8.- La Hija del Mar

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-Suris -respondió la joven-. La princesa de Oblibia se llama Suris.

-¡Bien, querida! Me alegra ver que sabes algo sobre el tema ¿Has oído la historia del Reino de los Piratas?

Magdala se paseó dando largos pasos por la habitación. Su túnica negra rozaba contra el suelo y enmudecía el tacones de sus zapatos. Cogió un libro haciendo mil florituras con las manos. Tashvania no respondió. Lo único que sabía era que Suris había muerto a manos de los piratas. Pero la información que había podido escuchar del Amo rompía con lo poco que ella había creído saber.

-Dicen que, hace muchos años, los piratas atracaron Oblibia en busca de tesoros -La mujer no tomó asiento, siguió moviéndose a la par que las palabras salían de su boca pringadas de un tono profundo y pausado-. Por aquel entonces aquel reino era hermoso. Con riquezas inimaginables. Las casas eran blancas y los tejados azules, una ciudad flotante unida por puentes. La gente era feliz.

Hizo una pausa para mirar a la asesina, quien parecía escuchar con atención. Sus ojos oscuros estaban clavados en una de las paredes. Daba la sensación de estar sumida en sus pensamientos.

-El rey, que por aquel entonces era joven e inocente, no supo que hacer cuando los terribles corsarios atacaron su pequeño y hermoso reino. -Continuó- Y cuando los piratas supieron que no tenían ningún tesoro más que robar allí, decidieron apoderarse de Oblibia al completo. -Carraspeó y relamió sus labios para continuar- El rey, al saberlo, se enfureció, pero era un cobarde ¿Y qué hizo? ¡Un pacto, como si aquello fuera a solucionarlo! Ofreció a su primera hija a cambio del reino...

Tashvania se volvió. Magdala sonreía ante la cara de asombro de la joven. Habían intercambiado una vida por un reino, por otras muchísimas personas. Pero era la princesa. La futura heredera.

-Los reyes evitaron a toda costa tener un hijo, incluso se separaron, y la reina se fue a vivir a otro lugar ¡Pero ah, los hombres son los hombres! El rey se enamoró de una preciosa extranjera y pronto corrió el rumor de que sería la nueva reina. Era una mujer con carácter, que se valía por sí misma ¿Y quién hubiera pensado jamás, que aquella doncella en apariencia tan frágil, formaría parte de los más brutos corsarios? Tuvieron una hija y, muy a pesar de Oblibia entera, se la entregaron a los piratas cuando tenía menos de un año de edad. Entonces la reina desapareció y jamás se la volvió a ver.

-... Los piratas arrojaron a la princesa al mar, a las más oscuras profundidades del océano -Continuó Tashvania en un susurro-. En su memoria, cada año en Oblibia una de las familias donaba un recién nacido para mandarlo al horizonte. Y así jamás nadie olvidaría nunca a la Hija del Mar, que los salvó una vez.

Magdala asintió. La muchacha dejó escapar el aire que había estado reteniendo. Había oído en numerosas ocasiones la historia, pero jamás con tanta atención. Pensar que era real provocaba que se erizara el bello de la nuca y que un escalofrío recorriera su espalda. Pero ahora que sabía algo más, las preguntas se amontonaban en su cabeza.

- ¿Por qué los piratas siguieron allí?; el rey dio a su hija.

-Los piratas no son honrados, hicieron el pacto a medias. No se fueron, pero tampoco atacaron la ciudad. Simplemente la convirtieron poco a poco en un hervidero de sabandijas de mar. Pensarás que no sirvió de nada, pero la mala reputación de Oblibia a mantenido a todos los males alejados del reino.

-Oí decir al Amo que Suris no estaba muerta.

Una sonrisa ladina se dibujó en los labios rojos de Magdala. Tenía dos dientes de plata y uno de oro. Parecía haber dado justo en el clavo, porque la mujer por fin cogió una silla y se sentó frente a ella agarrando otro libro.

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