Epilogo

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Louis se levantó temprano; muy temprano. Tenía muchas cosas que hacer, y no quería que Harry se enterase de que había salido. Con mucho cuidado se levantó de la cama y se fue de la habitación al baño, donde había escondido su ropa. Consiguió vestirse de cualquier modo en la oscuridad y fue de puntillas hasta la puerta. Bajó las escaleras intentando no hacer ruido y se enfundó las botas, el abrigo, los guantes y el gorro. Vestido como un Esquimal salió, pisoteando la nieve fresca hasta el establo.

Louis fue directo al almacén y sacó el regalo de navidad de Harry, poniéndolo cerca de la puerta para acordarse de meterlo dentro. Después caminó hacia cada caballeriza, llenando comederos con heno y asegurándose de que los bebederos no estaban congelados. Largas y majestuosas cabezas se asomaron de cada caja. Durante años, la parte baja del establo había estado vacía. La granja no necesitaba veinte caballos. Pero desde que Harry había vuelto había comenzado a dar clases de equitación, con la ayuda y la bendición de Len, y habían decidido llenar los catorce cajones sobrantes con los caballos de los estudiantes de Harry. No se habían anunciado mucho, pero la noticia corrió como la espuma en los círculos equinos, y Harry se había ganado una gran reputación como un excelente profesor. Después de dos meses, sus clases estaban completas, y tenía lista de espera.

Mientras trabajaba, Louis comenzó a entrar en calor, así que se quitó el abrigo. En menos de una hora, todos los caballos estaban alimentados y dados de beber. Dio un último chequeo a cada caballo, dando a cada uno un pequeño dulce y asegurándose de que todos estaban bien.

Después fue a asegurarse de que los dos bueyes también tenían comida y bebida. Zayn se había encargado fielmente de aquellas dos criaturas, y estaban creciendo muy bien. Louis había pedido especialmente a Zayn que no fuera al establo esta mañana. Su última parada fue para el potro.

Estaba precioso, y pronto habría dos más. La madre del potrillo y Crepúsculo estaban embarazadas de Kirk, y Louis esperaba que uno de ellos fuera un semental negro. Se aseguró de que las puertas estuvieran cerradas y volvió a la casa con su regalo.

Mientras caminaba por la nieve, paró en mitad del patio y dedicó un minuto a mirar a su alrededor. En los últimos meses se había sentido feliz y triste. Perder a su padre había sido duro, pero nunca habría conocido a Harry si su padre no hubiera fallecido. Era un pensamiento agridulce. La compra de la granja de los Winter había ido sin problemas. Frank ya había planeado la plantación de todos los acres para el siguiente año, y comenzaba a planear los de los años siguientes. Incluso se dedicaba a pasearse por los campos, ayudando en las reparaciones. Existía la posibilidad de comprar algunos campos de heno adicionales, pero aquello era para el futuro. La granja era rentable, y gran parte del dinero que había usado para agrandarla había sido devuelto a la cuenta. La vida era realmente buena.

Louis empezó a sentir el frío colársele por entre la ropa así que se dirigió a la casa, llenándose los brazos de leña antes de abrir la puerta de atrás.

La casa estaba en silencio así que puso la leña cerca de la chimenea y comenzó a quitarse toda la ropa invernal. Abrió el armario de atrás de la lavandería y sacó el resto de los regalos, dejándolos bajo el árbol de navidad. Con una sonrisa pícara, subió las escaleras y se metió en la cama.

Harry se acurrucó contra él, pero enseguida se retiró, dando un respingo.

—¡Dios, ¿Dónde has estado?! No me voy a abrazar a un cubito de hielo.

—El cubito de hielo acaba de dar de comer a los animales para que no tuvieras que salir de la cama.

—Gracias, pero no me pongas ninguna parte fría encima. —Harry le besó con cuidado pero se alejó aún mas, casi cayéndose del colchón, cuando Louis le empezó a acariciar el culo—. No es justo; estás helado.

AMAR SIGNIFICA... NO AVERGONZARSE.|Larry Stylinson|Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora