Capítulo siete.

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Hey, hola ¿Como han estado? espero que muy bien. Disculpen por no haber subido ningún capítulo, no he tenido tiempo, mi abuela ha estado enferma y ya he entrado al colegio, y ya saben dejan muchas tareas...

Pero sin más les dejo el capítulo. 😘



Capitulo siete.


Siguieron a los hombres uniformados hacia un edificio de aspecto rústico que rivalizaba en tamaño con el avión de Naruto. Una pequeña torre de control, que parecía abandonada a aquella hora del día, se alzaba discretamente a la derecha del edificio. Una ola de viento caliente y seco se levantó a su alrededor y le resolvió el pelo.

Hinata se llevó una mano a la cabeza para evitar despeinarse. Naruto le sostuvo la puerta abierta.

-No es necesario fingir ahora -le dijo él-. Podemos hacerlo más tarde.

Sus ojos brillaban peligrosamente con algo. Algo que daba miedo. Una persona. Una petición.

A Hinata se le aceleró el corazón. Pasó bajo su brazo mientras dos palabras se repetían en su cabeza a modo de amenaza. 

Más tarde.


Quince minutos más tarde, tras un breve «Bienvenido a México» por parte de los aduaneros, se acomodaron en el asiento trasero de un Mercedes Benz plateado, con el equipaje en el maletero.

-¿Vamos a Garza García? -preguntó en español el conductor uniformado.

-Sí, por favor -respondió Naruto en el mismo idioma.

Sentía un cosquilleo en la palma de la mano. La mano con la que había tocado a Hinata. La mano con la que la había agarrado por la cintura y había hecho que Hinata se apartara de él.

Frunció el ceño y miró el reloj; eran las doce y diez de la noche. El deseo nunca había sido así. Podía desear un reloj, o una casa, o dinero, pero desear a aquella mujer en particular no era un capricho. Era una necesidad, algo almacenado durante demasiado tiempo, algo tan valorado que tenía miedo de hacerle daño.

El coche se puso en marcha y Hinata se puso a mirar por la ventanilla sin dejar de juguetear con las perlas de su collar.

-¿Ha tenido un viaje agradable, señor Namikaze? -preguntó el chófer.

-Sí -respondió él.

-Esto es precioso -comentó Hinata, dejó el bolso en el hueco entre sus pies y golpeó la ventanilla con un dedo-. Mira las montañas.

Su piel parecía luminosa bajo el brillo de las farolas, y en la sombra sus ojos adquirían un brillo poco común.

-Mañana con luz te enseñaré la ciudad -respondió él.

-Gracias.

El chófer puso la radio y una música suave inundó el interior del coche. Hinata permaneció sentada en el otro extremo del asiento.

Demasiado lejos...

Naruto observó su figura, se fijó en sus pechos bajo el vestido, en la curva de sus caderas y de sus muslos.

Sus piernas largas y firmes tenían un brillo satinado e invitaban a envolverlas con su cuerpo, a derramar en su interior días, semanas, meses de deseo acumulado. 

-¿Me tienes miedo? -preguntó con un susurro.

Ella se enderezó y lo miró con sus ojos color perlas antes de bajar las pestañas.

Un pacto con el jefe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora