CAPITULO V: MELLIZOS

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 Scarlett y Scott Swan, mellizos de cabellos rubios y ojos esmeralda, nacidos en el ceno de un hogar de abundante dinero

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Scarlett y Scott Swan, mellizos de cabellos rubios y ojos esmeralda, nacidos en el ceno de un hogar de abundante dinero. Durante toda su vida se les habían cumplido todo tipo de caprichos que habían tenido estos pequeños, pero ¿el dinero cubría el amor? Ellos jamás lo vieron así. Siempre sentían la ausencia de sus padres, apenas si tenían algunos minutos junto a ellos en los que les regalaban una que otra mirada o un presente para recompensar sus fallas. Nunca se los vio presentes en los musicales del coro de Scarlett o en las obras de teatro de Scott.


La cruda realidad era que quienes realmente cuidaban de ellos eran la servidumbre de la mansión, su sirvienta mas confiable, Margaret, era casi como su verdadera madre, se preocupaba a cada instante por su bienestar, pero a veces le costaba responder las dolorosas preguntas de los infantes, ¿que podía decir cuando se acercaban a ella y tomaban su falda preguntando: mamá y papá nunca están ¿ellos de verdad nos quieren?, se ponía helada al escuchar esas palabras que su querido Scott pronunciaba. Acariciaba las mejillas de los niños y les brindaba un fuerte abrazo susurrando a ambos que sus padres los amaban, pero tenían bastante trabajo porque cada día buscaban su bienestar. Los niños con solo escuchar esto, con sus pequeñas manitas limpiaban las inocentes lagrimas que recorrían sus suaves mejillas dedicándole una sincera sonrisa a su sirvienta.


Como mellizos solían compartir habitación, un cuarto bastante amplio dividido por los colores favoritos de los niños. Desde su nacimiento habían sido muy unidos, a decir verdad inseparables, pero eso no los obligaba a tener gustos parecidos. Sus personalidades eran complementarias, siempre fueron niños buenos, dulces, alegres, nunca causaron preocupación, pues no querían que sus padres los detestaran y jamás quisieran volver a verlos.


Los años transcurrieron y los pequeños mellizos habían crecido. Ahora atravesaban la edad de los 17 años, eran jóvenes astutos, inteligentes, graciosos y como todos siempre esperaron: sobresalientes; pero todo no era más que una máscara de perfección que debían crear por sus padres. Ellos serían los herederos de la compañía y debían demostrar lo capaces que eran para asumir un cargo tan importante.


Pero ¿había algo real en sus vidas? Esta pregunta solía ser recurrente para ambos. A veces pasaban unas cuantas horas tumbados en el sofá del jardín meditando sobre sus vidas. Su unión nunca cambió y siempre esperaron que no lo hiciera, aunque ahora dormían en cuartos distintos lo hacían más por cuestiones de privacidad que por alguna especie de problema entre ellos. Como cualquier tipo de hermanos ellos ocasionalmente tenían discusiones que no pasaban a mayor escala, pues solo se tenían el uno al otro y no permitirían que ocurriera lo contrario.


Solían asistir a tres o cuatro fiestas de negocios, reuniones o espectáculos a la semana para crear buena imagen de sí mismo; también eran amigos de los hijos e hijas de los empresarios más importantes del país influenciando en ellos para que mantuvieran sociedad con la empresa de sus padres. A decir verdad jamás habían tenido un amigo sincero o real, todo se basaba en apariencias que no podían cambiar. Se sentían tan insignificantes en tal estatus social; sentían que ese no era su lugar, que había algo más para ellos, inadaptados que tenían el anhelo de vidas distintas.

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