Capítulo 11

103 19 2
                                    

El olor a tortitas recién hechas me despierta, espera, ¿tortitas recién hechas?
Me levanto de un salto de la cama y bajo rápidamente las escaleras sin ni siquiera preocuparme por ponerme los zapatos. Al entrar en la cocina, me sorprende una imagen la cual, no había visto desde hace años. Mi madre, sobria, haciendo el desayuno.

—Buenos días, Alycia. —Me sonríe tímidamente, es consciente de que esta situación es muy extraña y sorprendente para mi y seguro que para ella también.

—Huele muy bien. —Le devuelvo la sonrisa. Abro uno de los armarios de madera y saco los platos, quedan muy pocos la verdad. La cocina es minúscula y apenas puedo colocar la mesa mientras mi madre está cocinando. Una vez listas las tortitas, las coloca en el centro de la pequeña mesa de plástico y nos sentamos a desayunar.

No recuerdo la última vez que me sentí tan incómoda.

—¿Qué tal todo Alycia? —Intenta aparentar normalidad, pero fracasa estrepitosamente.

—Bien, ¿tú cómo estás mamá? —Al oírme pronunciar la última palabra sus intensos ojos marrones se abren y se puede ver la esperanza reflejada en ellos.

—Alycia, voy a mejorar, lo prometo. —La creo, creo que podemos volver a ser una familia.

—Confío en ti mamá. —Agarro su mano por encima de la mesa y una sonrisa sincera se forma en su cara, haciendo resaltar sus hoyuelos, esos que heredó Kaidan.

—Seremos una familia, lo juro.

Mientras mi madre lava los platos, yo me dirijo al baño para asearme, cuando de repente recuerdo que me fui de la fiesta sin avisar y que probablemente tenga en el móvil miles de llamadas perdidas y mensajes de voz. Cambio mi rumbo hacia la habitación y enciendo el móvil lo más rápido posible.

Veinticinco llamadas perdidas en total, veinticinco mensajes de voz.

—Mierda. —Susurro, ¿qué coño me invento ahora?

Al primero que llamo es a Raphael.

—¿Se puede saber donde demonios has estado Alycia Byers? —Puedo notar la saliva de Raphael através del teléfono.

—Pues resultó ser que el chico que vimos en la fiesta era una antigüo amigo mío de la infancia y...

—¿Por qué no me llamaste para decirme que estabas bien? Todos estabamos muy preocupados por ti. —Su voz transmite alivio a la vez que preocupación.

—Lo siento mucho de veras, perdí la noción del tiempo, no volverá a pasar. —Intento sonar lo más arrepentida posible.

—Alycia nos preocupamos mucho por ti. Te quiero, ¿vale? Cuídate mucho, por favor.

—Tu también Raphael y por favor, llama a Connie y cuéntaselo. —Lo último que quiero ahora es enfrentarme a Connie y tener que darle todo tipo de detalles sobre mi viejo amigo. La quiero pero a ella le encanta que se lo cuenten todo y yo odio contar mis cosas, y paso de tener que trazar un plan estratégico para que no se de cuenta de mi mentira.

—Vale Alycia, ya nos veremos.

—Ya nos veremos. —Cuelgo el teléfono, respiro hondo y cojo unos leggins negros, una camisa negra con su particular escote y unas vans desgastadas.

Después de lavarme, vestirme y maquillarme, y esta vez por cierto, no he usado pintalabios rojo, me hago una coleta alta y bajo al salón donde se encuentra mi madre viendo la televisión.

—Mamá, ¿quieres ir conmigo a tomar un café? —Me sorprende gratamente mi propia propuesta, hacía mucho tiempo que deseaba esto.

—Por supuesto que sí cariño, espera a que me prepare. —Está feliz, estoy feliz.

Nothing Gold Can StayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora