Capítulo V

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Está indignado.

¿Qué clase de osadía es aquella? es que... ¿Cómo se atreve a hacerle tal número? ¿Enviarle flores? con la caradurés de poner un recado un tanto inadecuado y obsceno para una persona ya en lazos sociales. ¡Él está comprometido, maldita sea! Es una completa falta de respeto hacia su persona.

« ¿Qué se cree, insolente adultero? Ya sé que es un debutante, pero... ¡Los estamentos son tan claros y fáciles! ¿Es que no puede ponerlos en práctica acaso...? »

Piensa la excelencia de orbes cielo mientras refunfuña y voltea todo el camino, tropezándose y maldiciendo todo el rumbo a su mesón.

Y para colmo la flor que sostiene en sus manos es patéticamente suave y huele estúpidamente bien, su textura se asemeja a la seda, solo que un poco más lisa. Deben de ser esas peculiares porosidades las que le dan ese efecto mágico al tacto.

Tiene el ceño totalmente fruncido, no se da cuenta cuando las comisuras de sus labios se elevan para transformar su expresión en una instintiva sonrisa.

Está avanzando, pero en realidad sus pies lo llevan su habitación contra su voluntad, ha estado actuando por inercia últimamente, le parece un poco raro. Sin embargo... siente una extraña libertad que fluye en los canales emocionales de su ser cada vez que comete algo intrépido.

En su andar ha volteado un par de veces para asegurar que ningún criado esté cerca o que nadie inapropiado le esté siguiendo.

Cruza el último tramo justo del lado de las escaleras principales, sigue a través del estrecho corredor hasta llegar a tétrico blanco del umbral de la que alguna vez fue su habitación.

Gira el pomo y se introduce con pasos lentos, al pasar los segundos queda levemente impactado por la lluvia de recuerdos que sucede en su psiquis.

El olor al óleo añejado que brota de los cuadros con hermosos paisajes agrestes, están esparcidos a lo largo y ancho del área.

El remordimiento le pica el corazón, añora sus aposentos. Es que ya no pasa tiempo allí desde que fue a las preparaciones abandonó aquel sitio y todos los recuerdos que se adjuntan a éste, se olvidó de todos aquellos cuadros y las pequeñas figurillas de porcelana apiladas en numerosos estantes apoyados junto a las paredes. En su niñez le parecían graciosas las siluetas de las estatuillas con las que jugaba.

Ahora tiene conceptos claros.

Son animales.

Animales de todos los tipos, tallados en pequeñas piezas de cerámica.

Louis se pregunta tantas cosas en aquellos momentos, le intriga la forma en que llegó a tener esa conexión especial con todo aquello, recuerda los fines de semana cuando su madre llegaba del trabajo con unas nuevas piezas para su colección.

Se halla sonriendo, fue tan feliz durante su infancia. Aquellos tiempos en los que dormir, comer y jugar fueron las actividades más elementales en todo el cosmos. Sin embargo, ya de joven debe de preocuparse por cosas igual de estúpidas, pero para su entorno "indispensables".

Louis está en una pequeña pero conflictiva encrucijada interna. Sostiene la rosa trémula entre sus manos sudorosas, de pronto la molestia de su reciente apatía pica hondo en sus débiles sentimientos.

Así que toma un respiro.

¿Cómo debe sentirse? ¿Cómo se SUPONE que debe sentirse? Bien por la rosa y mal porque su prometido lo ha dejado para escribir centenares de gratitudes por su cuenta. Quiere... La verdad ni siquiera sabe qué quiere en aquellos instantes.

Cae de vuelta en sí, se encuentra frente a su antiguo modular de noche, yace ahora sentado en la que fue su cama y está...

Sonriendo.

Estamentos de Honor (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora