Flashback

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Caleb, 16 años.

Tic, toc.

¿Quién es?

Abre la puerta, Caleb.

¡Caleb, abre la puta puerta!

Las voces llegan desde el exterior de mi cuarto. Quiero volver a agarrar mi cuchillo y matar a todos. Todos, todos, todos. Ellos no merecen vivir. Nadie lo merece. Quiero hacerlos sufrir, producirles dolor.

―¡Hijo, abre! ― Mi madre golpea repetidas veces la puerta― ¡Haz algo, Adolph! ― le grita a mi padre― sácalo de ahí, él quiere hacernos daño.

No quiero escuchar más sus mentiras. Yo no quiero matarlos. Yo voy a matarlos.

―¡Caleb Degener, abre la puta puerta! ― ahora es mi padre quien me grita.

―váyanse de aquí― les grito.

Ellos no me entienden, jamás lo harán. Yo no estoy enfermo, no lo estoy, ¡Lo juro! El deseo de matar es normal.

―¡Keith está muerto, tú lo mataste!

―¡El no murió! ― les digo con la voz firme― Keith sigue conmigo― estrujo mi cuchillo contra mi pecho― él me lo pidió― les explico― Keith quería conocer a su madre.

Y es cierto. Keith me dijo que lo matara, para irse con su madre muerta. Era mi mejor amigo, ¿Acaso los mejores amigos no nos hacemos favores?

―Caleb...―no los escucho, ellos gritan, golpean la puerta, pero los ignoro.

―¡Dejadme en paz! ― abro la puerta, con el cuchillo apuntado hacia mis padres. Malditos hijos de puta. Los odio, los desprecio tanto.

―hijo, baja eso― mi madre se acerca lentamente, como a un animal que gruñe y extiende la mano― dámelo, Caleb.

―no― afirmo mi agarre en el arma y hago un movimiento rápido con ella hacia mi madre― acércate y te rebanaré un dedo.

Mi padre me mira con miedo.

Me gusta, me gusta. Ellos me tienen miedo. Me odian, están asustados. Me gusta, me gusta.

―hijo...

No lo pienso, no lo razono, no me importa. Estiro mi brazo con fuerza y lo clavo en su estómago.

―te odio, te odio, te odio― repito la acción, muchas, muchas veces.

Mi madre grita. No la escucho. Alguien tira de mi cuerpo lejos de mi padre y me golpeo la cabeza contra la pared. Mi vista se nubla, no veo nada. Quiero ver, necesito ver.

―¡Debemos llevarlos al hospital! ― dice mi madre. Está llorando. Es débil.

Estoy en un auto. El de mis padres. Un hombre maneja, no sé quién es. Mi madre llora, sosteniendo mi cabeza en sus piernas. Quiero moverme, pero me duele mucho la cabeza como para correr.

―¡Apúrate, José!

El tal José, acelera el auto. No quiero que corra. No me gusta la velocidad.

―mamá...

―tranquilo, Caleb, te llevaremos al hospital― me dice― apuñalaste a tu padre y te golpeaste la cabeza.

―lo sé, quiero que papá se muera, lo odio.

―¡Caleb!

No digo nada. Me río. La voz desesperada de mi madre me da gracia. Ella es patética.

Obsesión TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora