descubrió, tenía que admitir, le gustaban. Lo había admitido y sabría que no habría marcha atrás, se había fijado sin darse cuenta más allá de aquel cuerpo por el que se sentía atraída y aunque eso la asustaba, no le importaba en este momento.
Cualquier pensamiento coherente desapareció al sentir una brisa de aire sobre sus pechos. Se preguntó en qué momento se había deshecho de su sostén pero la respuesta le importó poco y nada al sentir la lengua del catedrático arremolinarse en uno de sus pezones mientras que le brindaba atención a su otro pecho con una de sus habilidosas manos. Tiró su cabeza hacia atrás y gimió una versión distorsionada del nombre del castaño enloqueciéndolo aún más. Se alejó de ella con una sonrisa canalla y comenzó a juguetear con la pretina del jean de la joven dándole una perfecta visión de su esculpido torso. Los ojos de Katie recayeron sobre aquel extraño tatuaje que la había intrigado la primera vez que tuvo el placer de observarlo sin tela de por medio. El sentir como era despojada de su pantalón y bragas al mismo tiempo, dejándola expuesta ante él, la distrajo nuevamente y desvió la vista hacia el rostro de William. Los ojos del profesor estaban oscurecidos y recorrían su cuerpo con ansias, tuvo que morderse el labio para contener el gemido que pugnaba por salir de su garganta al verlo humedecerse los labios con su lengua.
— ¿Sabes cuántas veces he ansiado tenerte así? — preguntó desabrochando la hebilla del cinturón. —Cientos de veces en los últimos meses, Katherine —, comentó deshaciéndose de su pantalón de traje y con sus zapatos y medias en el camino quedándose solo con un simple bóxer.
Ella lo observaba embelesada, reprimiendo las ganas de saltar sobre él. Su necesidad iba creciendo segundo a segundo y la temperatura de la habitación se incrementaba sin parar. Él volvió a cernirse sobre la joven atacando su boca con voracidad, llevando una de sus manos contra el centro anhelante de la morena estimulándola, logrando que jadease contra su boca.
— ¿Tú has pensado en mí, Katie? — inquirió socarronamente adentrando un dedo en el interior de la joven, bombeando lentamente a la vez que rozaba su clítoris con el pulgar. — Respóndeme. — exigió bajando su boca hasta uno de sus pechos.
—S-Sí, — logró responder con voz temblorosa perdida en el mar de sensaciones que las caricias del catedrático le provocaban.
— ¿Sí, qué? — continuó molestándola antes de añadir un segundo dedo a su placentera tortura.
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No Debes Jugar Con Fuego (You Shouldn't Play With Fire)
Romance[COMPLETA] Tras semanas de soportar los intentos de seducción por parte de su alumna (22) , el profesor Anderson (38) decide darle una lección. Mandando a volar todos sus escrúpulos, va a demostrarle que tan peligroso es jugar con fuego. Tiempo de...