Capítulo Dos

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Fernanda echó una mirada furtiva por encima del hombro. Cielos, María tenía razón. Parecía que en efecto iba a encontrarse con alguien que la conocía.

P: Soy yo, Paloma. Se acuerda de mí, ¿verdad?

Fernanda esbozó un intento de sonrisa al volver a mirar a la mejor amiga de su hija.

F: Hola (dijo con poco entusiasmo y alzó una mano en un discreto saludo) Me alegra verte (mintió)
Cualquier persona con el menor sentido de la discreción habría fingido no verla y seguir su camino. No Paloma. Parecía como si todas las donceañeras del mundo se confabulaban esa noche contra ella. Lo único que Fernanda quería era una harina preparada para hacer las galletas de chocolate con nueces a su querida hija, regresar a su casa, hornearla y meterse en la cama a dormir un par de horas. Fernanda pensó que cualquier persona razonable estaría a esa hora y con ese frío en su casa. Ella no.

P: La veo... diferente (murmuró Paloma, mirando con extrañeza a Fernanda) Bueno, es una manera de decirlo. Cuando la vi de repente, pensé que era una pordiosera (dijo sin pensar).

Soltándose la bufanda un poco, Fernanda logró sonreír. Paloma continuó con sus preguntas incomodas hacia Fernands.

P: ¿Qué hace aquí tan tarde? (quiso saber, siguiendo a Fernanda, quien se escurría hacia la caja).

F: María olvidó decirme lo de las galletas horneadas.

La alegre risa de Paloma, resonó a través de la tienda.

P: Yo estaba viendo televisión con mi papi cuando recordé que no había comprado los jugos y refrescos para la fiesta. Papá me está esperando ahora en el coche.

¿El padre de Paloma le permitía que estuviera despierta tan tarde? Fernanda hizo lo que pudo para ocultar su desdén. Por lo que María le había comentado sobre la joven, sabía el padre de Paloma era viudo hace once años cuando su madre murió en un accidente acompañada de su amante. Fernanda asume que la jovencita sin duda no conocía el significado de la palabra disciplina. El padre debía de ser uno de esos liberales de voluntad débil, tan inmerso en su carrera que no tenía tiempo para su hija. ¡Qué clase de padre podía dejar a una niña de doce años andar por una tienda a estas horas de la noche! Fernanda rodeó los hombros de la niña con un brazo, como para protegerla de las más ásperas realidades de la vida. La pobre niña.

El abrupto sonido de la puerta automática fue seguido por los pasos impacientes de alguien que entraba en la tienda. Fernanda alzó la mirada y se encontró con un hombre alto, cubierto con un sobretodo de corte impecable y color oscuro, que las miraba con enfado.

H: Paloma, ¿por qué tardas tanto?
P: Papi (dijo la niña sorprendida) Ella es la mamá de María, la señora Mid.

Hector se aproximó, obviamente reaccionó a la presentación de su hija (su rostro era sin emoción alguna "seco y cortante")

Fernanda se incorporó de manera automática, enderezando los hombros con rigidez. Hector era tal como lo imaginaba minutos antes: un hombre de mundo, elegante y estirado, demasiado guapo para su propio bien. Este era exactamente el tipo de hombre que ella procuraba evitar. Ya había sufrido y ninguna relación valía el dolor que había soportado. Este breve encuentro con el padre de Paloma le permitió ver a Fernanda todo lo que necesitaba saber.

H: Hector Luis Castillo (se presentó él con frialdad y tendió una mano)
F: Fernanda Mid (dice, estrechó sin calidez la mano que se le extendía y apartó la suya de inmediato)

Él la estudió con ojos entrecerrados y la mirada que le dirigió fue tan desaprobadora como la de ella. Lentamente, la mirada del hombre descendió a las botas sin cerrar y los bordes del pijama visibles bajo el abrigo.

F: Creo que ya era hora de que nos conociéramos, ¿no le parece?

Fernanda no se molestó en disfrazar su desaprobación hacia la actitud de Hector hacia el cuidado de una hija. Varias veces Paloma había ido a su casa después de la escuela, pero la única vez en que María visitó a su amiga, la niña estaba bajo el cuidado de una niñera.

Un fantasma de sonrisa asomó el rostro de Luis castillo, pero sin alcanzar sus ojos.

H: En efecto, ya era hora.

El parecía estar sugiriendo en su tono que había cometido un error al permitir que su hija tuviera algo que ver con una persona vestida así. Fernanda miró a Paloma.

F: ¿No es tarde para que estés despierta cuando mañana tienes que ir a la escuela?
H: ¿Dónde está María? (Contra atacó él, mirando a su alrededor por la tienda)
F: En casa
H: ¿No es un poco pequeña para quedarse sola en la casa mientras usted sale de la tienda?
F: No, en absoluto.
Hector frunció el entrecejo y volvió a entornar los ojos. Su expresión desaprobadora preguntaba qué clase de madre dejaba a su hija sola en la casa a esas horas de la noche. Fernanda le respondió con una mirada desdeñosa.

F: Ha sido un placer conocerlo, señor Luis Castillo (dijo con seriedad)
H: El placer fue mío.

Fernanda se sintió aún más consciente de su apariencia desaliñada. Hector pone sus manos sobre los hombros de su hija y la atrajo protectoramente hacia él. Fernanda se enfureció por esta acción y pensó ¡Si Paloma necesitaba protección, era de un padre irresponsable!

De acuerdo, su vestimenta era algo estrafalaria. Pero era algo que no se podía evitar; ella estaba en una misión que la postularía para el premio de la madre del año. Fernanda encontraba insultante la insinuación de que ella era la irresponsable.

F: Bien (dijo con falsa ligereza) Tengo que irme. Paloma, me dio gusto volver a verte.

Fernanda tomó las cajas de harina preparada bajo los brazos y se encaminó a pagar. Pagó y fue hacia su coche. La próxima vez que María invitara a Paloma a la casa, dedicaría más tiempo a charlar con ellas. Ahora sabía la enorme falta que le hacía a Paloma alguien que le diera una guía firme pero amorosa que cada niño merece.

♡Cuando me enamoro♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora