Capítulo 3

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-¿En qué lado lo hacemos?

-El izquierdo.

-De acuerdo, quedamos en “Mine” ¿verdad?

-Exacto- le sonrió ampliamente. No creía que fuese capaz de sonreír.

-Chaval, puede que esto te duela, tómatelo con calma, respira hondo,  intenta no pensar en ello, descéntrate y todo va a ir rodado, ¿vale?- sonrió nítidamente cosa que hizo que me relajara un poco, hasta que puso una plantilla en mi pecho izquierdo de la palabra “Mine” escrita con una preciosa y finísima caligrafía, y a su alrededor se entrelazaba un símbolo de infinito. En el momento en que sacó una pistola, supe que me iban a marcar de por vida. Oh no, oh no, ni hablar, me lo temía, no quiero recordar el resto de mi vida esto y estar marcado, no, no, no y no; intenté escabullirme presa del pánico y la no-voluntad que nacía en mí ante la descabellada idea. Pero la descarga me aturdió dejándome completamente sin fuerzas. Esta había sido más fuerte que la anterior, porque me dejó en un estado de completo shock, las piernas, los brazos, ni los dedos me respondían, sólo sentía que me dolía la cabeza.

-¡Harry! No hacía falta -se quejó el moreno con espanto.

-No se hubiese estado quieto, es un terco, esta bien, créeme, sólo aturdido.

Un dolor punzante empezó a penetrar mi piel, era simplemente horroroso, no lo soportaba, era horrible y parecía que nunca fuese a detenerse. Intenté moverme, pero sólo conseguía emitir sonidos guturales como queja. Me sentía angustiado. Y noté una mano que se enredaba en mi pelo delicadamente invitándome a distraerme y relajarme. Harry me miraba fijamente mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos y una cayó lentamente perfilando mi cara.

Noté una mano que me la limpiaba clandestinamente y vi al tipo al que pertenecía cerca de mí, cosa que no conseguía tranquilizarme más, y de alguna forma me angustiaba, el terror se apoderaba de mi cada vez que le tenía cerca, o tal vez era simple incomodidad...

Después de eternos y angustiosos minutos el chico acabó y al fin cubriendo mi pecho con un plástico transparente que amparaba mi marchita piel. Me levanté y caminé hasta un espejo grande mirando el tattoo.

En ese momento caí en la cuenta de que lo que estaba pasando era total y absolutamente real, me habían vendido en un mercado ilegal de compra-venta de personas y mi propietario, quien no tenía una pizca de piedad en su mirada, me había marcado, para siempre con la palabra más posesiva del léxico global mío.

Vaya metáfora más sarcástica la del infinito, maldito enfermo, pensé con rabia mientras contemplaba el bello dibujo en mi pectoral izquierdo. No era para nada barroco, pero si sobraba, yo no lo quería, yo no quería nada de lo que me estaba pasando a decir verdad.

-Se ve bello en tu cuerpo- me dijo Harry, acercándose por detrás y ofreciéndome la camiseta que me puse rápidamente para ocultar eso. Empezó a acomodarla y ponerla en su sitio - ¿Te apetece comer algo en especial?- preguntó mientras me la acababa de dar una mirada general. Simplemente negué con la cabeza.

Nos dirigimos a la salida y el chico se despidió de él alegremente, con esos ojos iluminados y aquella sonrisa tan amplia. No me parecía que Harry lo tratara igual que a mí, normal, él no era de su propiedad exclusiva de mascotas humanas.

-Louis, no seas maleducado y di adiós- me reprochó, inquiriendo una despedida cordial.

A duras penas levanté la cabeza y le miré débilmente.

-Un placer- dije intententando una sonrisa fallida.

El chaval se acercó a mí y en la oreja me susurró: “No te va a tratar mal, pero no caigas en su trampa o estarás jodido” y me regaló un beso en la mejilla acompañado de una sonrisa y un guiño.

-¿A dónde vamos?- me atreví a preguntar.

-A casa- respondió.

No hubo más palabras en todo el día. Me dio de comer y me quedé en la habitación sentado mirando por la ventana.

Como había llegado a cambiar mi vida, yo era un chico con éxito, buen estudiante, amigo de sus amigos y gran amante. Normalmente chicos y chicas se me declaraban y se acercaban a mí en busca de una relación, y ahora aquí… Preso de mi amo, un hombre que tal vez tendría unos diez años más  que yo, multimillonario, atractivo pero, simplemente aterrador.

-Quiero ser quien era antes, ese chico era perfecto…-suspiré en voz alta.

-Lo sigues siendo, por algo ofrecí tanta cantidad de dinero- me giré inmediatamente hacia mi izquierda. No sabía cuánto tiempo llevaría allí, pero me había escuchado en el momento idóneo.

Genial la suerte esta de tu lado, Louis.

-Solo me falta la libertad- me dejé caer sobre la cama renegado.

-No te lo tomes como un arrestó, tómatelo como un trabajo a cambio de una vida cómoda- se giró hacia mí.

-¿Y cuándo empiezo mi jornada?- volvía a decir sarcástico.

-¿Qué tal ahora?- se dejó caer encima de mí con los brazos colocados posesivamente a cada lado de mi cabeza.

No te haré daño (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora