Capítulo Cuatro

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Hector quedó boquiabierto ¡No era posible! Alta, delgada, elegante, esta mujer parecía haber escapado de las páginas de una revista de modas. No podía ser Fernanda Meade. Quizá era una hermana o prima, pero ciertamente no la mujer que él había conocido en la tienda de comestibles.

Paloma ya había salido del auto. Se detuvo como si hubiese olvidado algo, luego corrió hacia el lado del coche donde estaba su padre. Cuando Hector abrió la ventana, la niña se inclinó hacia él y le dio uno de sus fuertes abrazos afectuosos y un sonoro beso en la mejilla.

P: Nos vemos, papi.
H: Hasta pronto, mi reina. ¿Tienes el número de teléfono de mi hotel para dárselo a la señora Mid?

Paloma se palmeó el bolsillo de sus jeans.
P: Sí, aquí está.
H: Pórtate bien.
P: Sí, papi.

Cuando Hector alzó la mirada, vio que Fernanda estaba parada detrás de María, con las manos sobre los hombros de la niña. Ojos fríos, reprobadores, lo escudriñaban. Pues sí, era la misma mujer, después de todo. La mirada de Fernanda Meade podría congelar la sandía en un almuerzo campestre primaveral

Esa noche en casa de Fernanda:

F: ¿Quieres más espaguetti, Paloma? (preguntó por segunda vez).
P: No, gracias, señora Mid.
M: Ya se lo habías preguntado (comentó María, mirando a su madre con extrañeza) Después que lavemos los platos, Paloma y yo vamos a practicar nuestra canción.
F: Buena idea, pero primero harán su tarea escolar.

María intercambió una mirada de inteligencia con su amiga y las dos sonrieron.

P: Me alegra de veras que me haya permitido pasar la noche aquí, señora Mid (dice Paloma, mientras llevaba su plato vacío al fregadero) La cena estuvo deliciosa. Papá lo intenta, pero no es tan buen cocinero. Casi siempre comemos alimentos preparados de restaurante.

F: Gracias. En realidad me gusta cocinar.
M: La mayoría de las veces ayudo a mamá a cocinar.
P: ¿En serio?
M: Sí, (dice terminando de masticar el pedazo de pan francés. Los ojos le brillaban con orgullo) Cocinamos desde una sencilla tortilla hasta una lasagna.
P: ¡Wuaw que genial!

Por la forma en que Paloma la miraba, Fernanda se sintió ya la ganadora al premio de Mamá del Año. Sintió una punzada de compasión por la niña que parecía tener tanta necesidad de una figura materna.

M: Y lo mejor es que me está enseñando a coser, así que yo misma podré hacer los disfraces para el próximo festival de talento. (María desvió la mirada de su amiga hacia su madre y luego otra vez miró a Paloma). Estoy segura de que mamá te enseñaría a coser. ¿Verdad, mami?

F: Pues...
P: ¿Me enseñaría, señora Mid? ¿De veras?

Sin saber qué otra cosa decir, Fernanda asintió con un movimiento de cabeza.

F: ¿Por qué no? Nos divertiremos al aprender juntas (ofreciendo a ambas jovencitas una sonrisa estimulante aunque se preguntó con cierta ansiedad si estaba lista para un proyecto semejante)

P: Sería fantástico (Paloma rodeó con un brazo los hombros de María)

Luego, una sombra de vacilación cruzó el rostro de Paloma

P: Señora Mid, eh... ¿sería un abuso si le pido la receta de la salsa de espaguetti?
F: En absoluto. Esta noche te la escribiré.
P: ¡Oh, gracias! Me siento tan a gusto aquí. Ojalá papá me dejara quedar con ustedes cada vez que sale de la ciudad. Usted y María hacen tantas cosas juntas y además comen riquísimo.

Fernanda pudo imaginar el tipo de comidas a las que Hector sometía a su pobre hija. Sin duda, la mayor parte provenía de la sección de comida congelada del supermercado. A menos que tuviera una corte de mujeres ansiosas por prepararle de comer. Algunas como la tal Becky, con quien debía de estar disfrutando en ese momento de su reunión "de trabajo".

♡Cuando me enamoro♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora