Capítulo 25 "Conociendo a los suegros" Parte 1

413 19 5
                                    


___________(tn) *

    — ¿A donde vamos Gian?
    Pregunto cuando veo que tomamos otro rumbo. Más al sur de la ciudad. Mi hombre me voltea a ver y me sonríe con picardía. ¿querrá violarme?
     — A la feria, corazón.
     — ¿A la feria? ¿y eso?
     — Quiero pasar un lindo rato contigo mi amor...
     Me vuelve a sonreír ampliamente. Me encanta esa sonrisa tan matadora y seductora que tiene. Definitivamente es lo que me fascinó y conquistó de él. Eso y su maldita insistencia. Puede ser un maldito dolor en el trasero por esa insistencia suya, pero me encanta que no se de por vencido. Eso significa que en verdad le importo... Y mucho.
    Estoy a punto de comentarle algo, hasta que siento su mano meterse en medio de mis piernas y toquetear encima de mi braga. Jadeo y gruño, claramente excitada:
    — ¡Gianluca!
    — mi amor, deja que te toque un poquito...
    — estás loco. Aquí no.
    Como puedo, logro sacar su manota, que ya se había metido en mis bragas y con dos de sus dedos, hurgaba en mi interior.
Gianluca hace un puchero de niño chiquito. Se lleva sus dedos a la boca y, saboreandolos murmura en el momento en que jadeo:
     — eres muy mala pastelito...
     Le golpeo el hombro con toda mi fuerza para tratar que se me baje la calentura... Gianluca es un pervertido de lo peor... Y amo que sea un pervertido por completo...
     Unos largos minutos después, llegamos a la dichosa feria. Aquí hay muchos juegos mecánicos, desde los más inocentes, a los mas aterradores. Trago con fuerza al ver un horrible juego en el que la gente queda totalmente de cabeza a unos treinta metros. Ni drogada me subo a esa mierda. Prefiero comerme un pescado y morir intoxicada.
  Mi hombre y yo vamos a comprar unas deliciosas manzanas caramelizadas y las comemos alegremente. Él deja que muerda su manzana y cuando va a morder la mía, pues le doy un golpe en el estómago. Me arrepiento de eso. Por eso, le doy un beso muy caliente y luego de mi manzana.
Después, Gianluca insiste en comer algodón de azúcar. No me gusta el algodón de azúcar. Pero al ver su puchero de pato-chihuahua, acepto encantada cuando él mismo me da en la boca con sus deditos. Mucha gente al vernos, sonríe enternecida. Otras tipas que van pasando, me ven con odio, pues el hombre que tengo por novio es todo un bombón. Y como soy más mala que maléfica, me lo como a besos para que me odien más.
     Tras besarnos y besarnos y casi desnudarnos, mi Puddin insiste en subirse a la maldita montaña rusa. Me niego. Soy una gallina y odio ese juego de mierda...
      — vamos mi amor...— insiste — prometo abrazarte mucho, mucho, mucho... Y también besarte mucho, mucho, mucho... Para que no tengas miedo.
     — ¡Ni de chiste! Tú estás más loco que una cabra de Heidy.
     — ¡por favor pastelito de mi vida! ¡Bombón de mi corazón! ¡Nutella de mi alma!
    Sus graciosos apodos me hacen sonreír y sonrojar enternecida. Maldito estúpido...
      — está bien imbécil... Si algo me pasa, en tu negra conciencia quedará...
      — no dejaría que nada malo te pasara corazón... Eres mi amor y te cuidaré con mi vida si es necesario.
     Lo beso con locura y en un abrir y cerrar de ojos, ya estamos sentados en el estúpido carrito, otra pareja va delante de nosotros y otra atrás. Nosotros estamos en medio. Gianluca pone su brazo alrededor de mis hombros, me abraza y me da muchos piquitos en los labios... Cuando la mierda esa se comienza a mover, yo empiezo a canturrear una canción en mi mente para distraerme:
   Un elefante se columpiaba, sobre la tela de una araña. Como veía que resistía, fue a llamar otro elefante.
   Dos elefantes se columpiaban, sobre la tela de una araña, como veían que resistía, fueron a llamar otro elefante... Tres...
     — ¡ME QUIERO BAJAR!
     Chillo con toda mi fuerza cuando nos encontramos en la cima. Mi estúpido Puddin me abraza con toda su fuerza y los dos gritamos y gritamos en todo el maldito recorrido.
     Al bajar, estoy hecha un manojo de nervios. Las piernas me tiemblan como gelatina al igual que todo mi cuerpo. Mi cabello está como el de un león. Volteo a ver a Gianluca que está tan pálido como yo. Justo cuando voy a decir algo, él se me adelanta.
     — también me dio miedo... Jamás me había subido a una de esas cosas y no lo volveré a hacer...
     Me echo a reír al ver su cara. Lo abrazo y lo beso para que se calme. Besando su barbilla, que ya tiene muchos vellos murmuro:
    — pues ¿que crees mi amor? Ahora nos subiremos a ese.
    Señalo la enorme rueda que da vueltas. He olvidado el nombre de esa. Pero no es la gran cosa. Solo tenemos que ir sentados, mientras la cosa esa va girando verticalmente, primero adelante y luego hacia atrás. Mi Puddin ve la enorme rueda tragando fuerte y, antes de que se niegue, lo jaloneo hasta la rueda. Nos montamos en uno de los vagones para dos, el encargado nos coloca una barra aseguradora, cierra el vagón y la cosa esa comienza a moverse. A los dos nos aterra las alturas y para olvidarnos de ello, pues nos besamos en todo el recorrido, obviando la horrible sensación de caer al vacío.
     Luego de ver como otras personas sufren en los juegos de altura y peligro, mi Puddin y yo nos vamos a jugar tiro al blanco.
Allí, un señor chaparro y bigotón, nos entrega una escopeta cargada con cinco balines. Es mi turno y tengo que derribar cinco botellas plásticas. Como es de esperarse, mi puntería es una mierda y sólo logro tirar tres estúpidas botellas. Rápidamente, el gracioso chaparrito, me entrega mi premio. Un precioso Pato Donald. Veo al pato, veo a Gianluca y suelto un chillido al ver que el pato se parece mucho a mi hombre cuando hace un puchero. Se lo entrego a mi Puddin, este lo ve y hace ese puchero que me vuelve loca. Lo beso casi comiendolo a besos.
      — muchas Gracias mi amor, es un pato muy guapo. Se llamará bello.
     Eso me hace gracia y cuando voy a besuquearlo de nuevo. El señor bigotón, chaparro y panzón le entrega la escopeta a mi hombre. Es su turno. Mi hombre toma una sexy posición y más rápido que un rayo, tira todas las botellas. Impresionante... Que buena puntería tiene.
      — ves corazón, donde pongo el ojo, pongo la bala.
     — maldito suertudo.
     Gruño riendo. Mi hombre también se ríe.
     — aquí está su premio niño.
     Dice el gracioso hombre. Le entrega un gran oso peludo de color café a mi hombre. Lo ve y me lo entrega.
      — es para ti mi amor... Aunque mi mayor premio, eres tú...
      Chillo como una niña, abrazo a mi osote, que me llega a la mitad y luego beso a mi hombre.
       — Amo los peluches y este será mi favorito... Se llamará Gianluca. Gracias mi amor...
      Asiente sonriendo. Nos volvemos a besar y entre tanto beso, a mi me entran las ganas de hacerlo cuando siento su erección crecer sobre mi vientre mientras aprieta mi trasero. Nos movemos a una esquina y comienza a restregarla en mi. Jadeo... Y cuando ya no puedo más, le digo:
     — Gianluca, no puedo más, vamos a hacer el amor ya...
     — ¡Siiiiii!
     Corremos a un lugar muy apartado, una especie de parque. Y como ya es de noche, no hay nadie, pues están en la feria... Allí, hacemos el amor como dos animales salvajes... Con los árboles, las plantas y los peluches de testigo.
...
     9:30 Pm...
     Voy llegando a casa. Camino de puntitas e intento hacer el menor de los ruidos posibles... Hasta que...
      — ¿QUE SON ESTAS HORAS DE VENIR, MOCOSA?
      pego un grito y un chillido al ver a Sebastián parado a mi lado, con sus manos en jarra y moviendo uno de sus pies. A la par, está Gaby sonriendo por la regañada que espera que me de Sebas. Tonta Gaby... Ya verá...
     — ¡me asustaste! — gruño poniendo una mano en mi pecho — estaba con Ignazio.
     La cara de Gaby se descompone y la que sonríe ahora, soy yo. ¡Anda tú! Sigue riendo.
      — oh bueno... Entonces hubieras avisado... Me tenías con el Jesús en la boca.
      Me pongo a reír al imaginar un rayo caer sobre Sebastián.
      — ¿y ese oso peludo que traes allí?
      Curiosea al ver mi peluche. Lo abrazo y consciente de la mentirota que voy a soltar, digo en un tono de niña buena:
      — me lo regaló Nachito. Fuimos a la feria y me lo compró.
     ¡Vaya! Debí sonar muy convincente, pues la cara de Gaby está roja como un tomate de lo enojada que está. ¡Ríete! Así como lo hacías hace unos momentos...
     — ¿a la feria?
     — Si Sebas. No sabes, estuvo de locos. Nos subimos a muchos juegos peligrosos y gracias a MI Nachito, pues se me quitó el miedo... Oh si, y comimos manzanas caramelizadas.
      El jadeo tan dramático que suelta Gaby, me hace reír a carcajadas internamente y casi dar un grito de batalla a lo espartano. Me voy a mi cuarto a darme un baño, me cambio a mi pijama y bajo a prepararle su cena a mi Sebas.
    Sinceramente, no me gusta mentirle... Pero ni modo. Tarde o temprano le tendré que decir que salgo con mi Puddin, y no con Nacho. Aunque, ni que Sebastián fuera un santo beatificado para sentirme mal por mentirle...
    Como yo no tengo hambre de tanta chuchería que comí con mi hombre, me voy a la cama a abrazar a mi oso peludo. Siento el olor de mi hombre inundar mis fosas nasales. Chillo. Lo abrazo, lo beso, giro con él en la cama y entre tanto giro, siento como lo arrebatan de mis brazos.
      — ¡ya deja a este oso Peludo de mierda! ¡abrázame a mi, minion!
      — ¡DEVUÉLVEME A MI OSO PELUDO, DANIEL!

~Una Vida Juntos~  (Gianluca Ginoble Y Tú) TEMPORADA IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora