Epílogo.

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Epílogo.

—Claire, Claire... —Me llamaba una voz a lo lejos, mientras unos labios dejaban dulces y delicados besos a lo largo de mi espalda.

—Cinco minutos más —pedí con voz ronca a causa del sueño, sin abrir los ojos.

Una risa melodiosa y fuerte se dejó escuchar.

—Vamos, floja —susurró en mi oído—. No querrás que Zack me mate por no llevarte a tiempo a su boda.

A regañadientes, me giré en mi lugar cuidando que la sábana cubriera mi pecho desnudo.

Abrí un ojo para ver un conjunto de risos color rubio platino desordenados en todas direcciones.

Me reí.

—Tu cabello está hecho un desastre —comenté sin dejar de reírme.

Él enarcó una ceja, mientras me miraba de manera coqueta.

—Querrás decir que me dejaste el cabello hecho un desastre anoche —Me corrigió.

Sonreí de manera maliciosa.

—¿Ahora vas a echarme la culpa a mí? —bromeé.

Se me subió encima.

—Nunca dije que no me gustara —susurró con sus labios a unos centímetros de los míos.

Contuve el aire en los pulmones, una sensación electrizante comenzó a recorrerme el cuerpo y su mano acariciando mi mejilla no me hacía las cosas más fáciles.

—¡Mark Aldridge, ¿qué estás haciendo?! —Lo regañé.

Sus ojos verde grisáceo me miraron con intensidad, mientras de sus labios salía una sonrisa ronca.

—Sólo disfruto de ver de cerca el rostro de mi bella novia —contestó, dejándome lentamente un beso en ambas mejillas.

Luego comenzó a descender por mi cuello.

—¡Así nunca llegaremos a tiempo! —exclamé, sabiendo que mi cuerpo comenzaba a responder a sus caricias.

Mark volvió a subir y, dándome un último beso en la frente, se tiró a un lado.

—Esta noche no te salvas, Cleveland —Me advirtió juguetón.

—El que no tendrá salvación serás tú, Aldridge —Le devolví del mismo modo.

Se rió a todo pulmón.

—Por cierto, hoy temprano llegó una carta de David. Está en la mesa.

Me senté de un tirón.

—¿Ya la leíste? —pregunté, ansiosa por saber si tenía una idea de lo que decía.

Mark negó con la cabeza.

—Ya sabes que prefiero que tú la leas primero, no me gusta meterme en sus cosas —dijo.

Rodé los ojos.

—Y sabes que te he dicho que puedes leerlas antes si quieres hacerlo —Le recordé, tanteando el suelo de mi lado en busca de una prenda de vestir.

—Es tu privacidad, preciosa —Se limitó a contestar, justo en el momento en el que conseguía una camisa suya y me la pasaba por encima de la cabeza.

Me giré y le picoteé los labios.

—Tan dulce como siempre —dije.

Sonrió de manera pícara.

—Eso no decías anoche —Me recordó, guiñándome un ojo.

—Idiota —Lo insulté riéndome, mientras me podía de pie.

—¡Así me amas! —Me gritó desde el cuarto cuando yo ya había llegado a la mesa.

Tomé la carta con el sello australiano y la abrí apresuradamente.

Querida señorita Cleveland:

Antes que nada, ¡hola!, ¿qué tal las cosas por allá? ¿Cómo está Mark? (Lo saludas de mi parte).

Sé que llevo este último mes sin escribir semanalmente, como había venido haciendo, pero es que las cosas han estado algo movidas. Por cierto, Kayla te manda saludos, cada vez que la veo me doy cuenta de lo extraordinaria que es y de lo agradecido que estoy contigo por ayudarme a pedirle aquella primera cita hace un año y medio.

Este último mes los estudios han estado fuertes, el trabajo de medio tiempo que me ayudó a conseguir el tío James agotador y las pocas horas de sueño a causa de los parciales no ha puesto del mejor humor que digamos. ¡Gracias a Dios sólo me quedan dos años para terminar, porque si no ya me estaría lanzando de un quinto piso!

Ahora que lo pienso, es increíble que ya hayan pasado tres años desde que empezamos la universidad.

Y bueno, no tengo más nada que sea interesante para contar (ya sabes que mi vida no es tan divertida que digamos), sólo quería saludar y cumplir con la promesa que hicimos de mantenernos en contacto por medio de cartas.

Sin más que agregar, te deseo lo mejor del mundo y me despido.

P.D: Saludos a Robert, sé que para él también es difícil la época de parciales.

P.D. 2: Mis felicitaciones para Zack.

Con mucho cariño, David Slerman.

Cerré la carta con una sonrisa de boca cerrada.

—Por tu cara deduzco que todo está bien —dijo Mark, saliendo de la cocina vistiendo tan sólo un bóxer, con un vaso de jugo de naranja para mí.

—Gracias, amor —dije, dándole un sorbo—. Sí, todo está bien. David te manda saludos, por cierto.

—Cuando le respondas le regresas el saludo —aclaró sonriendo—. Oh, hace un momento llamó Robert preguntando dónde demonios estábamos, diciendo que ya tu mamá había llegado y sólo faltaba la llegada de Calvin y Alice, a quienes por cierto tenemos que pasar buscando por el aeropuerto en una hora, para comenzar lo del almuerzo.

Abrí los ojos de par en par y me apresuré a tomarme el resto del jugo en tres sorbos.

—¡Demonios, tengo que apurarme! —dije apresurándome al baño, para cepillarme y hacer mis necesidades.

Cuando había abierto la regadera y comenzaba a desvestirme, Mark abrió la puerta y asomó la cabeza. Yo ya estaba en ropa interior y, aunque sabía que él ya había visto mi cuerpo muchas veces antes, mi primer instinto fue intentar taparme con mis brazos la piel descubierta.

—Mi camisa te sienta genial, pero creo que te ves mejor sin ella puesta —admitió observándome detenidamente.

—¿Qué ocurre? ¿Necesitas que te pase algo? —pregunté sonrojada por su escudriño.

Él terminó de entrar al baño, acercándose a mí y tomándome de la cintura.

—En realidad, no creo que aguante hasta la noche —confesó.

Enarqué una ceja.

—Así corremos el riesgo de tardar más de la cuenta, Aldridge —Le recordé.

Él sonrió mientras acercaba sus labios a los míos.

—Yo diría que así ahorraremos agua, Cleveland —Me corrigió.

Le mordí el labio inferior maliciosamente, haciéndolo soltar un pequeño gruñido por lo bajo. Sentía la presión de su erección contra mi vientre.

—Tomaré eso como un "sí" a mi propuesta —Fue lo último que dijo antes de levantarme por las piernas y meternos a ambos dentro de la regadera.

Inaccesible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora