Negociación.

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—¡CHON!— una voz masculina se aproximó hasta donde el perro estaba.

Acerqué mi mano izquierda a la bota donde se encontraba el cuchillo y estaba dispuesta a meterlo por el culo al hombre.

—no son necesarias las armas—. Anunció levantando las manos, la poca luz solo me dejaba distinguir la figura de un cuerpo masculino del cuello para abajo—. No vamos a lastimarte.

—¿dónde está mi hermano?

—ven conmigo—. Ordenó.

—¿dónde está mi hermano?—repetí apretando los dientes.

—¿quieres que lo mate?— amenazó, mi cuerpo entero se tensó y mi manos e acercó más a la bota—. Veo que no—. Y luego repitió—: ven conmigo y deja tu arma ahí—. Su mano bañada por las sombras señaló un lugar sobre las maderas.

Avancé sin dejar de mirar la figura hasta donde indicaba y dejé el cuchillo.

—¿conforme?— pregunté poniendo mis brazos cruzados sobre el pecho.

—el celular—. Señaló mi bota derecha.

Hijo de puta, ¿cómo supo?

—no lo traje—. Mentí descaradamente.

—sácalo de tu bota, Amira—. Amenazó—. No me hagas hacerlo a mí.

—¿cómo sabes mi nombre?— pregunté mientras sacaba el puto teléfono del calzado.

—eso no importa—. Respondió de manera brusca.

—¿dónde está Ian?— repregunté lo más importante.

—ven conmigo—. Salió de las sombras y se acercó hasta donde estaba. era alto, más de lo que deducía con su sombra, cabello claro, unos tonos más que el mío, corto con un pequeño jopo sobre su frente, ojos color marrón me observaba desde su altura— creo que tienes un serio problema con las ordenes, ven conmigo—. Agarró mi brazo.

—suéltame, puedo caminar sin que me toques—. Forcejeé hasta que él se ofuscó.

—si no dejas de desobedecer lo que te digo te cargaré en mi hombro—. Provocó.

—hago lo que quiero—. Tironeé una vez más lo que hizo que él frenara y me mirara, luego mi pecho y mis piernas. Cinco segundos más tarde estaba tirada como una bolsa sobre su hombro—¡bájame imbécil!

—eso no se le dice a un caballero—. Se mofó.

—tú no eres un caballero—. Repliqué golpeando su espalda.

—¿me conoces como para decidirlo?— preguntó bajándome.

Sin responder golpeé su cara con mi puño cerrado, antes de poder parpadear unos brazos agarraron mis muñecas y me dejaron contra el suelo. Sentí como mi hombro golpeaba contra el frío piso y empecé a forcejear y patear.

—señor, ¿qué hacemos con ella?— preguntó la voz del hombre que me tenía atrapada.

—suéltala—. Contestó el rubio que me cargó contra su hombro.

Al instante el peso del otro hombre salió de encima de mí. El chillido de una voz me hizo salir de las ganas de repetir el golpe al rubio. Miré hacia donde provenían los lamentos y encontré a mi hermano tirado en el piso.

Antes de pensarlo ya estaba a su lado corroborando que estuviese bien.

—Ian, ¡Ian! — casi grité al ver que él no respondía.— ¿qué le hiciste?— miré al rubio.

—¡ven aquí!— gritó el anterior hombre y se abalanzó sobre mí.

—¡Diego!— lo frenó el jefe, alias: rubio— déjala con su hermano, son sus momentos de despedida—. Me miró.

Obsesión TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora