Capítulo diecinueve.

7.2K 531 179
                                    

  El reloj marcaba la una y treinta y tres de la tarde. Naruto no paraba de repetirse a sí mismo que tenía lo que deseaba. Y aun así la satisfacción y la victoria no estaban a su alcance. Tal vez porque lo que realmente deseaba fuera otra cosa. O a otra persona.

Ya no sentía la presión; los abogados se encargarían de todo. Namikaze por un par de millones. Naruto por fin poseía todas las acciones de la compañía; había recuperado todo lo que Sakura le había arrebatado.

Al final no había sido tan difícil; Sakura no tenía nada con lo que negociar. O vendía o se iba a la bancarrota. Tras unas duras palabras por parte de Naruto y algunas lágrimas por parte de ella, finalmente habían logrado perdonarse.

Y con eso todo había cambiado. Al admitir su derrota, le había dado a Naruto la oportunidad de pintar su pasado con un color que no fuese negro.

Se sentía más ligero en ese aspecto. Pero sentía una presión en el pecho.

-¿Me necesitaba, señor Namikaze?

El corazón le dio un vuelco cuando Hinata entró en su despacho cinco minutos después de que la hubiera llamado.

«Sí, te necesito», pensó. «Y ya no me da vergüenza admitirlo»

-Te marchaste antes de que pasaran los diez minutos -dijo él sin apenas darle tiempo a cerrar la puerta.

Ella se sentó en silencio y le dirigió una mirada de hielo.

-Me di cuenta de que necesitabas tu espacio, así que te lo di.

Notó que parecía cansada. Como si hubiera dormido menos de una hora. Al igual que él.

No comprendía muy bien su rabia. Pero habían hecho planes de hablar más tarde, habían estado durmiendo juntos tan tranquilamente que no había imaginado que no tenerla consigo aquella noche pudiera afectarle tanto. ¿Eran diez minutos mucho pedir?

-Diez minutos, señorita Hyuga. ¿No puede ni siquiera darme eso?

-Estabas comportándote como un imbécil.

-¿Un imbécil? Y esto lo dice una chica a la que he malcriado.

Se puso en pie y comenzó a dar vueltas de un lado a otro del despacho. Deseaba celebrarlo con ella, destacar aquel día tan importante en su vida profesional con algo igual de importante en su vida personal. Pero sentía que primero tenía que arreglar las cosas con ella.

Hinata lo había deseado la noche anterior. Primero él había estado demasiado ocupado con Sakura. Sakura, que le había mentido y engañado . Y que se había vuelto tan insignificante para él que la había perdonado. Después de obtener de ella lo que deseaba.

Y todo gracias a Hinata.

De pronto sintió la necesidad de explicarse, de devolver la chispa a aquellos preciosos ojos perlados.

-Hinata, quiero hacerte una proposición -dijo.

Ella se quedó callada. No era así como había pensado hacerlo, pero tenía que hacerlo. Allí. En aquel momento. Tenía que saber que le pertenecería a él, sólo a él.

Se acercó a su silla y se agachó. Le puso la mano en la rodilla y dijo:

-¿Querrías ser mi amante de forma oficial?

A juzgar por el modo en que Hinata pronunció en silencio la palabra no, cualquiera diría que la había abofeteado.

-No -repitió en voz más alta.

-No creo que entiendas lo que estoy diciendo -dijo él acariciándole la rodilla hasta llegar a su regazo.

-¡No me toques!

¿Qué diablos le pasaba?

Le agarró la cara con una mano y la miró.

-Cariño, sé que es posible que hayas malinterpretado mi interés en hablar con Sakura, pero te aseguró que sólo era una cuestión de negocios. Es a ti a quien deseo, sólo a ti. Estoy dispuesto a darte...

-¿Qué? ¿Qué me darás? -Hinata se puso en pie y lo miró con odio-. ¿Te das cuenta de que lo único que he estado fingiendo durante todo este tiempo es que no te amo?

El corazón le dió un vuelco. La confesión fue como una bomba en su estómago.

-¿Amor?

Hinata se quedó mirando por la ventana y finalmente le entregó un documento que llevaba en la mano.

-Aquí está mi dimisión.

La dejó sobre las pilas de papeles del escritorio y se dirigió hacia la puerta. Pero Naruto atravesó el despacho como un hombre perseguido por el diablo y la agarró por los brazos.

-Si estás diciendo que me amas -dijo apretando los dientes-. ¡el menos mírame cuando lo digas!

-Suéltame -respondió ella mientras se zafaba.

Naruto la agarró del brazo y le dio la vuelta, pero ella gritó.

-¡He dicho que no me toques!

Temiendo que toda la planta pudiera oírlos, la soltó.

-Me deseas -gruño.

-No -respondió ella.

-Tiemblas por mí, Hinata.

-Para.

-Me deseas tanto que sollozas de placer cuando estoy dentro de ti.

-Porque finjo disfrutar con tus asquerosos revolcones.

-¿Fingir? ¿Qué diablos hemos fingido? -la apretó contra su cuerpo a pesar de que se resistía-. Ardemos el uno por el otro, Hinata. Los dos. ¿Acaso no entiendes mis palabras? Estoy pidiéndote que te quedes. Conmigo. Y que seas mi amante.

¿Acaso no se daba cuenta de que jamás en su vida le había dicho eso a una mujer?

-No estoy interesada en ser tu amante.

Cuando Hinata se zafó de él y abrió las puertas, Naruto maldijo en voz baja y se pasó una mano por su pelo rubio. Fue por su chaqueta, se la puso y la siguió hacia el ascensor.

Se metió con ella antes de que se cerraran las puertas.

-¿Tendo dos semanas para convencerte de que te quedes? -preguntó una vez dentro-. Te deseo aquí. Te deseo en mi cama.

-Deseas. Necesitas -la voz de Hinata temblaba de rabia-. ¿Es de eso de lo que querías hablarme? ¿De convertirme en tu amante?

Naruto la agarró por los hombros. Se sentía consumido por la necesidad.

-Di que sí. Dios, di que sí ahora.

Pero el modo en que lo miró no era el mismo de siempre.

-¿Crees que eso es lo que yo deseo? -preguntó ella-. ¿Alguna vez te he dado la impresión de que me conformaría con esa oferta?

Naruto dio un paso atrás. Deseaba demostrarle que no quería castigarla, sino amarla con la fuerza de sus labios, con el calor de su lengua.

-Te quiero -dijo justo en el momento que el ascensor llegó al vestíbulo.

Y aquellas palabras que nunca antes había pronunciado no tuvieron el efecto deseado.

Ella se rió con cinismo.

-Eres tan bueno fingiendo que no te creo.

Se dio la vuelta y salió del ascensor.

Perplejo, Naruto apoyó una mano en el espejo y cerró los ojos mientras intentaba encontrarle el sentido al torbellino de emociones que bullía en su interior.

¿Qué diablos había pasado?

Un pacto con el jefe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora