Capítulo 4

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-No me pare…- no me dio tiempo a acabar la frase porque sus labios la interrumpieron. Era una sensación tan cálida y a la vez desagradable, no podía soportar el que alguien como él, que me había comprado, se magreara conmigo como si de un objeto se tratase. Forcejeé moviéndome hacia todos lados mientras pedía a fuerzas mayores un milagro que me rescatara, que no lo consiguiera, que se alejara; aunque fue en vano. Sus labios atrapaban los míos con intenciones lascivas mientras yo los intentaba cerrar herméticamente. Su lengua perfiló la comisura de mis labios pidiendo permiso, el cual no le iba a dar y noté una repentina falta de aire. Me ahogaba porque dos dedos apretaban mi nariz dejándome sin aire y obligándome a buscar otra alternativa, abrir la boca. Cogí una gran bocanada de aire, mientras él reía malévolo y aprovechaba la situación perfectamente planeada para intensificar el beso mientras su mojada lengua curioseaba mi cavidad bucal, y de un momento a otro ésta estaba recorriendo cada uno de los espacios que escondía mi boca en busca de la mía, sin embargo esta intentaba esconderse mientras forcejeaba por quitarme de encima a mi nuevo propietario.

Las lágrimas caían de mis ojos impulsadas por el sentimiento de impotencia.

En el momento en que su lengua rozó la mía sentí la desesperación y la inseguridad crecer en mi interior, casi doliéndome, y empecé a contorsionarme fuertemente hasta donde mis posibilidades llegaban para quitármelo de encima.

Era imposible.

Él era un joven de espaldas anchas y altura considerable con cuerpo de gimnasio, ese típico chico al que todos miran en la playa cuando sale del agua y parece que todo a su alrededor se pare por un minuto y solo él exista en ese momento. Yo apenas era un chico sin acabar de formar más bien bajito y de huesos estrechos, con extrema delgadez y el trasero respingón pareciendo así una chica.

Por supuesto, esta guerra la había empezado perdiendo.

Su lengua recorría el torso de la mía y mis ojos empezaron a deshidratarse lágrima tras lágrima y poco a poco paré el movimiento de mi cuerpo perdiendo la poca voluntad que me quedaba.

En segundos la situación había cambiado totalmente. Yo estaba quieto entre sollozos silenciosos y él se separó de mí mirándome fijamente y apartando las lágrimas una a una con el pulgar.

- Un hombre como cualquiera, pero bello como una rosa, puro como un ángel y a la vez tan frágil como el cristal. Me vas a volver loco, en serio y eso no me gusta- lo dijo fríamente mientras mis sollozos se calmaban y me revolvió el pelo – para de llorar, no llores, ni vuelvas a llorar, los hombres no lloran.

Era tan frío y tan distante todo lo que decía y hacía. No parecía humano, era un monstruo, un ángel caído, una trampa para los mortales mundanos.

-No soy un hombre, aún –reproché entre sollozos –ni lo seré.

-Si lo serás.

-No, nunca –seguía llorando con la cabeza baja y mis manos tapando mi rostro.

-¿Por qué dices eso?

-Porque no soy libre –hubo un silencio –y pretendes usarme rebajándome al nivel de una simple puta a la que le dan por el culo cada vez que al cliente le da la gana, eso no es ser un hombre, es ser un objeto ¡así que déjame llorar, necesito desahogarme!

-No te quiero rebajar a ese nivel, por ellas pagan cincuenta la hora, por ti he pagado cinco millones, ni te atrevas a comparte-hubo un breve silencia- Tu me necesitas o si más no me necesitaras como yo te necesito a ti y entonces verás que nunca he pretendido que seas mi “puta particular”. Y a propósito, odio verte llorar así que desahógate de cualquier otra forma.

-¡No te necesito! ¡Ni te necesitare! -reproché- Harry entérate de una cosa –levanté la vista y lo miré –puedo asegurarte que en el tiempo que esté aquí voy a seguir pensando lo mismo de ti –él rió ante mi comentario.

-¿Y qué piensas de mi? –dijo con un toque de superioridad y sarcasmo, con esa sonrisa tan impertinente.

-Que eres un hombre frío, sin sentimientos ni escrúpulos, un monstruo–podría asegurar que no se lo esperaba pero al instante rió de esa manera que dejaba un destello de superioridad que salía de esos hermosos diente blancos e impecables.

-¿Sabes una cosa?- se acercó a mi quedando a escasos centímetros de mi cara y cogiéndola delicadamente con su mano que impedía que la moviera –en el tiempo en que estés aquí voy a conseguir que me ruegues por tan sólo un roce de mi piel contra la tuya –me guiñó un ojo y rozó sus labios contra los míos –Lou vas a acabar sin una pizca de esta enorme aura de inocencia que te cubre, y yo voy a ser el culpable, porque creo que una cosa la tenemos ambos clara desde el principio, yo he empezado esta guerra ganándola, así que, no lo olvides eh –me susurró en la oreja mordiendo mi lóbulo y retirándose de la habitación.

-TE ODIO! –chillé con todas mis fuerzas y me volví a tirar a la cama.

No te haré daño (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora