Me paso la tarde releyendo la nota una y otra vez, hasta que oigo la puerta principal cerrarse, señal de que mi madre ya está en casa.
Bajo las escaleras cuidadosamente y, cuando llego a la mitad de esta, lo suficientemente abajo como para ver lo que sucede en la planta inferior sin ser percibida, veo que no va sola. A su lado hay un hombre de unos 30 años vestido con traje y corbata. Tenía unos ojos verdosos y era de raza negra, pero cuando le mirabas, lo que más llamaba la atención era la enorme sonrisa que tenía plasmada en el rostro.
Sigilosamente, giro sobre mis pies para volver a mi cuarto sin que ninguno de ellos se de cuenta de que alguna vez he estado aquí, pero justo en el momento en el que mi pie derecho pisa el escalón superior al que está mi pie izquierdo, la madera cruje, delatándome. ¿Quién fue el genio que inventó las escaleras de madera? Solo sirven para hacer ruido.
—Alycia, no sabía que estabas ahí. —Ya, esa era la idea. —Ven, quiero que conozcas a alguien. —Bajo los escalones que me faltan hasta llegar al salón y me planto delante de mi madre y su acompañante. —Alycia, te presento a Abraham, se ha incorporado nuevo en la empresa y le he invitado a casa para poder ponerle al día con todo.
—Encantado de conocerte, Alycia. —Me dice con la mayor sonrisa que jamás he llegado a ver. —Espero poder verte más a menudo. —Al decir eso, su mirada se dirige hacia mi madre, la cual, no se está dando cuenta de los sentimientos que hay en el aire en estos momentos.
—Encantada de conocerte a ti también, Abraham. —Digo desviando mi mirada de él a mi madre rápidamente. —Creo que mejor os dejo solos, tengo mucha tarea que hacer, ya sabes, vida de estudiante. —Sonrío lo más falsamente que puedo y comienzo a darme la vuelta para dirigirme nuevamente a las escaleras.
—Alycia, espera. —Al oír a mi madre, me paro en seco. Ella suspira y coloca sus manos en la cintura. —Lo he estado pensando mucho y... Creo que te levanto el castigo. Tienes razón, ya eres mayor para tomar tus propias decisiones y cometer errores por ti misma. Pero que no se te suba a la cabeza, ¿eh? —Sin darme la vuelta, sonrió lo más grande que mis mejillas pueden aguantar y levanto los brazos, dando pequeños saltitos en el sitio. Alycia, actúa como la adulta que tu madre cree que eres.
—¡Muchísimas gracias! —Grito mientras subo las escaleras lo más rápido que puedo. Antes de cerrar la puerta de mi habitación, oigo risas provenientes del salón. No sé quién será ese Abraham, pero creo que tiene mucho que ver en el hecho de que ahora pueda ver a Jonathan, quiero decir, en el hecho de que ahora pueda entrenarme para la guerra por venir tranquilamente sin tener que estresarme por la hora.
Hablando de horas...
—¡No he llamado a Rachel! —Digo en voz alta. ¿Cómo se me ha podido olvidar llamarla? He estado tan entretenida leyendo y releyendo la nueva nota que se me ha olvidado contárselo. Cojo el teléfono y marco su número. Al primer tono ya lo ha cogido... Mala señal. Despego el móvil de mi oreja antes de que, esta vez, si me deje sorda.
—¡¿Dónde estabas?! ¡Estuve esperando en tu casa los 10 minutos que acordamos que serían para contármelo todo! Ya creía que te habían raptado y a ver cómo le explico eso a tu madre cuando se suponía que no podías salir.
—Lo siento, Jonathan pensó que sería mejor cambiar los horarios para tener más tiempo a explicarme todo y...
—¿Jonathan? Sé que soy malísima recordando nombres pero juraría que el chico al que has ido a ver hoy se llamaba Jason.
—Es una historia tan larga... —Digo mientras un suspiro se escapa de mis labios.
—Tengo todo el tiempo del mundo. —Sonrió suavemente y le cuento cada detalle. Como Jason no era el chico de la nota, sino que era Jonathan, como me dijo que tenía que contarme algo muy importante y accedí a ir con él a su casa, la profecía, como me había estado observando todo este tiempo y como ya me conocía mucho más de lo que yo jamás podría conocerle a él. La parta de como él se había asustado por el hecho de que nuestra relación se hiciera más íntima, ya que, solo soy su misión, me la había reservado para mi misma. No por nada, sino porque prefiero que sólo él y yo mantengamos esos recuerdos.
—¿No te estarás quedando conmigo verdad? —Responde Rachel después de casi un minuto de estar en silencio. —Porque juro que no me está haciendo ninguna gracia.
—Más quisiera yo que todo eso de la profecía no fuera verdad. —Digo con una ligera sonrisa en los labios ya que es lo único que cambiaría de toda esta historia. —Pero no lo es, así que solo me queda enfrentarlo y que pase lo que tenga que pasar. Gracias a dios mi madre me ha quitado el castigo y no tendremos que hacer lo de los horarios más.
—¿Para qué te lo iba a hacer de nuevo cuando es obvio que no funciona? Al final terminarás haciendo lo que te venga en gana y no le harás ni caso a las alarmas. —Doy una gran carcajada porque en el fondo, sé que tiene razón.
—Por eso es algo bueno que no tengas que hacerlas más.
(...)
Después de terminar la llamada con Rachel, me acuesto en mi cama, me cubro con una manta y me preparo para dormir. Le doy un último vistazo al móvil, en busca de alguna notificación. Entro en Facebook y veo que tengo 5 mensajes de 2 personas diferentes. 4 son de Rachel, diciéndome lo preocupada que está y que dónde estoy y por qué no la he llamado. Obviamente fueron enviados antes de que la llamara. Y el otro mensaje es de un tal A. Fitzgerald. El nombre enseguida me llama la atención.
A. Fitzgerald: ¿Qué tal, monada?
Alycia Byers: ¿Quién eres?
A los 10 segundos de haberlo enviado, ya lo ha leído y está escribiendo una respuesta.
A. Fitzgerald: ¿Es que no me reconoces?
Alycia Byers: Reconozco el apellido, pero no el nombre.
A. Fitzgerald: Claro, se me había olvidado. Soy Jonathan, yo no tengo estas estúpidas redes sociales así que uso la cuenta de mi hermano, Alistair.
Ahora lo entendía pero, ¿por qué iba a hablarme si es obvio que no le gustan estas cosas?
Alycia Byers: Oh, hola. No quiero sonarte ruda pero, ¿si piensas que son una estupidez por qué usas la cuenta de tu hermano para hablarme?
A. Fitzgerald: Porque no tengo tu número.
Para cuando lo he leído, mi cara está en llamas y tengo una sonrisa plasmada en la cara. ¿Qué me pasa? Sólo me ha dado una respuesta lógica a una pregunta que le he hecho, no es para tanto, Alycia.
Alycia Byers: Tiene sentido... Tampoco te has molestado en pedírmelo.
A. Fitzgerald: ¿Por qué debería haberlo hecho yo? Tú tampoco me has preguntado por el mío.
Alycia Byers: Ya, pero tu eres el que está pidiéndomelo ahora, no yo.
A. Fitzgerald: ¿Quién ha dicho que te lo estuviera pidiendo? Sólo he dicho que no lo tengo. ;)
Alycia Byers: Buenas noches, Jonathan.
A. Fitzgerald: ¡Espera!
Si que quiero tu número.
¿Me lo das?Una sonrisa de autosuficiencia está ahora plasmada en mis labios. Le doy mi número y él me da el suyo.
A. Fitzgerald: Mañana paso a buscarte para empezar con el entrenamiento, ¿te parece bien?
Alycia Byers: Me parece perfecto. Ya no estoy castigada así que no tenemos por qué preocuparnos por la hora. :)
A. Fitzgerald: Bien. Ya no tendré que llevarte a tu casa.
Alycia Byers: No tienes por qué traerme si no quieres...
A. Fitzgerald: ¡No lo decía porque me molestara llevarte! Me molestaba que tuvieras que irte tan pronto.
Doy un pequeño gritito de emoción y tardo al menos 1 minuto en pensar qué contestarle.
Alycia Byers: Yo tampoco quería irme tan temprano.
A. Fitzgerald: Es algo bueno que ya no tengas por qué hacerlo.
No entiendo que quiere decir con ese mensaje pero antes de que pueda siquiera preguntar, ya está escribiendo de nuevo.
A. Fitzgerald: Buenas noches, Alycia. Que descanses y sueña con los de tu especie.
Alycia Byers: ¿Con los de mi especie?
A. Fitzgerald: Con los ángeles.
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Nothing Gold Can Stay
Science FictionNature's first green is gold, Her hardest hue to hold. Her early leaf's a flower; But only so an hour. Then leaf subsides to leaf. So Eden sank to grief, So dawn goes down to day. Nothing gold can stay.