Capitulo Dieciocho

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Louis y Kirk volaban por el pasto, la velocidad y el sentimiento de ser uno solo con el caballo, llevándose su maraña de pensamientos. No se permitió recordar lo mucho que echaba de menos los paseos matutinos con Harry. No podía. Poner su dolor a un lado era la única manera que tenía para poder superar el día a día. Las noches... oh, las noches eran otro cantar.

Louis frenó al caballo y bostezó. No había estado durmiendo bien. Cada noche, tan pronto como se quedaba dormido, soñaba con Harry y se despertaba increíblemente desilusionado. Dos noches atrás, había soñado que Harry volvía. Los detalles del sueño eran tan vívidos, tan reales, que cuando se levantó y comprobó que Harry no estaba allí, se sintió como si acabara de perderle una vez más.

—Lo siento, chico. No he sido una gran compañía últimamente, ¿verdad? —La cabeza del caballo botó, como si estuviera completamente de acuerdo con él. Louis le acarició el cuello—. No tenías porqué ser tan sincero. Podrías haberme mentido. —Kirk eligió ese mismo momento para girar la cabeza y mirarle con aquellos profundos ojos marrones—. Vale, vale. Volvamos. —Louis les dio la vuelta y espoleó a Kirk al trote—. Jesús, estoy teniendo una conversación con un caballo. —Louis sonrió mientras trotaban de vuelta al establo.

En el patio, desmontó y llevó al caballo de vuelta a su caballeriza. Después de desensillarlo, le cepilló. Una vez fuera, se detuvo para mirar al potro correr y juguetear con su madre. Princesa se acercó a Louis, y él la dió de comer unas cuantas zanahorias mientras la acariciaba el hocico.

Con un suspiro, se giró y volvió a la casa, viendo el coche de la tía Mari aparcado en la puerta. Por inercia, miró su reloj. Algo debía ir mal; no eran ni las ocho. La tía Mari podía haberse criado en una granja, pero raramente se levantaba antes de las nueve en fin de semana.

La puerta se cerró de golpe detrás suyo cuando entró en la cocina.

—¿Qué te trae tan temprano? —Louis se detuvo en seco al ver los ojos verdes de Harry clavados en los suyos.

Su tía les miró, y sonrió.

—He recogido un autoestopista esta mañana cuando iba al pueblo. Y me ha pedido que le trajera hasta aquí. —Louis oyó su voz, pero todo su mundo estaba centrado en Harry. Mari y Len se levantaron, pero Louis sólo se dio cuenta de que se marchaban de la cocina parcialmente.

Su corazón daba saltos en su interior, pero intentó calmarse.

—¿Has venido de visita o te vas a quedar? —Tener a Harry de vuelta entraba en la categoría de "demasiado bueno para ser verdad".

—Si me aceptas. Quiero decir; me gustaría quedarme, pero si no quieres que me quede, lo entenderé. Aun así, necesito un trabajo. —Los ojos de Harry mostraron inseguridad y preocupación.

—¿Si te acepto? —Los pies de Louis se movieron por su propia iniciativa—. ¿Si te acepto? —Y entonces estaba ahí, tirando de Harry y metiéndolo entre sus brazos, abrazándole con fuerza—. No volveré a dejar que te vayas jamás. —Los labios de Louis chocaron contra los de Harry, apretándole aún más fuerte, sus manos masajeando aquel pelo rizado, incrementando la presión entre sus labios.

—Louis, yo...—la voz de tía Mari llegó hasta sus oídos, pero Louis casi ni la oyó, y por supuesto no paró de besar a Harry.

Todo su ser estaba unido a Harry, a la sensación de su atlético cuerpo pegado contra el suyo y a la de su pelo sedoso enredado en sus dedos. El sabor de sus labios, el olor de su piel, los pequeños gemidos que emitía, todo ello se combinaba saturando sus sentidos y no había sitio para nada más. La casa podía arder a su alrededor, que Louis no se daría ni cuenta. Harry estaba entre sus brazos, besándole y apretándole con fuerza, y no había nada más en el mundo que tuviera importancia.

AMAR SIGNIFICA... NO AVERGONZARSE.|Larry Stylinson|Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora