Capítulo Dieciocho

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María salió de la sala balanceando los brazos y dando pequeños saltos. Hector esperó hasta que oyó cerrarse la puerta de la habitación, luego cruzó la sala en dirección a Fernanda. Se detuvo de repente, frunciendo el entrecejo.
H: ¿Se supone que María no puede mencionar mi nombre?
Fernanda se medio encogió de hombros, mirándolo a los ojos. Hector estaba más guapo que nunca y su sonrisa la derretía. Sus ojos parecían acariciarla con una ternura y un ansia dolorosa que provocó en ella extraños cosquilleos en todo su cuerpo.
F: Me alegra verte (murmuró con voz insegura)
Dio unos pasos hacia Hector, cuando él extendió los brazos hacia ella, un profundo suspiro brotó de sus labios y la tensión desapareció de sus facciones.
H: Caray, Mija, me tuviste en suspenso durante diez días (la abrazó con fuerza, con la intensión de transmitirle toda la necesidad que tenía de ella)
Fernanda se empapó de su calor y, cuando los labios masculinos encontraron los de ella, se rindió con un suave suspiro de dicha. Estar en brazos de Hector era como regresar a casa después de un largo viaje y descubrir lo bien que se sentía y darse cuenta cuanto lo extrañaba. Era como caminar bajo el sol después de una mala tormenta, como tomar en la mano la primera rosa del verano.
Una y otra vez la boca de Hector buscó la de ella en una serie de apasionados besos. El sonido de una puerta al abrirse hizo que Fernanda se apartara con presteza.
F: Es María (murmuró pero se sorprendió oir el deseo hasta en su tono de voz)
H: Lo sé, pero no me importa (la mantuvo ceñida por otro rato) Está bien (susurró), tenemos que arreglar algunas cuestiones. Hablemos. (Propuso con tranquilidad)
Fernanda lo condujo a la cocina, donde podrían tener algo de intimidad. Automáticamente tomó dos tazas y las llenó con café. Se sentaron a la mesa, uno enfrente del otro, pero aun así parecía demasiado lejos.
Una vez más, Fernanda bajó la cabeza a su humeante café.
H: Sabes, deseaba que hubieras llamado algunos días antes. Por lo que a mí respecta, te tardaste nueve días de más en entrar en razón.
F: Yo...
H: Lo sé, lo sé (dijo él antes que ella pudiera enumerar sus excusas) Está bien, hablemos.
Fernanda logró sonreír.
F: ¿Por dónde comenzamos?
H: ¿Qué tal sobre lo que sucedió la noche de la fiesta?
De inmediato el estómago de Fernanda se contrajo.
F: Sí, bien, supongo que debo ser honesta y confesarte lo intimidada que estaba por tu importancia. No estoy acostumbrada a verte como presidente de una gran empresa. Y después, cuando te fuiste con Victoria, comenzaron a sangrar otra vez esas viejas heridas de mi relación con Antonio.
H: Supongo que hice todo lo que no debía. Quizás debí insistir en que fueras conmigo cuando Victoria me arrastró con ella, pero...
F: No, eso tampoco habría servido de nada.
H: Debí imaginar cómo te sentirías, después de haber estado con Antonio.
F: No tenías por qué saberlo (ahora venía la parte difícil) Hector (comenzó, y se consternó al percatarse de lo débil y trémula que se oía su voz) Estaba tan consumida por los celos que casi enloquecí cuando Victoria te tomó de tu brazo. Me asustó tener que lidiar otra vez con esa espantosa emoción. Sé que actué como una tonta al esconderme y quiero que me disculpes por ello.
H: Fernanda, no es necesario....
Ella sacudió la cabeza.
F: No quiero que parezca una excusa, pero tienes que comprender qué me impulsó a comportarme así. Yo creía haber superado eso y pensé que nunca volvería a comportarme como una tonta celosa. Me había prometido que nunca llegaría a permitir que un hombre me hiciera sentir eso (a su manera Fernanda estaba tratando de decirle lo mucho que lo amaba, pero las palabras no parecían ser las correctas)
Hector frunció el entrecejo.
H: ¿Celosa? ¿Estabas celosa? Hijole Mija, quién lo hubiera creído. Más bien me dio la impresión de que te alegrabas de que Victoria me alejara de ti.
La tensión en la garganta deFernanda le dificultó hablar.
F: Ya te expliqué por qué lo hice.
H: Lo sé. La forma como yo me comporté cuando te encontré con tu ex pareja fue otro tipo de reacción celosa... la del toro furioso. Creo que ahora comprendo tu clase de reacción. Creo que tu reacción es más civilizada que la mía, por lo menos (esbozó una sonrisa apesarada y el silencio se hizo entre ambos) ¿Podría significar eso que abrigas por mí algún sentimiento poderoso?
Una sonrisa tembló en las comisuras de la boca femenina.
F: Eres el único hombre por el que me he atiborrado de galletas por la decepción. Mijo yo te amo...
La risa en los ojos de Hector aparece lentamente en su rostro.
H: Creo que podríamos estar cerca de comenzar algo muy importante, mi amor ¿Tú qué crees?
F: Creo que... tienes totalmente la razón.
H: Bien (Hector parecía muy complacido con el rumbo que tomaban las cosas) Eso es precisamente lo que quería escuchar. Entonces vamos.
Fernanda pensó, o más bien deseó, que él se inclinaría y la besaría.
F: ¿Adónde vamos? (repitió Fernanda, sintiéndose de repente muy inquieta) ¿Por qué tenemos que ir a alguna parte?
Hector pareció asombrado.
H: Fernanda, por amor de Dios cuando un hombre y una mujer sienten lo que tú y yo sentimos uno por el otro, por lo regular hacen planes.
F: ¿Qué quieres decir con "lo que sentimos uno por el otro"?
Hector frunció aún más el entrecejo.
H: Me acabas de confesar que me amas, y yo te lo repito una vez más, te aaamoooo.
Pero, en lugar de contestarle a Hector, vio que se le nublaba la vista, perdiendo el conocimiento. Hector al percatarse de la situación reacciona instabtaneamente, para agarrar justo a tiempo a Fernanda antes de llegar al piso para luego recostarla sobre el sillón de la sala.

H: Fernanda, mi amor (la llama desesperado, pero ella no respondía)
Aunque Hector estaba desesperado por la salud de su amor, no quiso llamar a María para no preocuparla, entonces se dirige al botiquín del baño en donde busca el alcohol. Luego le aplica un poco para que ella respire y reaccione.
Fernanda comienza a reaccionar.
H: Mi amor, ¿Cómo estás?, ¿Te encuentras bien?
F: Mijo, ¿que pasó? (pregunta desconcertada)
H: Perdiste el conocimiento y te desmayaste.
F: ¿Y María se dio cuenta? (Preguntó con preocupación)
H: No, por suerte no se percató de tu desmayo, porque te aseguro que ella estuviera en este momento al lado tuyo.
F: Gracias, Mijo...
H: No tienes por qué darme las gracias, eres el amor de mi vida y siempre voy a estar al lado tuyo en las buenas y en las malas. (Besó su frente) Mija iremos a ver un médico, ese mareo no es normal.
F: Pienso que estado bajo stress últimamente.
H: Fernanda, me quieres decir que yo soy el culpable de tu mareo.
F: Mi amor, no. Simplemente estoy bajo momentos de presión con la fábrica, con la expansión de ella, por nosotros...
H: entonces ¿yo soy una presión para ti? (la miró con confusión)
F: Mijo, no quise decir eso...
Hector no la dejo terminar y se fue de la casa de Fernanda porque no quería que la discusión fuera la causante de problemas mayores, la amaba y quería darle el espacio. De algo él estaba seguro, del amor que sentía el uno por el otro...

♡Cuando me enamoro♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora