Vale, lo admito, joder.
Admito que tengo miedo, tengo miedo de mí.
Ese miedo que me carcome y me acobarda, un miedo increíblemente malévolo.
Tengo miedo de perder. De perder a las personas que me importan, a las personas que quiero.
Tengo miedo de mí misma, porque sé que puedo llegar a hacer daño, pero sin quererlo provocar, no, yo no provoco el caos adrede, no lo hago a posta.
Quizá, sea el caos quien llega a mí, y se apodera de mí, quizá, sea el caos el que reina en mí.
Sí, me posee, el caos me posee, lo sé.
Lo siento demasiado cerca, pero a la vez aveces, tan lejos.
Siento que me rodea con sus invisibles brazos en una honda de maldad y me revuelve en remolinos de locura y lujuria.
Que, me hacen desprender ira por dondequiera que diga.
Me carcome la vida, me carcome la ira.
Me consume, pero eso, me da vida. ¿O no?
Se supone que para sentirte vivo, para sentirnos vivos, debemos de tomar las riendas de nuestro camino, pero, a mí me las toman. Mi propio caos, que me engulle dondequiera que vaya.
Bueno, no creo que sea tan malo, ¿no?
Pues, este me ayuda a sentirme viva y no por tomar yo las propias riendas de mi vida.