Capítulo 4.

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El rubio sonrió al momento que sintió los labios en su cuello y el borde de la piscina presionar contra su espalda, mientras su cuerpo estaba siendo apresado por su esposo, sin dejar siquiera un centímetro entre ellos.

Él estaba disfrutando de aquel contacto, no podía negarlo, sin embargo, cuando sintió la mano de su esposo posarse sobre su intimidad lo apartó, recibiendo una mirada confundida y un ceño fruncido por parte de este.

—No podemos —susurró, mirando más allá de donde ellos se encontraban —es un lugar público.

—¿Por qué no? Lo hicimos en la playa.

Sintió sus mejillas comenzar a arder, no por el recuerdo que le traía su esposo, sino por la posibilidad de que alguien pudiese escuchar lo que acababa de decirle Min Ho, a pesar de estar lo suficientemente lejos de las demás personas y ser los únicos en la piscina del hotel.

—No es lo mismo, no había nadie allí.

Hubo una sonrisa ladeada por parte de Min Ho y un nuevo beso, al igual que las manos paseándose por la piel de su esposo, lo sabía, estaban en un lugar público y lo que él quería hacer no era permitido si no quería que tuvieran problemas, a pesar de que las personas no estuviesen tan cerca de ellos, tampoco era que se encontraban solos en el área, era diferente a la noche que estuvieron en la playa.

Las botellas sonaron al chocar y se podía escuchar el sonido del mar como fondo además de la suave melodía que estaba sonando desde el móvil del más joven. Una melodía que sólo duró unos segundos más antes de que la canción terminase y comenzara una nueva un poco más movida, que provocó que la cabeza del rubio se moviera al ritmo de la música mientras llevaba la lata de su cerveza hasta sus labios, sonriendo cuando el líquido bajó por su garganta, refrescándolo a pesar de que una suave brisa se podía sentir.

El rubio miró hacia todos lados al momento en que se colocó de pie y comenzó a bailar al ritmo de la canción, no quería que algún guardia de la playa les dijera que debían retirarse porque no era seguro y mucho menos si se encontraban bebiendo.

—Min Ho —llamó a su esposo para que se uniera a él.

Sin embargo, sólo recibió una negación de cabeza acompañado de una sonrisa, al mismo tiempo que llevaba su lata de cerveza hacia sus labios.

—Tal vez debimos ir a un club, al menos así te vería bailar —se quejó sin dejar de moverse.

Su esposo se había negado a ir una vez más a algún lugar que pudiese repetirse lo de la primera noche que estuvieron en Busan, complaciéndolo con ir a cualquier lugar que él quisiera ir, a excepción de volver a ir a una discoteca.

—Dijimos no más discotecas.

Un mohín que demostró que el rubio no estaba feliz con esa respuesta y siguió moviéndose sobre la arena, dejando que sus zapatos se enterrasen en ésta porque él había tenido la esperanza de que convencería a su esposo de volver a ir algún club o discoteca.

Había leído que eran muy agradables y lo comprobó, a excepción de aquel golpe que recibió; golpe que al menos no había dejado ninguna marca en su rostro, sólo era aquella pequeña fisura en su labio inferior que con el pasar de los días ya se estaba volviendo imperceptible.

—Min Ho...

—No, Tae Min, y si continúas insistiendo creo que nuestro viaje deberá reducirse a los cuatro días que llevamos aquí.

El mohín en los labios del rubio se profundizó más a pesar de saber que la amenaza no sería cumplida, que su esposo no acortaría las dos semanas acordadas a sólo cuatro días que a su parecer habían sido maravillosos, pero sabía que era una especie de advertencia que por más que insistiera no conseguiría nada, incluso podía sentirse como un niño de cinco años y no como alguien de veintitrés.

Si el amor duele, ¿por qué decidí amarte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora