Lado oscuro, mirada perdida.

Prólogo.

Observé como el poema quedaba entre sus manos, hasta sujetarlo y seguir caminando con sus amigos. Ellos le decían algo y la mirada de aquél chico continuaba en el poema doblado.

¿Lo leerá?
Lo hizo, por supuesto que lo hizo.

¿Le hablé a ese chico?
No, no lo hice.

Creía que aceptaría mi invitación para conocerlo, pero nunca llegó al lugar que en la nota situada junto al poema le indiqué.
Lo entiendo, lo peor es que lo entiendo; ¿quién aceptaría la invitación de un desconocido, el cual, mandó el poema con otra persona?

Porque eso hice, creyendo que él aceptaría, que nos volveríamos amigos, que seria una buena historia que valdría la pena recordar; desafortunadamente, mis expectativas fijadas a mis esperanzas fantasiosas estuvieron altas.

Un error que costó un dolor y un vacío que ya estaba muy abierto.

¿Por qué no aceptó la invitación?
Es un buen chico, no lo entendía.

¿Qué había visto en su perdida mirada?
Eso mismo, la forma en que su mirada veía al mundo, siendo a la vez un chico noble.
Supongo que en ese tiempo estaba demasiado vacío, podía gustarme cualquier persona, pero la pregunta es: ¿por qué él y no otra persona?

Habría podido ser cualquier otro chico, el primero que se cruzara en mi camino, pero fue él.

De camino al último piso con la música en mente,
Tratando de olvidar y superar lo hecho,
Ahora te veo corrompido, en dónde alguna vez hubo algo noble,
Y mis pisadas temblorosas trato que sean firmes.

Por tu mirada perdida no dejaba de mirarte,
De ilusiones pensaba que eras alguien distinto,
En alguna vez, del misterio no dejas de sumergirte,
Y de romper mi corazón débil yo era adicto.

A las miradas, hay que saber interpretar,
De lo contrario, el dolor será más que humano,
Hay que estar presente y a las buenas personas notar,
Seguir adelante, siguiendo el oscuro camino.

Tristes y melancólicas son las noches al recordar todo,
En lágrimas cayendo y sollozos ahogados, encontré paz y tranquilidad,
Con una mirada perdida mi luz es la oscuridad.