Capítulo 12

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Dimensión Alternativa

Sus profundos ojos miel hacen que un escalofrío recorra mi columna vertebral.

No le rompas el corazón.

Esas palabras no paran de retumbar en mi cabeza. Tiene razón, le haría daño. ¿Qué sé yo sobre el amor, el romanticismo y los para siempre? Todo lo que llegué a amar lo he destruido y lo único que sé hacer es alejar a las personas que quiero para evitar herirlas. Yo no quería sentir esto, a mi simplemente me gustaba y quería pasarlo bien, pero a pesar de apenas conocerle siento como si fuera un hogar, mi hogar. Por favor solo hay que mirarlo, y no me refiero de manera superficial, a su físico, me refiero a mirar su alma a través de ese mar de miel, a ver más allá de su piel, su esencia, y solo hay inocencia, amor, pureza, sentimientos a los cuales yo contradigo totalmente. Él se merece alguien que le pueda dar estabilidad, un domingo de lluvia viendo Netflix abrazados mientras beben un chocolate caliente, yo sería un sábado por la noche corrompido por el alcohol y vidas rotas. Al fin y al cabo solo soy un demonio, simplemente no estoy hecha para el amor, merece algo mejor.

—Bueno yo... os dejaré solos. —Kristina se dirije hacia la salida cuando Alistair la agarra del brazo.

—Kristina, no tienes que preocuparte por mi. —Le planta un beso en la sien y deja que se marche.

Creo que lo que estoy sintiendo ahora se llaman nervios.

—Alistair... —Se acerca rápidamente hacia mí y me agarra la cara con firmeza, no de una forma violenta ni agresiva a pesar de la fuerza con la que vino hacia mi. Apoya su frente contra la mía y puedo notar perfectamente su respiración algo agitada. —Inhala, exhala... —Sonrío mientras recuerdo el día el cual le dije esas palabras.

—No puede ocurrir, está mal. —A pesar de lo que acaba de decir, sus actos me dicen todo lo contrario al acercarme más a él.

—No quiero hacerte daño. —Cierro los ojos incapaz de poder mirarle a los suyos.

—Tenemos que alejarnos, Alycia. —Suelto sus manos y el afloja su agarre a pesar de que me sigue sosteniendo. Le doy un beso en la mejilla y ese simple e inocente acto hace que se me erize el vello.

—Somos simplemente una discípula y su maestro. —Hago una sonrisa forzada y me aparto de él unos centímetros.

—Exacto. —Su sonrisa, tan forzada como la mía, hace que me duela el pecho, pero prefiero que me duela a mí antes que a él.

—Bueno maestro ¿sería tan amable de abrir el portal que me lleva a mi casa? —Intento sonar lo más amistosa posible y está vez la sonrisa que se forma en sus labios es auténtica.

—Por supuesto, mi querida discípula. —Dice su abra cadavra particular y acabo en el portal de mi casa junto a él.

—No tenías por qué acompañarme. —La verdad, ahora mismo preferiría no verle, creo que me duele. Joder que duele.

—Tenía que asegurarme de que mi alumna regresaba sana y salva. —En su pálida tez se puede apreciar como sus mejillas están rosadas, ese particular color que siempre provoco que tenga Alistair en su rostro.

—Bueno muchas gracias, pero cómo puedes ver estoy de una pieza.

—Buenas noches, Alycia. —Se despide con la mano y desaparece junto con el blanquecino portal.

Al entrar en la casa y mirar el reloj que está justo al lado de la entrada de la cocina, me doy cuenta de que son las nueve y media de la noche. Hay que ver que rápido pasa el tiempo en ese sitio. No veo rastro de mi madre en el piso inferior asi que me dispongo a subir las escaleras. Me dirijo hacia su cuarto y ahí la veo, acostada en su gran cama de color carmesí, una imagen extraña y al mismo tiempo esperanzadora, estos últimos años ha estado durmiendo en el sofá, dado que por su, antigüamente continuo estado de ebriedad, era incapaz de subir las escaleras, también me sorprende la hora a la que se ha ido a dormir.
Le doy un beso en la frente y salgo cuidadosamente de la habitación mientras me dirijo hacia el baño para asearme.

Llevo aproximadamente 20 minutos en la bañera dejando que el agua congelada helara todo mi cuerpo. No quiero pensar, quiero dejar de darle vueltas a las cosas y aceptar que esto es lo mejor para ambos.
Al salir de la bañera, me coloco el pijama y voy a mi cuarto. Al abrir mi habitación y encender la luz mis ojos van directamente a la mesilla de noche, donde tengo mi paquete de malboro y junto a él un viejo mechero el cual tiene escrito a bolígrafo Kaidan y Alycia. Me tumbo en la cama y prendo un cigarrillo, dejo que el humo llene mis pulmones y apago la luz. La escena así me parece más poética y me quedo embobada observando la pequeña llama que está en el inicio del cigarrillo, cuando de repente, empiezo a oír ruidos y cuando estos sesa, veo a Connie intentando entrar por la ventana que dejé previamente abierta. Cuando lo consigue, lo primero que hace es gritarme:

—¡¿Por qué no me has llamado....!? —La interrumpo al acordarme de que mi madre está durmiendo.

—Mi madre está durmiendo Connie, ven sientaté a mi lado. —Cuando sienta su pequeño culo en mi cama se relaja y me mira con esos grandes ojos grisáceos que la caracterizan.

—¿Tu madre en casa, durmiendo a esta hora? —Su expresiva cara me muestra asombro.

—Sí, hoy no ha bebido en todo el día. Bueno, ¿qué venías reclamándome?

—Alycia, joder, he estado intentando contactar contigo todo el puto día, y encima me llama Raphael para contarme lo que ha pasado en vez de tu, me tenías muy preocupada. —Puedo notar su rabia y al mismo tiempo tristeza en su rostro, tristeza porque cree que no la quiero, porque su concepto de amor es contarnos todas las cosas y depender la una de la otra, pero yo no soy así y ella todavía no lo asimila.

—Lo siento. —No sé qué coño decir aparte de eso.

—¿Que lo sientes? ¿Ya está? Alycia, estoy cansada de lo mismo de siempre, ¿crees que eres la única que ha sufrido? ¿Que solo por ese mero hecho, puedes hacer lo que te venga en gana sin importarte las concecuencias? —Se levanta de la cama y empieza a agitar las manos indignada. —Te quiero, pedazo de mierda. Me preocupo por tí y me duele lo que haces, deja de encerrarte en tu dolor, desaparecer y volver cómo si nada, cómo si a la gente que te quiere no le fuera a doler, esperando que todo vuelva a ser normal después del daño. Echo de menos a la antigua Alycia, la... —La interrumpo porque sé lo que está a punto decir.

—Ni se te ocurra decir La Alycia antes del accidente. ¿Qué creías? ¿Que después de esa noche y de haber ido al maldito psicólogo volvería a ser la misma de siempre? ¿Como si nada hubiera pasado? Por favor Connie, vete. —Miro el suelo de madera y oigo sus pasos dirigiendose hacia la ventana.

—Mañana hay clase, pasaré a recogerte como siempre... Y deja de alejar a las personas que te quieren, por favor. —A pesar de que no dejé de mirar al suelo, pude notar que ella tampoco me estaba mirando. Cuando sale, me doy cuenta de que el cigarrilo se había acabado y la ceniza había caído al suelo. No me molesto en limpiarlo. Quiero alejar a la gente que me quiere, quiero estar sola, no quiero hacer daño a nadie, joder.

Respiro hondo y cierro los ojos, esperando que el sueño venga a mí.

Nothing Gold Can StayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora