Capítulo XI

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Si la gravedad es la fuerza de atracción que un cuerpo celeste ejerce sobre los cuerpos que están cerca o sobre él. Y ésta lo mantiene todo estable, centrado, constante, pues Harry desconoce cualquier fuerza de atracción a un centro... Tal vez conoce una.

Se encuentra a su lado.

Yace pesadamente a su costado dándole la espalda. Escucha su tácita respiración y los leves ronquidos que tiene, aún están entrelazadas sus sedosas piernas con las suyas. Sus hombros se mueven despacito, respirando sin prisa alguna. Rayos vespertinos se filtran curiosos en la recamara. Éstos contornean la curvea figura regalándole un aurea primorosa.

Se pregunta cómo es posible tanta belleza. A su vez pierde instantáneamente la respuesta cuando Louis se voltea buscando un poco más de calor en su cuerpo. Lánguidamente el menor consigue quedar apoyado sobre el pétreo torso del ruloso. En cambio Harry queda catatónico, temiendo hacer cualquier estúpido ruido, no queriendo siquiera imaginar el despertar del ojiazul. Cuando su pequeño parece nuevamente en medio de un pacífico sueño. Su mano se desliza instintiva a la espalda del petizo, moviéndose confortadora, sirviendo mansas caricias. Luego pasa a los cabellos de éste, los cuales aún se hallan sedosos y con aroma a coco.

No puede sacar su mirada del rostro que tiene en frente. Entonces recuerda la noche que ambos tuvieron. Una noche magnífica. Contempla el par de refinados labios que anoche se hallaban irresistiblemente apresados entre sus dientes. Sus luminosas mejillas que ya no están teñidas de rojo. Observa la mano que tiene apoyada en su pecho y recuerda como estallaban a deleitación los arañazos que tiene ahora.

Se promete conservar para siempre todos los recuerdos de la velada. Los atesorará y los mantendrá a salvo en su memoria.

Ahora, no tiene ni la más pálida idea de qué hacer seguidamente. Todo Louis lo supera, sin importar que esté allí durmiendo plácidamente en su pecho.

De sus labios se escabullen pequeños ronquidos, a él le causaría gracia aquello, en diferentes circunstancias, claro.

Cree que no hacer nada es lo mejor para el momento. Porque sus ideas se dividen en dos polos muy conflictivos entre sí.

Una parte suya quiere degustar cada centímetro de la piel del curveo, quiere probablemente despertarlo con cosquillas y decirle lo muy feliz que le hace.

Obviamente su lado consciente sabe que Louis se reirá de sus cursis manías.

La contraparte quiere levantarse de la cama, huir a donde sea, menos donde tenga que toparse con el Or Tomlinson cuando se despierte.

A propósito, he ahí el dilema.

Harry no posee noción de cómo reaccionará Louis. Tal vez arme un escándalo o tal vez continúe de mimoso. O tal vez lo amenace y lo mande junto con los Bronze a limpiar mierda debajo de la cuidad.

Todas aquellas ideas navegan en su sistema, mientras él no mueve un mísero músculo.

Espera por el cosmos, para que le dé una señal para él poder así tomar partida, honestamente no sabe qué exactamente está esperando, pero sea lo que sea. Lo espera.

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Su espalda se encuentra un poco tensa, sus músculos se encuentran endurecidos, se contraen perezosos a cooperar, ocasionándole tirones. Un gemido desprevenido es la consecuencia de todo aquello.

Su noción se acomoda lentamente como un puzzle, hace memoria para saber qué lo despertó de repente. Está tan cansado que los ojos son muy pesados como para mantenerlos abiertos.

Toques en la puerta.

Ahora lo recuerda, esos molestos toques fueron los que lo han despertado.

— Voy a exiliar a esa persona —sentencia.

Estamentos de Honor (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora