Capítulo Ocho

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M: ¡Mami! (gritó María) Te hablan por teléfono.
F: ¿Quién es, cariño? (sin duda, alguien interesado en limpiar las alfombras o vender un lote en el cementerio)
M: No sé (respondió María, deteniéndose el auricular sobre el hombro. Bajó su voz casi en un susurro) Pero sea quien sea, parece bastante raro.
F: ¿Bueno? (Contestó la madre sonriendose. María iba a su cuarto)
H: ¿Puedes hablar? (la ronca voz masculina era sin duda la de Hector)
F: Sí (miró hacia la habitación de María para estar segura de que su hija no podía escuchar)
H: ¿Podemos vernos mañana para almorzar juntos?
F: ¿A qué hora?
H: Al mediodía en Sea Galley
F: ¿Sincronizamos nuestros relojes? (bromeó Fernanda)

Había pasado una semana desde la última vez que habló con Hector. Mientras tanto, Fernanda no había vuelto a hablar de unir a las dos familias. Eso en sí era sospechoso, pero Fernanda había tenido demasiado trabajo en la empresa como para pensar en ello.
H: No te hagas la graciosa, Mija. Necesito tu ayuda.
F: (Fernanda rió) ¿Mija?
H: ¿Estamos en confianza o no? (La desafió)
F: Ya, ya, ya de acuerdo Mijo (Rió un poco mas) Pues, invítame a almorzar y soy toda tuya (Fernanda se alegró de que Hector no hiciera algún comentario sobre sus incautas palabras)
H: Entonces, nos vemos mañana.
F: Bien.
Una sonrisa osciló en las comisuras de los labios de Fernanda al colgar el auricular. Su mano permaneció allí por un momento mientras una inesperada oleada de dicha la inundaba.
M: ¿Quién era, mami? (preguntó María, asomando la cara por el borde de la puerta.
F: Una... amiga, me invitó a... a almorzar con ella mañana.
M: Oh (la cara de María era un estudio en escepticismo) Por un minuto me pareció que era el señor Luis Castillo fingiendo voz de mujer.
F: ¿Hector? Nada que ver, hija (dijo Fernanda con una risilla forzada, luego cambió de tema) María, son las nueve y media. Acuéstate ya.
M: Está bien, mami. Buenas noches.
F: Buenas noches, mi cielo (Susurró sonriendole y se calzó los lentes para seguir con su trabajo)
M: Que disfrutes tu almuerzo de mañana.
F: Gracias cariño.
Fernanda no se había apartado del teléfono, cuando sonó por segunda vez. Con un sobresalto culpable, tendió la mano hacia el aparato.
F: Hola (contestó con voz vacilante, medio esperando que fuera Hector otra vez
Pero fue la clara y firme voz de su madre la que le llegó a través de la línea)
Ma: Fernanda, espero que no sea demasiado tarde para llamarte.
F: Por supuesto que no, mamá. ¿Sucedió algo?
La madre ignoró la pregunta y preguntó a su vez:
Ma: ¿Cuál es el nombre de ese hombre con quien sales?
F: ¡Mamá! (dijo Fernanda junto a un suspiro exasperado) No estoy saliendo con nadie. Ya te lo dije.
Ma: Hector Luis Castillo, ¿verdad?
F: Fuimos a cenar una vez con nuestras hijas y hasta allí llega nuestra relación.
Ma: Pero, querida, tengo la impresión de que es un joven muy agradable. Supongo que es el mismo Hector Luis Castillo que es socio mayoritario de Deportes Extremos, ¿verdad? Vi su nombre en el periódico esta mañana y lo reconocí enseguida. Mi amor, estoy muy contenta de que estés saliendo con un hombre y le des una oportunidad al amor pero sobre todo en darle esa figura paterna a mi Maricuchis.
F: ¡Mamá, por favor! (exclamó) Hector y yo sólo somos amigos. ¿Cuántas veces debo decirte que no hay nada más? María y su hija, Paloma, son amigas inseparables, pero te juro que no hay...
Ma: Fernanda (la interrumpió su madre) La primera vez que pronunciaste su nombre, noté algo en tu voz que le había faltado por mucho tiempo. Podrás engañarte a ti misma, pero no a mí. Te gusta ese tal Hector (la voz de la mujer se suavizó)
F: Mamá, nada sucedería aunque él me atrajera, aunque no es así (bien, esto último no era verdad, pero el resto sí lo era)
Ma: ¿Y por qué no?
F: Porque al igual que yo, la idea del matrimonio no está en nuestros planes.
Ma: Tonterías (bufó su madre)
Fernanda supo que más valía no liarse en una batalla verbal con su empecinada madre. Pero Margarita continuó..
Ma: Fernanda, hija, has venido ocultándote tras un muro de frialdad e indiferencia durante todos estos años. No dejes que lo sucedido entre Antonio y tú arruine tu vida. Hector Luis Castillo te gusta y no puedes negarlo.
V: Mamá...
Ma: Mereces ser feliz, hija. No lo olvides, te amo.
Colgó dejándola desconcertada y con la respuesta en la boca. Fernanda suspiró con fuerza, con ella jamás ganaría.

♡Cuando me enamoro♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora