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Salí de bañarme, estaba envuelta en una toalla, me paré frente al armario, había dejado la ropa que me compró él hace tiempo; decidí utilizar un vestido acampanado de color negro, unos zapatos de piso color carne, mi maquillaje fue un poco más sofisticado porque quería dar una buena impresión a la mamá de Santiago. Tocaron dos veces a mi puerta, ya estaba lista, pero todavía no quería salir. 

—Adelante 

Entró la pareja de mi padre, es más joven que él, podría decirse que es como una tía, porque no es tan joven, pero tan poco es tan mayor. 

—¿Estás lista? —Su voz tiene un tono suave, que te hace sentir en confianza desde el primer momento. 

—Sí, es que no estoy segura

—¿Qué pasa? 

—Es que siento que me arreglé demasiado para una simple cena 

—Pero te ves hermosa, y eso es lo único que importa, además es una cena con alguien que no conocemos y ya sabes lo que dice tu papá, la primera impresión es la que cuenta 

—Tienes razón 

Respiré hondo y ambas salimos de mi habitación, mi padre me observó por unos segundos y quedó sorprendido, me dio más seguridad saber que él estaba de acuerdo con lo que llevaba puesto. 

—Es hora de irnos 

Salimos de la casa, cruzamos la calle y él tocó delicadamente el timbre, me reí, pero no tan obvia porque podría tener problemas por esos motivos. Nos abrió la mamá de Santiago, la señora era hermosa, parecía una modelo, aunque supongo que siendo mayor para conservarse debe dedicar demasiado tiempo a su cuerpo. 

—Bienvenidos, pasen a su humilde morada 

—Gracias—respondió mi padre por todos. 

—Mi hijo no tarda en bajar

—Lo he conocido, es un chico muy educado y respetuoso con  mi hija, ambos van al mismo instituto, son amigos, según tengo entendido 

—Oh, es una sorpresa, yo no estaba enterada de dicha situación

Santiago iba bajando las escaleras, estaba vestido con un pantalón negro de vestir, una camisa color uva que lo hacía ver más guapo, me quedé embobada viéndolo hasta que Santiago habló para saludar. 

—Buenas noches

Mi padre y su pareja respondieron, yo sólo le sonreí porque no podía articular las palabras y peor sentí como mi rostro se estaba poniendo rojo, agaché mi cabeza y me giré para que no se dieran cuenta. Santiago se acercó para saludarme de beso, su loción olía demasiado rico, me estaba hipnotizando de alguna manera. 

—De saber que vestir así te iba a conquistar, lo hubiera hecho desde el principio 

—No es cierto 

—¿Qué cosa? —Preguntó la madre de Santiago. 

—Que no hay postre

—Santiago ¿por qué le dijiste eso?, claro que hay postre 

Avergoncé a Santiago y eso me reconfortó, pasamos todos a la mesa, supongo que la señora también tenía una empleada para que nos sirviera de cenar. 

La cena fue algo elegante, Santiago y yo salimos de la casa para tomar aire fresco, y dejar que los mayores tuvieran su tiempo para platicar de cosas viejas o algo así. 

—Samantha, ¿podemos tomarnos una foto?

—¿Para?

—Quiero tener un recuerdo, de algo que no podrá ser nunca

LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora