Nueve

1.3K 165 70
                                    




Nicolás trató de levantarse de su silla, pero una fuerza imaginaria lo detuvo en su lugar. No podía creer que él tuviera un hijo.

Un hijo con la chica que siempre había soñado. Su corazón palpitaba con fuerza y estaba a punto de tener uno de sus ya muy típicos ataques de pánico. Respiró profundamente y luego soltó despacio el aire. Si él se ponía mal seguramente el pequeño niño se asustaría.

Dios, probablemente ambos se pondrían a llorar. Que terrible se sentía tener la mente de un chico de dieciséis, necesitaba su vida de vuelta. De otra manera ¿Cómo podría amar a ese lindo niño de ojos miel?

Inhalar, exhalar.

Inhalar, exhalar.

Inhalar, exhalar.

Nick se repitió eso durante muchos minutos, en los cuales Natalie sólo lo miró con sumo cuidado. Estaba asustada de como él iba a reaccionar ante su hijo. El cual por cierto estaba mirando con sus ojos curiosos al hombre frente a él.

Inhalar, exhalar.

Inhalar, exhalar.

-¿Mami? -Jael golpeó la mejilla de Natalie. No era muy platicador, pero desde muy pequeño aprendió a hablar y a sus casi tres años, pronunciaba bastante bien.

Natalie tenía el remedio para que su hijo se quedara tranquilo, simplemente tenía que darle su teléfono y él se pondría a revisar las fotos. Con eso, él era sumamente feliz.

-Tienes que decir algo Nick.

-Yo... no. ¿Cuál es su nombre?

-Jael.

Nick bufó molesto.

-¿Qué clase de nombre es ese? Es un nombre de chica. Así se llama mi mejor amiga.

-¿Sabes quién es tu mejor amiga? Porque Nick, la conociste a los dieciocho.

-No entiendo mi mente la mayor parte del tiempo. ¿Podemos cambiarlo? Quizá algo como Jared, así se parecería y se acostumbraría más rápido.

-Tú no...

-¡Mami! Mida papi -Jael emocionado le mostró el teléfono a su madre.

Nick frunció el ceño.

Jael giró el celular y Nick pudo ver la imagen.

-¿Por qué le dice papá? -preguntó.

-Es su padre Nick. Puede no tener su misma sangre pero tú no estuviste, Diego lo crió.

-¿Te puedo hacer una pregunta? -No esperó respuesta-, Cuándo supimos del bebé ¿Te dejé?

-No.

-Entonces malditamente no puedes decirle a mi hijo que otro es su padre.

-Ma-itamete -Jael rio.

-Él no le enseña malas palabras.

-¿Y? Soy su padre, puedo enseñarle lo que quiera ¿Qué apellidos tiene?

-Los míos. En realidad... Diego quiere...

-No. Estoy asustado. Asustadísimo, pero no jodas conmigo. No porque no recuerde seis años de mi vida significa que voy a huir de mis responsabilidades.

-Nick. Sé razonable.

-Tú sé razonable. Estoy acostumbrándome a mi vida y ten por seguro que no voy a dejar que tú me quites algo que sólo pude amar durante tres meses o menos.

Nick se levantó molesto. Dejó dinero en la mesa para pagar lo que había consumido y luego le dijo a Natalie:

-Y jodidamente no va a decirle papá a un imbécil.

++

Alexander estaba cansado. Por fin, después de un tiempo lejos de casa había vuelto para quedarse. Había terminado su residencia e iba a comenzar a trabajar en un hospital cerca de su hogar. Estaba feliz porque su hermano había mejorado, y los recuerdos habían comenzado a aparecer en su memoria.

A la ex novia de Alex le encantaban las películas románticas y él vio demasiadas. Incluso la de votos de amor, esa película donde la protagonista jamás recupera la memoria. Pensó que tal vez eso podría pasarle a su hermano, pero no fue así.

Nick comía unos asquerosos panqueques con miel y avena. Alex había descubierto que a su hermano realmente le gustaba comer. Él podía pasar todo el día en la cocina, acabándose la comida y aun así tendría hambre.

Se sentó junto a él y sin poder evitarlo hizo una mueca.

-Deberías comer más saludable Nick.

Nick no dejó de masticar cuando le contestó.

-Tú deberías meterte en tus asuntos. ¿Sabes algo de leyes?

-Soy doctor. No abogado -señaló su bata blanca- ¿La bata no te da alguna idea?

-No seas inteligente conmigo. Estoy muy idiota desde que desperté así que ten piedad. Sé que sólo vi a Jael como por quince minutos, pero no quiero que algún otro tarado se quede con alguien a quien yo amé antes de caer en coma. Mi yo de antes probablemente estaba muy feliz con eso. No voy a destruirle su sueño. Quiero luchar por el niño.

-Deberías hablar con ella, como adultos Nick. No como niños llorones que no quieren soltar un juguete.

-Alex.

-Nick.

-¿Quieres jugar Mario Bros?

-Nadie juega Mario Bros en esta época.

-Todos son imbéciles en esta época.

++

Los ataques de pánico eran mucho más frecuentes cada vez. Nick pensó que después de tantas semanas el miedo desaparecería, pero estaba muy equivocado. Cuando la noche llegaba, él debía mantener la televisión de su cuarto encendida, tenía un miedo irracional a la oscuridad, que lo hacía cobijarse de pies a cabeza. Respiraba con dificultad y las lágrimas caían. Nunca había sido un chico con miedo, ni siquiera cuando era pequeño, pero desde que despertó no podía evitar sentirse asustado.

Esa noche su sueño comenzó con su hijo. Un pequeño niño de ojos claros y cabello oscuro. Le sonreía y gritaba emocionado.

Papá.

Papá.

Nick le sonrió de vuelta. Se sentía feliz, su corazón latía con fuerza y tenía ganas de gritar de emoción. No recordaba nada de su hijo pero ya lo amaba.

Papá.

Papá.

Nick caminó hasta su hijo, pero se dio cuenta que el pequeño miraba por encima de su hombro. Nick volteó y vio una figura oscura, claramente de un hombre. Jael caminó y pasó a Nick como si no estuviera ahí, el hombre atrás, tomó a Jael en sus brazos y ambos rieron felices. Jael, diciéndole una y otra vez;

Papá.

Cuando las hojas caen [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora