CAPÍTULO 9: S.O.S. ¡AYUDA, POR FAVOR!

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La comida transcurrió demasiado tranquila. Tanto Heidi como Pedro guardaron silencio mientras comían, a excepción de cuando pedían educadamente un mendrugo de pan. Heidi no apartaba la vista del plato, mientras que Pedro no hacía más que mirarla de soslayo sin saber muy bien qué decirle. Cuando terminaron dejaron los platos y vasos apilados encima de la mesa, los recogería Heidi después. Pedro tenía que volver a la carpintería. Fue hacia la puerta y Heidi le siguió. Se alisó la camisa como pudo con la mano, se pasó la mano por el pelo y abrió la puerta. Se volvió para despedirse de Heidi y vio cómo lo miraba expectante y con un rubor en las mejillas. Pedro se acercó a ella. Dudó. Se miraron y sonrieron al suelo avergonzados. Heidi le miró con ternura y le dio un fugaz besó en la mejilla. Pedro se envalentonó. La cogió por la cintura, la levanto en brazos y le dio un apasionado beso. Giraron media vuelta sin dejar de besarse y Pedro atrapó a Heidi, ya en el suelo, entre su cuerpo y la pared. Heidi se aferró a él cuando notó que le fallaban las piernas y Pedro no se cortó cuando la sujetó por el culo para atraerla más hacia sí y seguir besándola sin descanso. Heidi notó extrañada un bulto que rozaba constantemente su entrepierna y su curiosidad le hizo bajar la mano furtivamente para ver de qué se trataba. Su mano topó con algo acolchado pero firme, de buen tamaño y agradablemente duro. Pedro dejó de besarla al instante y emitió un gemido. Heidi apartó la mano pensando que le había hecho daño de alguna manera.

– Lo siento...
– No lo sientas.

Pedro la besó más fuerte todavía y cogió su mano de nuevo para que le tocara un poco más. Heidi estaba extasiada al ver que Pedro le ponía más énfasis a sus besos, así que apretó suavemente la entrepierna del joven para agudizar el efecto. Pedro emitió un gruñido de placer y le apartó la mano muy despacio. Heidi notaba la agitada respiración de Pedro muy cerca de su cara.

– Heidi, que tengo que ir a trabajar...

Pedro apoyó una de sus dos manos en la pared, al lado de la cabeza de Heidi, y con la otra rodeó la cintura de la chica suavemente, mientras apoyaba su cabeza en el hombro de Heidi, oliendo cada centímetro de su piel. Heidi se sintió abrumada por la calidez repentina de Pedro y rodeó su cintura con los brazos apoyando sus manos en su espalda. Pedro la abrazó, esta vez con ambos brazos, y quedaron así un rato. Ambos respiraron hondo y sintieron el calor del otro a pesar de las ropas que los separaban. Pedro se apartó un poco y le acarició la mejilla con el dorso de la mano, mirándola con cariño.

– Intentaré terminar pronto y vendré contigo.

Heidi le miró sonriente y le dio un suave beso en los labios.

– Te estaré esperando.

Pedro le devolvió el beso y sin dejar de mirarla salió por la puerta abierta. Heidi se asomó a la puerta abierta y vio como Pedro se alejaba a buen paso ladera abajo. "¡Tengo que contárselo a Clara!"

Heidi ya es adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora