Seguimos caminando al menos 30 minutos más, y eso que dijo que quedaba poco... Cuando noto que paramos, ya que sigo montada a su espalda, estamos parados delante de una gran casa, más bien mansión por lo grande que es.
—¿Dónde se supone que estamos? —Digo. En estos momentos es cuando me empiezo a preguntar si lo de dejar que un extraño me lleve a donde le plazca, y encima subida a su espalda, era buena idea.
—Bienvenida a la mansión Fitzgerald, Alycia. No la confundas con un hotel, muchas lo hacen. —Dice con un tono de voz que me da a entender que sus palabras tienen un doble sentido.
Si por fuera la casa parecía inmensa con todos esos jardines, luces y metros cuadrados, por dentro parecía un palacio. Estaba decorada rústicamente. Las paredes eran blancas gracias a un papel que las cubría, en el suelo habían varias alfombras, las cuáles, lo decoraban por toda la casa y los muebles, barandillas y algunos de los techos, estaban hechos de madera.
—Deja de babear ya, me vas a manchar la alfombra y ya no las venden así. —Dice Jonathan, sacándome de mi trance y arrastrándome escaleras arriba, hasta lo que supongo, es su habitación. —Tenemos cosas más importantes de las que hablar y casi no tenemos tiempo. Tu madre llega en unas...—Deja la frase en el aire mientras mira el reloj que adorna su muñeca. —Dos horas. He hecho algunos cambios a tus alarmas ya que no puedes contarle nada de esto a Rachel por lo tanto, sus 10 minutos son nuestros, como también lo son los 20 que ibas a usar para llegar a casa caminando, porque resulta que tengo coche. Y sé que eso nos da un total de 3 horas, pero hemos tardado casi 1 hora en llegar hasta aquí porque, a alguien a quien no me gusta señalar, le pesa el culo. Pero no me quejo, tenerte sobre mí ha sido una experiencia que me gustaría repetir. Utilizando otras posturas, claro. —Dice mientras pasa por mi lado, guiñándome un ojo y sentándose en la cama.
—¡Eres un cretino! ¡No pienses que me ha gustado la idea de tener que subirme a tu espalda, solo lo he hecho porque a alguien a quien no me gusta señalar, —Digo, citando sus mismas palabras de hace unos segundos. —le ha apetecido plantarse en el porche de la escuela, pegarle a Jason y, prácticamente, secuestrarme para llevarme caminando a la otra punta del mundo y no decirme para qué! —Paro un segundo para coger aire. Esto de hablar con chicos nunca se me ha dado demasiado bien, siempre acabo roja como un tomate. Pero si ya desde un principio me están tocando las narices sin venir a cuento, mi rojo cambia al color que, si existiera, tendría el diablo. —Sabes muy bien que podría haber dicho que no cuando me dijiste que tenía que ir contigo porque necesitas hablar conmigo sobre algo importante y, sin embargo, aquí estoy. —Cuando dejo de hablar, respirando de forma entrecortada, se levanta hecho una furia para ponerse a mi altura, más cerca de lo que me gustaría. Entonces recuerdo algo que acaba de decir y frunzo el ceño, casi sin entender. —¿Y cómo sabes tú lo de mi madre, Rachel y las alarmas?
—No creas que me gusta la idea de tener que malgastar saliva contigo. Ni si quiera estaríamos teniendo esta conversación si no fuera porque tengo que hacerlo y, según está escrito, os necesitamos. Así que porque no me haces un favor y te quedas calladita hasta que termine de explicártelo todo para después poder llevarte a tu casa, ¿sí? —Dice, obviando mi comentario completamente. No sé cuantas veces me habrá hecho eso en un solo día. —Será mejor que te sientes, sé que tu cerebro no es capaz de procesar mucha información junta sin colapsar. —Con el ceño aún fruncido, me acerco a su cama, me quito los zapatos, y me siento cual indio en ella. —¿Se puede saber que haces poniendo tus asquerosos pies en mi cama? —Ahora el que frunce el ceño, es él. Sonrío al instante.
—Dijiste que me sentara, es lo que he hecho. ¿Por qué? ¿Te molesta? A mi me molestas tú y tu maldito carácter pero tengo que seguir aquí si no quiero irme caminando a casa, así que lo mejor será que me ponga lo más cómoda posible, ¿no? —Digo con una sonrisa de autosuficiencia plasmada en la cara. Este se iba a enterar de lo que vale un peine.
—Está bien, está bien. No es como si fueras la primera chica que se pone sobre mi cama, y tampoco creo que seas la última. Supongo que puedes ponerte incluso más cómoda si quieres, a mi no me importaría, sé cuán molestos son esos sostenes que llevas y cuán bien te sientes al quitártelos. —Le odio. En ese instante, cojo un cojín de su cama, revoleándolo por los aires hasta que por fin, aterriza en su cara y hace que se tambalee ligeramente.
—Ni por un momento llegues a pensar que yo podría ser una de esas chicas. —Digo con la voz más dura que encuentro. El relaja el ceño y sonríe ladeadamente mientras coge una silla, le da la vuelta, y se sienta a horcajadas delante de mí.
—En ningún momento se me pasó por la cabeza que tu fueras una de esas chicas porque sé que no lo eres, Alycia. Llevo observándote tanto tiempo... Puede que no sepas nada de mí, pero yo lo sé todo de ti. —Abro la boca, atónita, y me dispongo a hablar, pero me detiene. —¿Recuerdas cuando dije que no quería que dijeras nada hasta que haya acabado de explicártelo todo? Bien, empiezas ya. Cualquier pregunta, resérvala para el final, ¿de acuerdo? —Asiento ligeramente. Ya que no puedo hablar, supongo que el lenguaje corporal va a ser mi nueva forma de comunicarme. —Muy bien. Bueno, sé que cuando he dicho que te observaba, ha sonado muy mal, y no creas que me siento orgulloso de tener que fijarme en cada movimiento que haces, es agotador, pero no tenía opción. He tenido que observarte todos los días, Alycia, porque tenía que asegurarme de que de verdad eras tú. Verás, hace mucho tiempo, se escribieron unas escrituras que decían que el día en el que dos chicas exactamente iguales con la única diferencia de que una sería hija de un demonio y otra hija de un ángel nacieran, la guerra entre las dos dimensiones comenzaría y solo uniendo sus almas, podría darse su fin. Y entonces nacisteis tú y tu yo de la otra dimensión, Alycia. —Mis manos vuelan instantáneamente a mi boca. Todo eso no podía ser real, tenía que ser una especie de broma de esas que televisan y luego quedas como una completa idiota por haberla creído y se ríen de ti por la eternidad. Ahora mismo la idea de que se rían de mi hasta el fin de mis días me parece menos inquietante que todo esto. —Sé que esto puede ser un poco difícil de creer, pero no estoy mintiéndote. Todo esto va a pasar en menos tiempo del que te imaginas y tienes que estar enterada de todo antes de empezar con tu entrenamiento. —Frunzo el ceño al escuchar la palabra entrenamiento. Jonathan al ver mi reacción, ríe levemente. —No entres en pánico antes de tiempo, ya habláremos de eso más tarde. Como iba diciendo, he tenido que observar cada uno de tus movimientos solo para averiguar si realmente eras tú o nos habíamos equivocado de persona, ahí a tu pregunta de cómo sé lo de tu madre, Rachel y las alarmas. Aunque estuvieras hablando con Jason en vez de conmigo, yo estaba ahí, leyendo cada parte de vuestra conversación. Por eso me apresuré a llegar al porche en cuanto pude, sabía que estarías ahí. A medida que pasaron los años en los que no hacia otra cosa sino observarte, cada vez tuve más claro de que no podía ser otra sino tú. Tan inocente, misericordiosa y pura... Sin duda tú tenías que ser hija de un ángel. En la otra dimensión, mi hermano, Alistair, encontró a tu otra mitad, la Alycia hija de un demonio. Él también se encargó, al igual que yo, de observarla. Al igual que tú, ella también recibió la nota, escrita por mi hermano, por supuesto. Y si no me equivoco, ella en este momento tendría que estar con él, o bien entrenando o enterándose de todo lo que te estás enterando tú ahora. —Una media sonrisa aparece en sus labios por unos segundos y me mira a los ojos antes de continuar. —Sin vuestra ayuda, la guerra entre las dos dimensiones romperá la barrera que hay entre ellas y se juntaran. Sé que al decirlo no suena tan terrible, pero imagina que el mundo de los vivos se juntara con el mundo de los muertos... es básicamente lo mismo, Alycia. Criaturas de todas las especies vendrán a intentar mataros para poder pasar impunes a la otra dimensión. Vampiros, hombres lobo, demonios... Todos intentarán pasar el portal, y vosotras, junto con mi ayuda y la de Alistair, sois las encargadas de evitar que eso pase, porque si pasa... No habrá esperanza para ninguno de nosotros.
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Nothing Gold Can Stay
Science FictionNature's first green is gold, Her hardest hue to hold. Her early leaf's a flower; But only so an hour. Then leaf subsides to leaf. So Eden sank to grief, So dawn goes down to day. Nothing gold can stay.