Iba claro si se pensaba que yo acabaría por someterme completamente a él, un monstruo tan odioso, eso era imposible de que pasara, ni en sus mejores sueños húmedos.
Estaba aturdido esa conversación había sido de las peores que yo había tenido en mis escasos diecisiete años de libertad.
Suspiré.
Y ahora me encontraba en un ático de cualquier edificio de más de diez plantas de algún lugar que ni siquiera conocía yo, un chico de una ciudad pequeña cercana a Londres.
¿Cómo coño me pasan a mí estas cosas? No recuerdo ni el momento preciso en que me capturaron para venderme como un cacho de carne a los buitres ricachones como Harry.
Lo odiaba con toda mi alma y le tenía unas ganas infinitas, pero a la vez era tan jodidamente arrebatador el muy cabrón, provocaba que cada vez que lo veía me estremeciera, jamás en mis escasos años había visto un hombre tan bello… ni tampoco uno tan cabronazo. No se si lo odiaba más a él o a mí por pensar eso de él.
Decidí hacer algo de provecho en estas eternas horas de aburrimiento y soledad, aunque lo prefería antes de pasar más tiempo con él. Había un gran escritorio delante de la cama que acababa en el gran ventanal, me acerqué y abrí los cajones en busca de algo interesante. Encontré una libreta parecida a un bloc de dibujo, con las hojas blancas; “perfecto” pensé y rebusqué más encontrando un lápiz y algún que otro lápiz de color, uno blanco, otro rojo y otro grisáceo, esa gama me encantaba. Me senté en la cama y abrí el bloc y sin pensar ni un segundo, dejando la mente en blanco empecé a trazar líneas armónicas que se trazaban automáticamente a través de imágenes que aparecían simultáneamente en mi mente. Sentía un estado de éxtasis total mientras dibujaba dejándome llevar por mis impulsos más primarios y sin filtrar nada por mi conciencia, esculpiendo la realidad, mi realidad en un papel.
Cuando hube acabado el esbozo lo miré, era bello, un ángel de alas puras que se extendían a ambos costados de su puro cuerpo, acunando su rostro, no muy claro, de pelo revuelto y expresión rota.
De repente palabras surgían en mi cabeza y empecé a escribir a su alrededor y estas empezaron a tomar forma de vidriera. Podía entender lo que ponía, sin embargo me fijé mejor en las letras y palabras. No entendía su significado real. Era la magia de la inspiración, mañana no tendré ni idea de lo que pone pero veré el resultado de mi inspiración.
Hoja a hoja iba liberando todas esas imágenes que venían a mi mente, me gustaba crear.
De repente un chico de unos veinti-tantos con el pelo rubio y los ojos azul cielo, entró en mi habitación con una bandeja que dejó en la mesita de noche.
-Buenas noches señorito Louis, el señor Harry me ha pedido que le traiga la cena, cuando haya terminado déjela en la mesilla y yo la pasaré a recoger, a propósito, no se vaya a dormir tarde, petición del señor. Dicho esto, que aproveche –sonrió cálidamente, nada comparado con la sonrisa lasciva y fría de superioridad de Harry; y le sonreí en respuesta abrumado por ese encantador acento irlandés tan acogedor y cálido.
-Gracias…-pensé un segundo pero no me sabía su nombre.
-Niall- pareció leerme la mente.
-Encantado- le extendí la mano, pero él no me devolvió el saludo.
-El señor no nos permite al personal ningún tipo de contacto con su propiedad sin previa petición, lo siento. Encantado también de conocerle, espero que disfrute de su cena –dicho eso salió.
¿Qué clase de psicópata posesivo me tenía atrapado en esa habitación? Fue lo único que pensé y sin siquiera mirar que era la cena cerré mi cuaderno y lo devolví a su lugar, me tumbé a la cama y me dormí entre mis pensamientos recordando aquel ángel.
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No te haré daño (Larry Stylinson)
Fanfiction-Decir "no te haré daño" es una gran mentira, al menos vas a tener sinceridad en nuestra relación-concluyó cerrando la puerta. Recuerdo la subasta, bueno, no la recuerdo ni tampoco tengo la certeza de saber que eso era una subasta.