CAPÍTULO 15: SEPARACIÓN.

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Siguió avanzando hasta la entrada del pueblo, cabizbaja y nerviosa, evitando todo contacto visual con cualquiera del pueblo. Oía los murmullos, las voces desdeñosas, los comentarios a su espalda y Heidi apretaba el paso si alguno hacía ademán de entablar una conversación desagradable mediante palabras hirientes.

No entendía nada. Todos se metían con su aspecto, la miraban de reojo y la repudiaban por algún tipo de delito contra el decoro. ¿Sería posible que...? No, no podía ser, estaban solos aquella noche. De repente, chocó contra alguien y levantó la vista para pedir disculpas inmediatamente. Sin embargo, lo que encontró fueron unos ojos verdes que la miraban triunfales.

- Por fin la estrella se ha dignado a aparecer.

Mildred le había cerrado el paso secundada por Mariela y Boni, que reían maliciosamente a su espalda.

- ¿Qué se siente al ser la comidilla del pueblo?

- ¿Soy la comidilla del pueblo...?

Mildred resopló con fingido cansancio, como si fuera algo tan obvio como que la hierba es verde, mientras que Boni dejó libre su risa de cerdo y Mariela le hizo los coros.

- Madre mía, qué inocente es...

- Puede que sea un poco corta, Mariela, pero de inocente ya sabemos que tiene poco...- corrigió Mildred.

- ¿Te lo pasaste bien con Pedro, Heidi? - añadió Boni aún riéndose.

- ¿Cómo...?

Heidi palideció, le temblaban las piernas y las manos, el corazón empezó a bombear sin freno. ¿Lo sabía todo el pueblo? ¿Cómo había pasado?

- No te hagas la mosquita muerta. Viniste aquí de "señorita de ciudad", la dulce Heidi convertida en una modélica señorita refinada, pero estaba claro que querías volver para poder hacer lo que no te dejaron en Frankfurt, ¿Eh? - Mildred torció el gesto - ¿O venías ya aprendida?

- No sé qué dice la gente, pero os aseguro que yo no...

- ¿Que tú no qué? ¿Que fue Pedro el que te convenció? ¿Vas a tener el valor de echárselo en cara a él? Pedro vivía tranquilo hasta que tú llegaste.

- Sólo fueron algunos besos, yo no sabía...

- ¡Y lo admite! - cortó Mildred con una sonrisa.

- ¡Qué fresca! - dijo Mariela.

- Vaya furcia... - añadió Boni.

Un par de mujeres habían parado cerca y cuchicheaban sin apartar la mirada. Heidi sentía que le ardía la cara de vergüenza y que sus ojos no podrían anegar muchas más lágrimas. El pueblo lo sabía. Había hecho cosas indecentes sin ningún tipo de oficialidad, había llegado sólo hace unos días y había puesto patas arriba la vida de Pedro. Tenían razón, ella podía haberlo evitado.

- Pero oye, al menos ya no podrás seguir aprovechándote del pobre Pedro y el resto de hombres del pueblo están sobre aviso.

Tenía que ir a ver a Pedro, esto se estaba yendo de las manos. Dio media vuelta, ignorándolas, y enfiló el camino a casa de Pedro.

- ¿A dónde vas?

- Tengo que solucionar esto.

- Dudo mucho que Pedro quiera verte, Heidi. - dijo Mildred mientras fingía mirar distraídamente sus uñas.

- ¿A qué te refieres?

- Se ha ido. - se burló Mildred.- Y por la cara que has puesto, parece que no se despidió de ti.

- ¿Cómo que se ha ido?

- Fue a la estación hace quince minutos. -respondió Mariela.

Mildred lanzó a Mariela una mirada de castigo. En ese preciso instante, el cerebro de Heidi se activó y, como por un resorte, salió corriendo en dirección a la estación mientras oía a Mildred a lo lejos:

- No llegarás a tiempo por mucho que corras...

El corazón le martilleaba con fuerza y la adrenalina no le dejaba tiempo para pensar en el agotamiento que vendría después. Pedro se marchaba. No podría soportar separarse de él otra vez, esta vez sin saber si volverían a verse, sin saber dónde encontrarle, sin haberle pedido perdón. Eso si no se había marchado ya.

Heidi ya es adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora