Capitulo 26

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Por ningún lado hallaban a Camilo, buscaron primero en el lugar del que ella le había hablado tanto. Pero nada, ningún indicio. También fueron a las comisarías a reportar la desaparición del niño o a recibir información acerca de algún buen samaritano que lo hubiera encontrado y llevado directo allí. Pero tampoco tuvieron éxito.

Dulce estaba más que desesperada, sus ojos cargados por lágrimas se habían derramado ya varias veces. Se negaba a ir a los hospitales, temía encontrarlo quien sabe en qué estado. La culpa corroía sus venas, se sentía por demás causante de lo que pudiera sucederle a su hijo, así esto no fuera de gravedad. Por lo que la opción de los hospitales no la usaría, a menos de que ya hubiera descartado todas las posibilidades que su lógica le permitía equiparar.

— Dani no es posible que Camilo haya desaparecido a tal grado de haberse casi esfumado. Es solo un niño, no pudo ir tan lejos a menos...—Los temblorosos labios no le permitieron continuar con su discurso, por lo que se llevó una mano a la boca cubriendo su dolor—. No he sabido ser una buena madre. Dios mío he tratado de hacer de todo para que él esté bien y mira, mi hijo esta perdido y yo con él si no aparece —se recriminó—. Siento que a veces lo malo que pudiera sucederle es a causa de mis mentiras. Nunca debí haberlo engañado con respecto a Ricardo. Me siento tan mal, yo no soy así Daniel y me he convertido en...

La joven madre rompió en llanto al recordar lo ocurrido, lo grave de sus falsedades ante su hijo. Pero más que nada también recordó la noticia de la presencia de Ricardo tan cercana a ellos. Daniel observó por unos segundos la melancolía de Dulce, pasados unos segundos más reaccionó un poco vacilante, pero dispuesto a abrazarla.

— Calma amor, tú no tienes por qué culparte de nada. Has sabido ser una excelente madre para Camilo, él está orgulloso de ti, lo sé —le acarició el cabello con ternura brindándole consuelo—. Es solo que... ni siquiera debería haberte dicho sobre Ricardo —de inmediato elevó la visión ella y negó con la cabeza.

— Esta bien, Dani. Lo mejor fue que me lo hayas dicho, de todos modos debía de enterarme —agregó dando un paso atrás y liberándose del abrazo. Daniel intento escudriñar sus gestos cuando la escuchaba hablar de Ricardo. Hacía tiempo que no se trataba ese tema, pero a ella no se le podía atribuir sentimiento alguno por él, mientras su hijo estuviera extraviado—. Dejemos de hablar sobre ese hombre, olvidemos el asunto, ahora lo importante es mi hijo. Iremos a los hospitales, y confió en que lo halle sano y salvo.

Daniel estuvo de acuerdo y dieron algunos pasos para entrar al hospital a donde ya estaban erguidos sobre el estacionamiento. No habían hecho acto de pasar debido al miedo e incertidumbre de Dulce ante alguna cruel noticia que pudiera dejarla sin aliento.

Le gustaba la forma en que Daniel lograba apaciguar un poco su dolor, a su lado se sentía protegida, respaldada. Pero pese a todo lo que pudiera atravesar, esa molestia en el pecho no se disipaba. Sentía que no le permitía respirar con normalidad. Su corazón le latía acelerado escuchando los informes que el personal del hospital les proporcionaba.

Resoplo un poco pacifica al recibir noticias negativas respecto a la localización de Camilo en ese recinto. Sin embargo sabía que su tormento no cesaría hasta no encontrar a su bebé sano y salvo, tal y lo suponía. Una suposición poco certera, pese a suplicarse así misma confiar en esta.

Como ese hospital, visitaron unos tres más. En ninguno daban información exacta, precisa o confiable del paradero del niño. La desesperación, desconsuelo y ansiedad carcomía sus entrañas. Daniel se dio cuenta cuando el aspecto deprimido que llevaba, fue cambiando hasta adoptar un tono mucho más sombrío, angustiado e incluso aterrorizado.

Sus ámbar y cristalinos ojos, hermosos por naturaleza, llenos de bríos, solo cuando la conoció, lucieron más opacos que de costumbre. Ya no hablaba, tan solo miraba el camino mientras se acababa las uñas de los dedos en sus manos. Observando a detalle el trayecto por donde transitaban de un hospital a otro.

Dulzura Destruida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora