19.- Reino de los Piratas

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La joven entró a la habitación con la mirada clavada en el suelo. La tenue luz naranja era la única que alumbraba las paredes de piedra, y hacía que las sombras danzaran con soltura. Una mujer se acercó, sonriente, sosteniendo algo grande y pesado entre sus brazos. El hombre no se movió de su asiento.

-La primera parte del plan está completo, Amo -susurró Tashvania, clavando su rodilla en el suelo-.

-¿Orion está en el palacio? -Magdala negó la cabeza con divertida desaprobación- Esa cárcel tiene demasiadas ratas...

-Está bien -el Amo lanzó una risa ronca-. Ahora, dentro de dos días es la hora de que tú entres en acción.

Tashvania tensó los músculos. Por fin formaría parte del plan. Por fin descubriría para qué habían servido las muchas clases que había tomado durante la semana. Reprimió su impulso de alzar la vista.

-Saldrás al anochecer de Alleverbelin e irás al norte. En la frontera con Rian hay un pueblo pequeño llamado Mapola donde esperarás a que llegue un carruaje real -hizo una pausa larga. Tashvania entrecerró sus ojos oscuros para escuchar atentamente-. No hará falta que digas nada, simplemente súbete.

-¿Y debo...?

-Querida -saltó repentinamente Magdala-, tú eres la nueva princesa Suris. Y vas a asistir a las fiestas de Alleverbelin siendo la heredera de Oblibia.

La asesina, incapaz de controlar sus emociones, alzó la mirada hacia su tutora. Ella viviría en el palacio real durante la próxima semana, entre verdaderos nobles, viendo día y noche a Toribia. La vida que jamás había llegado a tener porque se la arrebataron de las manos.

-Debes recordar tu misión en todo momento. Y responder al nombre de Suris. También debes comportarte, bailar si así lo piden, comer si así lo piden, guardar respeto, hablar de política, y fingir que los reyes de Oblibia son tus padres -continuó-. Solo una semana, querida, solo una. Y cuando las fiestas lleguen a su cúspide...

Magdala sonrió. No era necesaria más información. El Amo sonrió, por lo que Tashvania se obligó a sí misma a clavar sus pupilas en el suelo.

-Márchate -dijo con su tronadora voz-, nos volveremos a ver en siete jornadas; cuando la sangre de toda la realeza marque nuestro camino hacia la victoria.




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-¡Law! -Gritó la joven- ¡Law!

El asesino se volvió, molesto. El momento de jubilo había pasado hacía un par de horas, y aunque sus perseguidores no se había acercado más, la alegría se había esfumado de sus rostros.

Arelis trotaba sobre su caballo, sintiendo sus piernas adormecerse. Su cadera estaba dormida y entumecida por no haber caminado en tanto tiempo. Pero nada de aquello parecía importarla. Incluso viendo cómo vestía, a diferencia de la primera vez que Lawlien y Cies la había conocido, en aquella ocasión, aunque llevando el mismo vestido, la chica estaba completamente embarrada y mojada. Su pelo estaba sucio, al igual que su rostro, y sus manos llenas de heridas y ampollas por agarrarse a la cuerda del caballo con casi ferocidad.

-¿Cómo está Cies? -Preguntó, preocupada- Deberíamos parar.

-No podemos parar hasta que lleguemos  a Oblibia.

AlleverbelinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora