Capítulo 2

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Despierto alrededor de las 12:00pm gracias al hedor de la comida recién hecha que llega desde casa del vecino de al lado. Alguien tiene que enseñar a cocinar a ese hombre antes de que los demás vecinos terminen quejándose por el olor a rata muerta que hay en la calle. Abro los ojos lentamente, y enseguida me veo obligada a cerrarlos otra vez gracias a la fuerte luz que entra por la ventana. Odio la poca resistencia que tengo al alcohol. Aunque solo me beba una cerveza, nunca me escapo de las migrañas del día siguiente.

Poco a poco me voy acostumbrando a la luz y salgo de la cama. Miro en dirección a la mesita de noche que tengo justo al lado del cabezal de la cama y veo la nota que tanta curiosidad me había causado la noche anterior. Vuelvo a leerla solo para confirmarme a mi misma de que no había sido un sueño, y acto seguido, mi mano vuela hacia mi teléfono móvil, el cuál también descansa boca abajo en la mesita.

Marco el ya-de-memoria conocido número de Rachel y a los cuatro pitidos, su chillona voz hace que tenga que despegarme el móvil de la oreja hasta que haya terminado de gritar.

—Buenos días a ti también. —Digo una vez ya tengo el móvil pegado a la oreja de nuevo.

—¿Buenos días? ¿Sabes la hora que es? Ya me ha dado tiempo de desayunar tres veces en lo que tú seguías en tu séptimo sueño, Alycia. —Odio que Rachel esté siempre recordándome lo mucho que duermo. Que ella sea como un reloj el cuál siempre pita a la misma hora todos los días no le da derecho a meterse con mi estado de hibernación.

—Deja de repetirme lo mucho que duermo, ya te he dicho que no es que duerma mucho, es que descanso más despacio que los demás. —Oigo un suspiro que proviene del otro lado de la línea y antes de que pueda burlarse de mi, sigo hablando. —Además, tenemos cosas más importantes de las que hablar, pero mi madre me pilló entrando anoche y estoy arrestada de por vida, probablemente, así que, ¿por qué no te pasas por mi casa en 5 minutos?

—Dime si he oído mal pero, ¿creo haberte escuchado decir que estás arrestada de por vida? ¿Cómo pretendes que vaya a tu casa, Alycia?

—Creo recordar que mi madre dijo que se me estaba prohibido volver a salir hasta que se le olvidara lo que había hecho, pero nunca escuché que dijera algo sobre ti no pudiendo entrar...

—¡No quiero tener problemas con tu madre! Ya sabes como se puso aquella vez que llegó a casa y vio que nos habíamos comido todos sus cereales... No quiero volver a despertar a la bestia. —No puedo evitar reír ante su comentario. —¡No te rías! Juro que nunca había visto nada igual.

—No te preocupes por ella, está trabajando, de todas maneras. Para cuando hayamos terminado de hablar, ella todavía no habrá llegado a casa. —La oigo suspirar una vez más para luego murmurar un ligero "vale" y terminar la llamada.

(...)

Después de unos largos 15 minutos en los que Rachel afirma que no pudo haber llegado más rápido de lo que lo hizo porque paró en una tienda de donuts, los que según ella, la llamaban y le decían que los comprara y no pudo resistirse, subimos a mi habitación y nos sentamos en la cama.

—¿Qué era eso tan importante que querías decirme, lo cual, por lo visto, no pudiste habérmelo dicho por teléfono? —Reclama Rachel, sentada en la cama cual indio, con su pelo rubio largo hasta la cintura, unos panties negros y una sudadera color beige que decía "Todo es una elección. Las malas elecciones hacen buenas historias. Crea tu propio desastre. Crea tu vida."

Rachel y yo llevábamos desde el instituto siendo amigas. Nos conocimos cuando una manada de porristas, cuya manada, debo admitir, era mi manada también por ese entonces, no paraban de meterse con su forma de caminar, de vestir, de comer y, prácticamente, con todo lo que hace que Rachel, sea Rachel. Así que un día me cansé y decidí dar la cara por ella cuando una de las chicas comenzó a molestarla de nuevo. Claramente, me echaron de la manada. Pero desde entonces, la única manada que necesito, es Rachel. Al final resultó no ser para nada como las chicas decían que era. Tenía un gran carácter, sí, pero desde que comenzamos a ser amigas, no me había fallado ni una sola vez. Y su adicción con la comida solo hace que sea aún más adorable.

—Mira esto. —Digo para acto seguido tenderle la nota. Ella la coge, me mira un segundo, y vuelve su mirada a la nota, esta vez abriéndola para leer lo que decía en su interior.

—¿J.F.? ¿Estás teniendo una aventura con un chico, —Dice haciendo énfasis en "chico." Supongo que debe de ser por el hecho de que no he salido con ninguno nunca. —el cuál te manda cartas románticas, haciéndose llamar J.F., del cuál no me has hablado?

—Ojalá fuera así, pero no. —Desde que las palabras salen de mi boca, acompañadas por un suspiro de cansancio, Rachel por fin levanta la vista para mirarme con su ceño fruncido, no entendiendo nada de lo que pasaba. —Cuando llegué a casa de la fiesta, subí a mi habitación a cambiarme y ponerme el pijama, y para cuando me voy a quitar mis vaqueros, noto que en uno de los bolsillos traseros, se encontraba esta nota. —Digo, ahora con la nota entre mis manos. —No tengo ni idea de quién es J.F., Rachel. Y no tengo ni idea de lo que esta nota significa. Pero algo me dice que no es una nota para declararme su amor por mí y, que con el misterio de no saber quién es, le busque y cuando lo encuentre seamos felices para siempre. Creo que hay algo oscuro detrás de esta nota, y por eso no podía decírtelo por teléfono, Rachel. Quiero que me ayudes a averiguar quién es J.F. y qué es lo que quiere de mí.

Nothing Gold Can StayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora