Capítulo 32. "Nachito, mi héroe"

393 22 6
                                    


    ____________(tn) *

    Si pensaba que Gianluca estaba un poco enojado conmigo por que ayer estaba muy cerca de los pingüinos y de Piero... Ni les cuento cómo está ahorita. Está que hecha humo por las orejas, hasta siento que en cualquier momento le va a salir espuma por la boca de lo rabioso que está. ¿la razón? Pues... Dije que me despertaría temprano para que nadie notara que dormí con Nachito... Pero estaba tan a gusto durmiendo abrazada a él, recostada en su pecho que es tan suavecito y él es tan calentito como un oso peludo y... Pues... Ignazio y yo fuimos los últimos en despertar... Sebastián armó la de dios, los pingüinos casi que lo asesinaban a él, Gaby a mi y mi hombre... Mi hombre parece que se le ha metido satanás. Todo el santo día ha estado con su gesto descompuesto, su entrecejo muy arrugado al igual que su nariz y hasta sus orejitas están un poco rojas. Intento hablar con él, cuando lo hago, empieza a discutir como niño celoso y como siempre, pues me dice hasta de lo que me voy a morir... Según él, moriré de diarrea. Es broma, no dijo eso... Pero si insinúa que me voy a revolcar con Ignazio. Al ver mi cara, se arrepiente y antes que si quiera intente disculparse conmigo, gruño:
    — ¡Maldito imbécil! Me importa una mísera mierda que sigas enojado conmigo, siempre es lo mismo contigo... ¡¿adonde quedaron esas promesas de que ibas a tratar de confiar en mi y no ser tan tú?!
    — Tienes... Tienes razón bella, pero es que yo...
    — ¡Tú te puedes ir a la mierda, Gianluca! ¡Estoy muy enojada contigo! Y por tu bien, será mejor que no me toques ni me hables...
    — Pero bella, déjame explicarte que en verdad no lo dije enserio... Tú sabes que soy muy celoso y... Y... — sujeta mi hombro — yo te am...
    — ¡QUE NO ME TOQUES IDIOTA! ¡TE ODIO!
    Le dejo ir un derechazo en la cara y me voy a encerrar en mi cuarto de un portazo. Gruño, maldigo, blasfemo y golpeo absolutamente todo lo que veo. ¡maldito Gianluca Ginoble! Estoy tan furiosa que ni si quiera tengo ganas de llorar.
    Pasan unos largos minutos en los que sigo blasfemando, pero me tranquilizo y alguien toca mi puerta. No es Gianluca, él ya hubiera entrado y probablemente ya me hubiera dado una buena... Dosis de sexo para aplacar la fiera que hay en mi.
    — ¡¿QUÉ?!
    Gruño en mi tono rabioso de ogro asesino.
    — Bellita, soy yo... Pierito... Digo, Piero.
    — ¡Pierito! — chillo como niña — adelante amiguito.
    La puerta se abre y entra un sonriente Piero. Su mirada juguetona y su sonrisa pervertida no me indica nada bueno. ¿que le pasa?
    — ¿golpeaste a Gianluca otra vez?
    — ¡¿Él te dijo?! ¡que chismoso!
    — No. Escuché sus gritos y da gracias a dios que no están ni Sebastián, ni los "pingüinos" y que fui yo quien volvió primero de la ciudad. Si no, quien sabe que hubiera sido de tu vida.
    Asiento. Tiene razón. Debo controlar mi temperamento gritón o cualquier día de estos, yo solita me echo de cabeza. Por suerte, Sebas, Mike y los pingüinos salieron a la ciudad para comprar provisiones. Desde que volvimos del lago se han ido... Estúpido Gianluca... Bien hubiéramos aprovechado este rato libre para hacer y rehacer el amor en todos lados hasta que nos doliera todo y no poder más... Ah no, pero el niño prefiere armar su berrinche y decirme de todo. Imbécil...
    — Por cierto, Piero, ¿que demonios se supone que quieres?
    Piero sonríe ampliamente y me ve con curiosidad.
    — Te quería preguntar una cosa... ¿tienes traje de baño? Bikini para ser más exacto.
    — Mmm no... — rasco mi cabeza algo confundida — sólo tengo unos mini shorts y unos cuántos sostenes.
    — ¿Como los que usaste ayer?
    Pregunta aún más sonriente.
    — Si... — respondo algo cautelosa — ¿quieres que te preste uno?
    Piero comienza a reír descontroladamente, sujetando su estómago. Su risa es tan graciosa que me hace reír también a mi. Pasados unos minutos, Piero se limpia unas cuantas lágrimas de sus ojos, me mira y dice:
    — No bellita, no quiero que me prestes ninguno, y pues... Te tengo un regalo.
    — ¿REGALO? ¿PARA MI? — Chillo como niña. Piero asiente encantado y yo aplaudo. De su chaqueta saca una linda bolsa de regalo color roja y brillante. Me encanta... — muchas gracias, Pierito.
    — De nada, ____________… ábrelo y espero que en verdad te guste.
    Asiento. Como un niño pequeño, ataco la bolsa y la abro como si no hubiera un mañana. Me quedo con la boca totalmente abierta al sacar de la bolsa un... Un diminuto conjunto de dos piezas de bikini color rojo. Creo que mis mejillas se ponen del mismo color. Veo a Piero esperando alguna explicación lógica de su regalo. Éste se encoge de hombros y murmura:
    — No me veas así, es sólo un inocente regalo. Me pareció que se te vería muy bonito cuando lo compré. Anda ___________, úsalo... Es con todo mi cariño.
    — Quiero que sepas que eres el primer hombre que me hace un regalo de este tipo — digo negando y aún roja. Piero sonríe. — y... Gracias... Creo.
    — De nada bellita. Tú te has portado muy bien conmigo, así que quise darte algo.
    — Con unos dulces hubiera sido más que suficiente, Barone.
    — Claro que no. Nos vemos, ___________.
    Piero se va silbando muy alegre y yo me quedo observando el diminuto conjunto en mis manos. ¿Porqué demonios Piero me regaló algo como esto? Debo admitir que está muy lindo y de lo más sugerente pero... Si me pongo esto, Sebastián va a matarme por exhibicionista...
    Como soy muy curiosa, corro al cuarto de baño, me desnudo y me pongo el bikini. Pego un grito cuando me lo veo puesto. ¡parezco una ballena! Debo hacer dieta, debo hacer dieta, joder...
   Me giro y veo mi trasero. Apenas y lo cubre... Si Gianluca estuviera aquí, moriría de una excitación y me lo arrancaría... Lo único que parece quedarme bonito, es el sostén. Mis pechugas se salen un poco de las copas, pero no demasiado. Incluso se me ven un poco más grandes. Definitivamente, Piero tiene buen gusto pero me sigo preguntando en que demonios estaba pensando por regalarme algo como esto. No lo usaré. Bueno si, pero me pondré algo encima. Salgo del cuarto de baño en el momento que Gaby va entrando. Me ve de pies a cabeza, se pone las manos en la cintura y pregunta:
    — ¿Piensas salir con esa cosita, __________? ¡todos te van a ver!
    Suelto una carcajada y niego.
    — No. Me pondré otra cosa... ¿tienes miedo de que alguien en especial vea mis pocas curvas?
   Digo alzando una ceja. Gaby se pone roja y se cruza de brazos. Rápidamente me pongo un pequeño short que me llega hasta el trasero y me pongo una camiseta negra encima.
    — Ya quisiera yo tener tus pocas curvas...
    Murmura Gaby. Sonrío.
    — Pues si te pusieras a dieta no estarías tan pior.
    — ¡arrg! Por dios, no empieces de nuevo con eso... Por cierto, que sepas que el tonto de Steven me amenazó ayer.
    — ¿Te amenazó?
    Pregunto curiosa y con inocencia.
    — Si. El imbécil me advirtió que me alejara de Ignazio por que es tuyo...
    — Pues te dijo la verdad. Ignazio es mío — Gaby me ve furiosa y yo me río — hablo de que para todo el mundo, él y yo somos novios y sólo a ti se te ocurre coquetearle en mis narices. Pelotuda. Se más discreta, Gabriela.
    — ¡No estaba coqueteando con él!
   Chilla.
    — Según Marlon, si. Y agradeceme a mi que el buen Ignazio haya aceptado escuchar tus explicaciones. El pobre no quería ni escuchar tu nombre hasta que yo lo convencí... Para que luego no digas que no te ayudo.
    — ¡Oh por dios! — chilla Gaby — ¡Gracias mejor amiga! Te debo mi... Espera... Yo estoy molesta, muy molesta contigo.
    Sisea arrugando su frente. Pestañeo repetidas veces y pregunto mimosa:
    — ¿Y eso porqué? Yo no hice nada...
    — ¡Estabas durmiendo con Ignazio! ¡¿Porqué lo hiciste?!
    — Por que puedo, quiero y por que tenía mucho frío... No sabes, Nachito es muy cómodo y es muy calentito. Parece un lindo osito polar...
    — ¡____________!
    — ¿Que?
    — Eres de lo peor... Te odio...
    Sisea y yo comienzo a reír a carcajadas.
    — Gaby, muchas gracias pero tus halagos no me interesan. Ahora ve a reclamarle a Ignazio que fue él quien me tenía muy abrazadita. A mi, ya déjame en paz.
    Digo divertida y me voy dando saltitos como conejo en pascua. Voy a la cocina en donde está un sonriente Ignazio y un desesperado y frustrado Gianluca preparando unos tragos. Ignazio al verme, sonríe lo más amplio que puede y Gianluca me ve con su cara de arrepentimiento. Lo ignoro. Camino donde Ignazio, le doy un fuerte abrazo de oso y este me entrega un delicioso trago llamado coco nut (contiene la comida del coco y su agua, maní, semillas de sésamo, un toque de vodka y azúcar. Todo bien mezclado en la licuadora). Sonrío y le agradezco. En la nevera busco algo que tragar y encuentro un poco de jamón y queso. Quiero un sándwich... Pero el pan integral está en la parte más alta del mueble. Mi arrepentido hombre me come el trasero con la mirada cuando me ve intentando alcanzar el pan de puntillas. Estira su mano y acaricia suavemente mis muslos y cuando va a apretarme el trasero, Ignazio lo ve y lo golpea en las manos. Al ver mi puchero y como señalo con mi dedo el pan, sonríe y lo alcanza. Le doy un besito. Nachito vuelve a sonreír y comienza a prepararme mi sándwich. Mi amargado hombre se acerca a mi.
    — Bella...
    — ¿Escuchas ese mosquito, Ignazio?
    Nacho suelta una carcajada y sin previo aviso, mi hombre me planta un ruidoso beso en los labios.
    — Deja de ignorarme... — me abraza y pone sus manos en mis caderas — soy un tonto...
    — Un imbécil diría yo.
    — Bueno, un imbécil... Insultame todo lo que quieras... Pero no me ignores más... Te extraño mucho mi corazón... Mi pastelito de chocolate, caramelo y fresas... — me vuelve a besar en los labios y yo acepto su beso muy deseosa de más. Mi hombre sonríe, se acerca a mi oído y susurra sólo para mi — quiero, muero y deseo hacerte el amor una y otra vez... — mi vientre se contrae y me siento mojar al escuchar su tono de voz — hacértelo lentamente... Y luego muy rápido y duro... ¿no quieres tú?
   Trago con dificultad. La garganta se me ha secado. Asiento mordiendo mi labio inferior y cuando mi hombre va a decirme algo más, Ignazio lo interrumpe.
    — Bueno, par de calenturientos tórtolitos, será mejor que vayan a un cuarto antes de que se desnuden encima de mi.
    Mi hombre y yo asentimos. Nos tomamos de las manos y antes de irnos, me detengo frente a Ignazio y le pego una mordida al sándwich que preparó.
    — ¡Me lo guardas!
    Grito. Escucho a Ignazio reír. Mi hombre y yo entramos a mi cuarto desesperados, saco a Gaby a patadas le pongo el seguro a la puerta, me acerco a mi amor y le comienzo a desnudar...
    — ¿Eso significa que ya me perdonaste?
    Gimotea mi hombre cuando aprieto su erección con una mano. La restriega en mi. Muerdo mi labio inferior, le bajo el short y libero su paquetote bien potente.
    — No. Eso significa que me calentaste hasta el infierno y que quiero que apagues el fuego que acabas de provocar...
    Mi hombre maldice, pero está tan caliente como yo que no le importa ser usado. Me saca la camisa y el short, me ve detenidamente con el sexy bikini puesto.
    — Si usas esto, me vas a matar de un paro cardíaco seguro... Te ves muy sensual, bella...
    Nos besamos apasionadamente y mi hombre desata los nudos de mi lindo sostén. Este cae el suelo. Empujo a mi amor para que se siente en la cama. Cuando lo hace, me doy la vuelta para que vea mi trasero. Lo toca con sus dos manos, lo acaricia, lo aprieta. Me arrastra hacia él y comienza a besar y a mordisquear mis costillas. Empieza a mover la cinturilla de la braga. Intenta bajarla, pero lo detengo. Protesta, me doy la vuelta y soy yo quien se quita la braga descaradamente. Gianluca recorre lentamente con sus dedos mis caderas, sube por mi cintura hasta llegar a mis pechos. Los toca, los aprieta y se los lleva a la boca para succionarlos, besarlos, lamerlos y morderlos. Gimo, jadeo cada vez más excitada y ansiosa. Mi hombre continúa comiendo mis pechos efusivamente y yo me acomodo en él a horcajadas, haciendo que poco a poco se ensarte en mi... Mi carne se abre ansiosa para recibirlo. Gianluca se estremece al igual que yo al sentir nuestros cuerpos unirse por completo.
...
    — Aún sigo enojada contigo, Gianluca.
    — Pero mi amor, creí que ya me habías perdonado... Digo, acabamos de hacer el amor muy delicioso...
    Mi Gian me abraza por detrás con su cuerpo aún desnudo. Besa mi cuello y siento su erección empujar cada vez más duro en mi trasero. Jadeo.
    — Te dije que sólo quería que apagaras la calentura y las ganas de follar que me provocaste...
    Digo sonriendo y quitando sus manos de mi cuerpo. Gianluca maldice, me gira en mis talones para verme a la cara. Su gesto fruncido indica que ya se molestó por trigésima vez conmigo. Ni me inmuto.
    — Entonces, ¿sólo me usaste?
    — Sip.
    Vuelve a maldecir. Se sienta en la cama totalmente desnudo con su erección muy potente. Se me hace agua la boca de verla así... Retiro mi cabello de mis pechos desnudos con sensualidad. Gianluca se cruza de brazos y cierra sus ojos enojado. Suelto una risita. Me pongo de rodillas y me meto en medio de sus piernas.
    — Enojate todo lo que quieras, Puddin — lamo la punta de su erección. Parece una deliciosa fresa... — pero déjame decirte que yo estoy más enojada que tú.
     Meto la mitad de su erección a mi boca, que es lo único que cabe, lo succiono dos veces dispuesta a llevarlo al cielo y hoy por fin complacer y hacer realidad sus deseos y sus más oscuras fantasías, pero mi enojado hombre la retira de mi boca.
     — No, _____________. Estoy cansado de que siempre me dejes con las ganas y que siempre te enojes conmigo. Hoy no quiero sexo oral.
     — Muy bien, pues entonces vete a la mierda. Me tengo que cambiar.
     Gianluca abre su boca al máximo. Su cara de desconcierto me hace gracia, pero no cambio mi gesto tan serio.
     — ¿No me vas a rogar?
    Sin poder evitarlo, suelto una ruidosa carcajada que claramente lo enoja más. Para lo que me importa. Colocandome la braga del bikini, digo:
     — Por favor, no soy ninguna rogona. Y para que te lo sepas, hoy, precisamente hoy pensaba darte el gusto en todo lo que me pidieras... Iba a premiarte... Pero ya estás tú para sexo oral.
     — ¡¿Qué?! ¡Oh por dios! Corazón, podemos... Podemos empezar de nuevo... Sólo quería hacerte enojar para que me rogaras y te juro que pensé que querías dejarme con las ganas de nuevo... Anda mi amor, vuelve a...
     — No, Gianluca. Ya se me quitaron las ganas, así que por favor, ¿serías tan amable de irte de mi cuarto?
     Gianluca vuelve a fruncir su entrecejo y más rápido que un rayo, se pone su ropa.
     — ¡Vete al carajo, __________!
     Sisea y se va dando un portazo.
     ¿me acaba de mandar al carajo? Que pedazo de imbécil... Ya me hizo enojar más. Restándole importancia, me dirijo al baño y me doy una pequeña ducha para asearme. Huelo deliciosamente a sexo.
     Salgo de la ducha, me cambio y bajo a la cocina en busca de mi sándwich. Ignazio está platicando con Gaby y justo en el momento en el que ella iba a morder MI sándwich me arrojo a ella y se lo arrebato. Intenta quitármelo, pero Nachito le dice que en verdad el sándwich es mío y me deja en paz. Le saco la lengua, le doy un besito en la mejilla a Ignazio, tomo uno de los batidos que hay en la nevera y me voy felizmente a devorar mi sándwich en una de las mesas que están en la alberca. Ahí están los pingüinos con sus bañadores ya puestos. Debo decir que se ven tremendamente ardientes con sus cuerpos tan esculturales.
    — ¡Mavis! — grita Charlie — trajimos Pizza y hamburguesas, ¿quieres?
    No lo pienso dos veces para correr como una gacela junto a los pingüinos. Devoro absolutamente todo lo que me cabe, me como unas tres hamburguesas, mi sándwich e incontables rebanadas de Pizza. Bobby me regaña y exige que cuando terminen las vacaciones vaya todos los días a su gimnasio dos largas horas cada día. Lo mando a la mierda y me bebo un delicioso frozen de fresas. Estoy bebiendo encantada de la vida, cuando aparecen los demás con sus bañadores puestos. Francesco tiene unos cuadritos de infarto que hacen babear a cualquiera... Jocelyn suertuda... Mike también tiene lo suyo y mi Sebas... Bueno, es bastante alto y tiene unos cuantos cuadros que apenas y se le notan. Mi hombre tiene un abdomen delicioso... Pero como estoy enojada hasta las narices con él, lo ignoro. El que verdaderamente capta toda mi atención es Piero... Si no babeo es por pura prudencia... ¡Dios! Pero que cuerpazo más lindo y bien ejercitado se maneja... Su trasero es enorme, firme y redondo. Bajo su ombligo tiene un maravilloso y fino caminito de vellos que invitan a querer ver lo que hay bajo su ropa interior... ¿Que demonios estoy pensando?
Culparé a Piero, me dejó loca con el "inocente regalo" que me dio. Quiero sacarme unas fotos con mis pingüinos desde mi teléfono y recuerdo que lo dejé en la cama. Gruño y me levanto para ir en busca de el. Estoy a punto de entrar, hasta que choco con un jirafón que me apachurra mi vaso de frozen.
    — ¡Oye! Ten más cuidado por donde caminas, mocosa.
    Fulmino a Sebastián con la mirada e intento pasar por un lado, volvemos a chocar, intento por el otro e igual chocamos.
     — Ves pitufo, por eso tienes que ponerte a dieta. Estás tan gorda que ni si quiera cabes por la puerta. Será mejor que me des esto — me quita mi frozen de las manos — a ti te hace daño y yo muero de sed.
    Sebastián se bebe todo mi frozen en dos segundos y siento que la sangre se me espesa del maldito enojo. No voy a llorar, no lo haré... Pero si le cortaré el pescuezo a este imbécil...
    — Hijo de puta...
    Siseo dando unos cuantos pasos para encararlo. Sebastián abre sus ojos como platos y se asusta al ver mi mirada.
    — Shifu, sólo... Sólo estaba bromeando... Tú sabes que así soy...
    — Ese era el único frozen que quedaba y era mío... Y tú te lo tragaste...
    — Es que... Es que a ti te hace daño, minion... Estás muy gordita y ni siquiera te queda la ropa...
    Estiro mi mano rápidamente para agarrarlo de un brazo, pero el imbécil se logra escapar y comienza a correr como gallina. Salgo disparada tras él, saltando por todo el enorme patio los obstáculos y sillas que hay. Sebastián lleva una estúpida sonrisa burlona en la cara que me hace enojar cada vez más.
    — ¡Me las vas a pagar hijo de puta!
    Grito con la lengua de afuera. Sebastián suelta una carcajada mientras sigue corriendo. A casi a la orilla de la piscina están los pingüinos hablando entre si, Sebastián corre entre ellos con dificultad y eso me da la oportunidad de alcanzarlo unos centímetros. Cuando paso corriendo como loca entre ellos, uno de los imbéciles saca su pie, tropiezo y empujo a Sebastián. Los dos caemos al agua, yo encima de él. ¡ajá! ¡te tengo, marica!
    La cantidad de agua que trago es bárbara, pero ni me importa. Salimos a la superficie y comienzo a darle de manotazos en la cara, en la cabeza y donde le caigan. Sebastián chilla como una niña y no se cómo, logra escapar de mi nadando hasta la orilla. Gruño. Tomo mis sandalias que debieron salirse de mis pies cuando caí al agua, se las arrojo y logro acertar en su cabeza. Segurito le queda un chichón. Mi enojo sube cada vez más al ver a Sebastián que no deja de reír al verme.
     — ¡¿De qué infiernos te estás riendo, pedazo de mierda?! ¡Espera a que te ponga las manos encima!
    ¿Que le resultará tan gracioso?. Intento caminar, pero mi pulso se acelera al no sentir el suelo y me doy cuenta que estoy en la parte más profunda de la piscina. Chillo. ¡yo no se nadar! ¡no lo se! ¡¿Como demonios llegué aquí?! Me hundo sin poder evitarlo e intento patalear para no ahogarme.
 
    ¡Vamos __________! ¡Tú puedes! ¡Recuerda las clases de natación que le dio Sid a Diego en la Era de Hielo!
    ¡Buena idea!
    ¡Garra, garra, patada, garra, garra, patada! ¡asecho a la presa!

    ¡Esto no funciona! ¿Que voy a hacer? Moriré ahogada y... Y Sebastián ni siquiera hace el intento de ayudarme... Tampoco los pingüinos, ni Mike, ni Gian, ni Piero, ni nadie...
     Estoy hundiendome cada vez más rápido, cuando siento que alguien me sujeta de los hombros y me saca a la superficie. Sin pensarlo dos veces, lo abrazo con toda mi fuerza... Ese cálido, y suavecito pecho sólo puede ser de alguien...
     — Pequeña, ¿estás bien?
     — Nachito... Tú... Tú estás aquí...
    Sin poder evitarlo, rompo en un terrible, pero suave llanto. Ignazio me abraza con fuerza cuando nota que estoy llorando. Sebastián y los pingüinos continúan riendo y eso me rompe el corazón... Que bueno que les resulte tan gracioso que estuviera a punto de morir ahogada.
     — Todo está bien, pequeña... Tranquila, aquí estoy y te dije que no permitiría que nada malo te pasara, mucho menos en mi presencia.
     Susurra acariciando mi cabello. Asiento abrazandolo más fuerte.

    Unos minutos más tarde en que Nachito me consuela y hace que deje de llorar, me ayuda a salir del agua. Justo por donde está Sebastián y los imbéciles pingüinos sonriendo. Sebastián al ver mi rostro que es como el que tiene Bob Esponja cuando Calamardo le hace su horrible broma en el día de los tontos, se tapa la boca y me ve asustado... Y tal vez arrepentido. Me voy con Ignazio a la cocina. Ahí, me seca el cabello con una esponjosa toalla, coloca otra encima de mis hombros y me da un vaso con agua fría para que me calme. Lo acepto encantada. Termino de beberlo, le doy un fuerte abrazo de oso, un beso en la mejilla, mil gracias y me voy a mi cuarto para cambiarme de ropa. Me dejo el bikini mojado, pero me pongo un short demasiado corto que se que molestará a Sebastián y lo harán rabiar. ¡Para lo que me importa!
   Le doy unas cuantas caladas a mi inhalador y me dirijo a la piscina pavoneando mi trasero de un lado a otro. Los pingüinos y Sebas al verme, bajan su mirada.
    — Mi pitufito hermoso, perdóname mi corazoncito lindo y precioso... Fui un...
    — Imbécil.
    Siseo y le dejo ir un fuertísimo derechazo en la cara que lo hace caer al fondo de la piscina. Empujo también a los pingüinos y estos caen encima de Sebastián. ¡Toma ya!
     Me voy a recostar a una de las cómodas sillas a disfrutar del día. Me quito descarada y sensualmente mi camiseta y short, quedando sólo en el diminuto, pero sensual bikini... ¡En el mar, la vida es más sabrosa!
    Tomo mi bloqueador solar, estoy aplicándome en mis piernas, cuando aparece un sonriente Piero frente a mi.
     — ¡Hey Bellita!
    Saluda sentándose en la silla que está a la par.
     — ¡Hey Pierito!
     Chillo como niña. Intento aplicarme bloqueador en la espalda, pero mis manos son un poco chicas y se me dificulta alcanzar. Volteo a ver a Piero haciendo un puchero y éste, sin necesidad de preguntarle, ni pedirle nada entiende, sonríe ampliamente, me quita la crema de las manos y dice en su tono pervertido:
     — Encantado de la vida, bellita.
  

Nota: ya se fijaron que cambié la portada? :) espero que les guste mucho.
Hey :( he notado una disminución drástica en los votos... ¿que pasa? :( ya no les gusta la historia? Voten por favorrr 😢

~Una Vida Juntos~  (Gianluca Ginoble Y Tú) TEMPORADA IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora