Capítulo nueve.

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-¿Has dormido bien?

-Por supuesto. Maravillosamente bien. ¿Y tú?

-Perfectamente.

Hasta ahí llegó la conversación a la mañana siguiente durante el desayuno. Hasta que Naruto comenzó a leer el periódico.

-¿Puedo pedirte un favor? -preguntó.

Hinata levantó la mirada y observó su rostro recién afeitado.  «Un beso», pensó con un nudo en el estómago. Una caricia. Un segundo beso para borrar el recuerdo del primero.

-Espero que no sea nada demasiado drástico -dijo por fin.

-¿Drástico?

-Oh, ya sabes... asesinato. Chantaje. No creo que pudiera salir impune de eso.

Naruto dejó el periódico a un lado, apoyó los codos en la mesa y se inclinó hacia delante.

-¿Qué tipo de jefe crees que soy?

  «Uno al que deseo», pensó ella.  «Uno que me besó».

Esos músculos fuertes y anchos bajo su camisa podían pertenecer a un guerrero.

Dios, ya no hacían hombres así.

Hinata había mentido. No había dormido nada. Si hubiera estado desnuda, en la oscuridad, a pocos metros de un león hambriento, tal vez habría podido dormir. Pero no. Habría estado a pocos metros del hombre de sus sueños, recordando el beso que habían compartido, y su cuerpo parecía por todos los años en los que no había permitido que nadie la amase.

Tras yacer en la cama durante horas, por alguna extraña razón se había puesto en pie y había inspeccionado la ropa que Naruto le había comprado... y se había puesto algo sexy. Un camisón blanco de seda que se ceñía a su cuerpo. Con el corazón latiéndole con fuerza, le había quitado el pestillo a la puerta, había regresado y había comenzado a esperar sin dejar de mirar hacia la puerta.

El picaporte había comenzado a girar y el pulso se le había acelerado. Había esperado minutos, pero la puerta no se había abierto. No había ocurrido nada. ¿Habría cambiado de opinión? Cansada de esperar, se destapó y salió de la cama.

La sala de estar estaba vacía. Y entonces, dividida entre una necesidad sin nombre y la necesidad de sobrevivir, había regresado silenciosamente a la cama. Y ahora, como si nada hubiera ocurrido, le preguntaba que qué tipo de jefe creía que era.

-Uno que nunca me ha mordido -respondió ella.

Él se carcajeó al instante y Hinata se puso en pie tras perder por completo el apetito. Él la siguió.

-Me gusta el vestido -dijo mientras estudiaba la prenda. Era un vestido muy bonito. Color perla, a juego con sus hermosos ojos.

-Gracias, a mí también me gusta. ¿Cuál es el favor?

Naruto se acercó a ella, la agarró por la barbilla y le levantó la cabeza. Una oscuridad extraña eclipso sus ojos, y su voz adquirió un tono grave.

-Sólo di: Sí Naruto.

Hinata sintió un vuelco en el corazón. Su voz sonaba increíblemente sexy por la mañana. Se zafó de él y se carcajeó.

-Ni siquiera sé a lo que estoy accediendo -dijo.

Naruto la rodeó lentamente con los brazos, como si fuera una boa constrictor.

-¿No puedes imaginártelo?

Algo explotó dentro de su cuerpo, y no era miedo.

Lujuria. Deseo. Todo lo que no quería sentir.

Un pacto con el jefe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora