Capítulo XII

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Su vista se humedece, siente una gota chorrear por su pómulo, cuándo inmediatamente la limpia; ajusta mejor la precisión de la velocidad del transporte y este responde con un susurro obediente a la par que acelera dejando un rastro translúcido a su paso.

Furia. Ira.

Quiere aplastar el manubrio con sus manos, quiere gritar de la rabia, quiere arrancarse los cabellos de la impotencia. Desea saciar la sed de aplacar ese sentimiento que lo enerva en sobremanera.

¡Puta sociedad en la que viven!

¿Cómo se pueden hacer llamar civilización? Pues lo más comparado con lo que Harry encuentra a la Mort es, un barranco de fieras flacas y hambrientas. En el cual todos, sin excepción terminarán envueltos con las mismas mierdas.

Parásitos carroñeros, inmorales y cobardes.

¡Insensible! ¡Eso es lo que es!

El ruloso carraspea, para disimular el nudo que no puede desatar en su pecho.

Sus dedos tiemblan cuando recuerda aquellos ojitos tornarse acuosos, su nariz colorarse, la forma en que su voz falseaba.

El deseo que de sus ojos brotaban, aún con palabras insípidas dichas, las cuáles se forzaba por creer cuando las entonaba.

¿Cómo jugar un juego en el cuál ellos no tienen cabida?

¿Cómo decidir cuándo no se tiene postura?

¿Cómo amar cuándo tus sentimientos no deberían ser?

Un pitido lo espabila. De alguna forma ha llegado a Orchis, seguido del pitido escucha la voz de su recepcionista tras el intercomunicador del transporte.

—Deseadas maravillas, excelencia. ¿Accederá?

Él se toma su tiempo, como siempre lo hace. Mas está vez, trata de encontrar su voz.

—Así es. Ténganme listo aperitivos y estimulante, subo en instantes —responde esencial, sin saludar cómo solía hacerlo. Pues ahora no se siente de humor.

Aparca el transporte y un Bronze recoge su abrigo cuando baja, lo recibe con las cordialidades correspondientes. Sin embargo a Harry le da todo igual.

No sabe de modales, no saluda a nadie cuando atraviesa la recepción. Todos aguardando que él diera señales para así poder permitirse a ellos acerársele. Nuevamente el ruloso no es más que una sombra que se dirige hasta el elevador.

Pulsa el piso adecuado y el camino hasta ahí se vuelve eterno. Tal vez son segundos pero los tiempos en agonía se prolongan más a su parecer.

Sabe a dónde quiere llegar, lo intenta mientras sus piernas parecen estar secándose en yeso, volviéndose más y más lentas. No encuentra a nadie en el recibidor principal por lo que decide probar habitación por habitación hasta encontrarlas.

Cuando por fin da con ellas, su voz parece abandonarlo.

Sus mejores amigas se encuentran en el despacho general, ambas seguramente haciendo algo que tenga que ver con Orchis.

No es hasta después de unos segundos que Kendall lo percibe en la puerta. Ella lo mira curiosa, pero él ya está completamente sin defensas.

Es solo él.

Harry Edward Styles.

Un joven enamorado del amor, siendo que el amor que él posee no puede ser aceptado como debe. El que también sufre por un tierno Or que no ha tenido la culpa de lucir tan perfecto ante sus ojos.

—Harry —llama la morena.

Él se paraliza, no sabe porque se comporta demasiado susceptible.

Estamentos de Honor (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora