9.- Hacia el norte

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Lawlien se encontraba a la entrada del reino. Una enorme puerta se alzaba ante él, la entrada y salida de la muralla que rodeaba Alleverbelin. Agarró su bolsa de viaje y miró alrededor. Debía tener cuidados de que nadie le viera. Para pasar a través de la puerta de varios metros de alto debía utilizar un pasadizo situado bajo tierra.

No había visto a Cies. Se suponía que sería su compañero de viaje, pero aunque la luz blanca del alba ya asomaba por el horizonte, él no se había presentado. O quizá simplemente no le había visto. Nada más conocerlo se dio cuenta de que sería un muy buen adversario. Ninguna persona en la sala se había percatado de su presencia hasta que su rostro había emergido de las sombras. El Amo seguramente lo había escogido por laguna razón. Y no podía ser más extraño puesto que jamás había hecho a Lawlien hacer una misión acompañado.

Asumió que en algún momento aparecería, y de aquella manera se agachó y pasó por un pequeño orificio en la pared de piedra. Se escurrió al interior de la muralla y en plena oscuridad avanzó rozando los muros del pasadizo con la palma de las manos. No podía ver nada, ni tan siquiera el pecho o la ropa. Apretó la mandíbula al escuchar ratas. Por lo que había oído hacía tiempo que nadie utilizaba aquel pasadizo. Normalmente la puerta estaba abierta durante el día, pero con las fiestas que se avecinaban y con la última noche de caza, el reino no dejaba pasar a nadie salvo los carruajes de los reinos vecinos.

Cuando por fin una luz clareó otro agujero en la otra punta de la muralla, suspiró satisfecho. El cielo comenzaba a estar azul y naranja. Las nubes de la tarde anterior se habían dispersado y sólo se podían divisar por el horizonte. Sacudió sus pantalones de polvo y volvió a mirar a su alrededor. Ante él un sendero que se perdía en la espesura de un bosque le indicaba el camino. Se encogió de hombros.

Alleverbelin era el reino más al sur de los cinco. Significaba que aquel camino sólo podía conducir al norte. Caminando con tranquilidad, sus pasos le llevaron por el sendero. Los árboles se hacían cada vez más altos, sus copas perseguían la luz, que se filtraba vagamente dando color. El verde predominaba en todo. Los troncos se veían envueltos en hojas, las piedras llenas de musgo e incluso el pequeño río que lo acompañaba a su paso tenía plantas que provocaban que el color fuera oscuro.

La mayoría de lagos en el reino y a las afueras eran cristalinos. Se podía ver el fondo y los múltiples peces de colores. Por las noches parecían espejos y se decía en ocasiones, que en Alleverbelin había dos cielos y dos lunas por aquella misma razón.

Lawlien se paró en seco. Se oían pasos cercanos. Se preguntó si debía esconderse, después de todo ya estaba fuera del reino. Se mantuvo en su sitio y ojeó alrededor. Se dio la vuelta y retrocedió un paso. Un enorme caballo se alzaba ante él con las patas delanteras en el aire. Ahogó algo parecido a un grito cuando del susto estuvo a punto de caerse.

Unas carcajadas interrumpieron en sus pensamientos. Cies, montado en el caballo blanco le miraba divertido. Su pelo rubio caía despreocupado sobre su cara, parecía estar mojado.

-Si vas a pie no llegaremos allí ni en primavera.

Y cierto era. No quedaba nada para que el invierno diera comienzo, pero allí los mismos árboles no se dejaban engañar y sólo una semana antes del nuevo año soltaban sus hojas.

De detrás de él otro corcel salió. Un caballo oscuro de crin negra y de calcetines blancos. Cies hizo un gesto con la cabeza sin borrar su sonrisa pícara para que se montara en él. Lawlien le dirigió una miradas de pocos amigos, pero finalmente cedió y se subió. Debían llegar a Rian antes del anochecer y si no se daban prisa se quedarían a medio camino.

-Tú me guías -señaló el rubio.

Lawlien tenía una brújula. El objeto había sido un regalo de Eraw. Era una brújula normal y corriente, pero la tenía mucho aprecio. Con ella estaba seguro de que no se perdería. Solo debía ir hacia donde la aguja mandaba. Hacia el norte.

AlleverbelinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora