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Me levanté más temprano que de costumbre, decidí ir por Karina a su casa y de ahí irnos a la escuela, hice la mayoría de mis cosas en silencio para no despertar a mi madre. Me apresuré a bañarme y vestirme, hoy elegí ir de mezclilla azul y mi blusa negra con un suéter largo negro, mis tenis negros como siempre.

Bajé para irme, no vi a nadie y no escuché ningún ruido, probablemente en cinco minutos suene la alarma de mi madre para que se levante y empiece toda su rutina.

Llegando a casa de Karina eran aproximadamente las seis por lo que supongo que apenas se estaría levantando, toqué el timbre dos veces y me abrió ella.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Quiero ir contigo a la escuela

—¿A qué hora te levantaste?

—Creo que como a las cuatro

—Pasa, apenas me desperté

—Lo sé

—¿Qué pasó? Tienes un poco hinchados los ojos

—Discutí con mi madre

—¿Por qué?

—Por lo mismo de siempre

—Ay Sam...

—Da igual, vamos a que te vistas

—Voy

Subimos a su habitación para que se arreglara, ella tardó quince minutos en el baño y otros quince en arreglarse, todo estaba tranquilo hasta que escuché que tocaron la puerta.

—Voy a ver en lo que terminas de arreglarte

—¡No! Yo voy

—No, puedo ir yo

Sin hacerle caso a Karina bajé a la puerta, abrí y vi a un chico del turno vespertino de la preparatoria, había algo raro porque él me miró con sorpresa.

—¿A quién buscas?

—A Karina

—¿Son novios?

—Sí

Ahora si la mataba, ella prometió decirme cuando tuviera novio. Sentí un dolor en mi pecho, regresé por mis cosas y salí.

—¿A dónde vas?

—Dile a Karina que me adelanté

—¡Sam, espera! — Era la voz de Karina, ella había rebasado los límites de confianza, yo le he contado todo y ella simplemente decide ocultarme las cosas.

Caminé hasta la parada y justo cuando llegué pasó el transporte, fui a la escuela con un terrible coraje y ganas de llorar, pero tuve que aguantarme. El trayecto fue muy pequeño, llegando a la entrada de la escuela me pidieron mi credencial porque había un tipo de revisión; después de eso caminé hasta mi salón, en la puerta estaba Santiago, no quería hablar con nadie y él no me dejó hacerlo.

—Hola Samantha

—Hola

—¿Qué tienes?

—Nada, ¿necesitas algo?

—No, ¿estás bien?

—Sí, sólo que anoche no dormí bien

—Oh, ¿quieres ir por un café a la cooperativa?

—Gracias, pero creo que rechazaré eso

—¡Sam! — Gritó Karina en la puerta, seguía molesta y si hablaba con ella las cosas iban a explotar.

LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora