Capítulo 10

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Koyama había salido a correr por la mañana, le gustaba mantenerse en forma. Le encantaba correr en verano, pues no hacía frío y tras una ducha de agua tibia se quedaba como nuevo.

Cuando pasaba junto a un parque, vio una silueta que se le hacía familiar. Hizo una pequeña modificación en su ruta para acercarse a esa persona.

-¡Shige!- exclamó al verle.

El susodicho dio un pequeño salto, seguramente se había sorprendido.

-Ah... Koyama, buenos días- sonrió levemente.

Kato llevaba una pequeña cámara fotográfica en las manos.

-¿Te gusta la fotografía?- se interesó el mayor.

-Sí, quiero observar cómo evoluciona la flora de este parque durante el paso de las estaciones.

-Yo estaba a punto de volver a casa, salí a correr hace una hora... Aunque, ¿te importa si te hago compañía? Me parece interesante lo que haces- sonrió.

-Claro, si quieres...

Kato parecía muy concentrado en su labor, se le veía feliz.

-¿Vienes aquí muy a menudo?- preguntó Koyama mientras paseaban.

-A veces... Aunque también me gusta hacer fotos de lugares distintos. Por eso me gustaría poder viajar a diferentes países...

-¡Suena divertido!

Siguieron caminando en silencio. Koyama no le quería molestar, además no sabía de qué podían hablar...

De pronto, Kato tropezó con una piedra; en un movimiento rápido Koyama consiguió agarrarle por el brazo antes de que cayera al suelo. Por suerte, la cámara de fotos no cayó al suelo.

-¿Estás bien?- se preocupó Koyama.

-Me duele el tobillo...- el menor gimió levemente.

Koyama se agachó para examinárselo.

-Vaya, parece que te lo has torcido...- tocó la zona suavemente, haciendo que Kato volviera a gimotear. Se levantó, tomó el brazo del menor y se lo pasó por encima de los hombros- Vamos a mi casa para que puedas ponerte algo de hielo.

-N-no te preocupes...

-El otro día te dije que me iba a preocupar por ti, así que eso estoy haciendo- le sonrió Koyama-. Mi casa está cerca, apóyate en mi hombro para caminar. Yo te llevo la cámara de fotos- guardó el aparato en el bolsillo de su chaqueta.

Las mejillas de Kato se tiñeron de un suave color rojizo.

Durante el camino, Koyama no dejó de preocuparse por el estado de Kato. Andaba despacio para no forzar el tobillo del más joven. Una vez dentro del edificio, Koyama se paró en seco.

-¿Pasa algo?

-En mi edificio no hay ascensor y vivo en la segunda planta, tengo que llevarte en brazos...-dijo algo avergonzado.

-¿Qué...? No hace falta, puedo subir yo solo...

-No voy a permitir que te hagas daño- en un abrir y cerrar de ojos, Koyama cargó a Kato como si fuera una princesa.

-¡Bájame!- exclamó, completamente rojo.

Era la primera vez que Koyama le oía gritar, cosa que le resultó muy graciosa.

-Tranquilo, no te voy a dejar caer- el mayor comenzó a subir las escaleras-. Agárrate bien.

Resignado, Kato le rodeó el cuello con sus brazos. El tiempo que tardaron en llegar hasta el apartamento se le hizo eterno.

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