Perdido en Milán. Parte I

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Según las notas que había tomado antes de llegar a Milán, el verdadero tren que debí tomar, no tardaría más de 15 minutos en llegar a destino. Llevaba más de 30 minutos en el tren que me embarco mi amigo del aeropuerto y solo veía campo. Así que, siempre astuto, me baje en una estación desconocida. 
Comencé a mirar las pantallas que indicaban los trenes que estaban por partir y había uno que me dejaba cerca de mi destino. Corrí al anden que me indicaba la pantalla y salí, dispuesto a esperar otros 30 minutos, de que el tren atravesara todo el campo que había recorrido anteriormente y llegará a la ciudad. No obstante, mi destino estaba en la estación siguiente.

En la salida para salir debía introducir mi boleto, no entendía porque la maquina me lo rechazaba, así que una abuelita muy amable vino y me explico como introducirlo, pero al leer lo que decía en la pantalla, me grito un par de weas' en Italiano y se fue indignada. Ahí recordé que mi amigo del aeropuerto, no me validó el boleto (ya que el lo llevaba en la mano). Viajé gratis.   

Al salir de la estación, me arme de todo el valor necesario para pedir indicaciones, tome aire y mire a todos lados para pedir ayuda, pero había caído la noche y la gente no se veía muy amable. Camine entonces, con mi maleta de 30 kilos, alrededor de la estación, hasta que vi unos bonitos taxis blancos. Me subí al primero que encontré y le dije: -"tome todo mi dinero, pero lléveme al hotel".

Por supuesto, muy amable el taxista, recorrió toda la ciudad, mientras yo miraba por la ventana (como un buen turista) los edificio, las construcciones, los semáforos y los atochamientos nocturnos. Después de unos minutos, se detuvo en la dirección que le indique y me cobro los 10 euros correspondientes a la carrera, "baratisimo" lo encontré. Pero en fin, había llegado al hotel, podría llorarle mis penas a los mochileros que acompañarían mi noche y podría recuperar las fuerzas para salir a recorrer al otro día. ¡Pero no! le había dado mal la dirección al taxista y estaba bastante lejos aún. 

A pesar de ser de noche, estaba bastante caluroso, así que a pesar que el sector era muy bonito, no resultaba muy placentera la caminata. Cuando había recorrido mis primeros 100 metros, mi bella amiga, la maleta naranja, no soporto más los vejámenes y soltó en medio de una calle, su preciada rueda derecha. Deje la maleta en el lado opuesto y cruce a recogerla. Al intentar colocarla me percate que el engranaje se calentaba a temperaturas insospechadas, por lo que me queme 4 dedos y finalmente no pude ponerla, no me quedó más que arrastrarla todo el camino.  

Por fin llegue a la dirección indicada. Pero no había ningún hotel. Comencé a dar vueltas, intentando dar por casualidad con el pórtico y su bonito luminoso, con el nombre del "hotel diablo", pero nada. Consumido por la desesperación, le pregunte a una donna heladera por la dirección del hotel, me dijo "sigue derecho y dobla a la derecha" agradecido, seguí sus indicaciones y nada, ningún hotel diablo. Justo en ese momento, iba saliendo una vendedora en su moto, ella muy amable me llevo a la calle principal y me apunto al hotel. Caminé y no era mi hotel, sino el "hotel americano". Regrese y pase por un bar (en realidad ya había pasado por ahí como 5 o 6 veces y la gente ya me miraba con desconfianza) y le pregunte al camarero por el hotel diablo y por fin, me dice en español:  "Cruza la calle y al lado de ese negocio encontrarás el hotel que no tiene nombre". Seguí sus indicaciones y me encontré con una mujer en el pórtico, que había salido a fumar, la mire, pero cometí el error de no hablarle primero y ella, asustada se echo para atrás, entonces le dije, ¡El hotel diablo, El hotel Diablo! y apretó un par de botones, hasta que me abrieron la puerta. Tal como, si hubiese sido un atraco en un banco y ella me hubiese dado todo el dinero de la bóveda.    

   Al llegar a la recepción, me encontré con un tipo turco que hablaba un ingles muy extraño. Solo le entendí lo básico, donde tenia que dormir. El cuál era el dormitorio junto a la señora que yo le asustaba. 

Colecciones autóctonas de un viajero pobre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora