Ataque de pánico

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Alguien podía meterme un palo por el culo sin vaselina que yo no me daría cuenta. Por eso, en ese momento, el hecho de que Caleb estuviera tocándome, a punto de violarme, no causaba nada en mí. Lo dejé hacer. No lloré, no me moví, no lo impedí.

Caleb podía hacer lo que quisiera, que yo no iba a moverme. No pensaba darle el gusto de verme sufrir de nuevo.

―te amo, te amo tanto, mi amor― Caleb agarró mi cara y besó repetidas veces mis labios― vamos a estar juntos para siempre, vas a ser feliz conmigo, te lo prometo― repitió la acción de besarme para luego separarse y sacar la playera que traía puesta.

―deja de prometer cosas que jamás cumplirás, hijo de puta― escupí con odio― viólame de una puta vez y déjame en paz.

―yo jamás te violaría, Amira― Caleb me miró con algo que parecía dolor― yo te hago el amor― volvió a subir su cuerpo sobre el mío y metió la cara entre mi hombro derecho y mi cuello.

―tú no puedes hacer algo que no conoces―le refuté con rabia― haz de una puta vez lo que tengas que hacer y déjame en paz para poder morir.

Sacó la cabeza para mirarme fijamente. Caleb me miraba. Me miraba. Me miraba. Suspiró, se paró de la cama en la que me había dejado ni bien entrados a la casa a la que habíamos llegado luego de un largo viaje.

―no quiero que sufras, Amira, no quiero hacer sufrir a la única persona que amo ― colocó nuevamente una remera sobre su cuerpo y salió de la habitación, luego de decir―: espero que recapacites tu actitud, mi amor. Vas a pasar el resto de tu vida conmigo y no es bueno que me odies ― después de eso, escuché una leve risa.

Cuando la puerta se cerró, lloré como jamás lo había hecho. Me sentía vacía, nula, insignificante, me sentía como la mierda. Ian ya no estaba, Ian se había muerto, yo había matado a Ian. Era toda mi culpa. Por mí, él se había ido de este mundo de mierda. No podía creerlo.

Creo que tuve un ataque de pánico. No lo recuerdo bien, en realidad. Nunca supe si fue de angustia, pánico, ira o los tres juntos. Lo único de lo que tengo un claro recuerdo, es de haberme puesto en pie y hacer algo: tiré todo lo que tenía cerca contra la puerta. Desde una silla, lámparas, almohadones, libros, la mesa, todo. Quería destruir. Necesitaba romper la casa como Caleb me había roto a mí al matar a mi hermano.

Su cara aparecía en mi cabeza todo el tiempo. Su inocencia, su voz, su risa... había roto cada promesa hecha hacia él. Le dije que lo cuidaría, no lo hice. Prometí que jamás lo dejaría, que él siempre estaría conmigo y que nada nos separaría. Jamás conté con la muerte de por medio. Nunca imaginé que mi vida acabaría tan joven.

Le había prometido tantas mentiras, tantas cosas que no podía cumplir. Le había fallado por completo a mi hermanito. Habían corrompido su alma y lo había matado por mí, por la maldita enfermedad mental de Caleb que lo hacía pensar que podía amarlo. Caleb era un maldito enfermo, hijo de una grandísima puta, asesino.

―¡AMIRA, TIENES QUE PARAR! ― Caleb entró corriendo a la habitación, seguido por alguien, no lo conocía.

No lo escuché, realmente. No le presté atención, no lo miré. Seguí agarrando cosas para tirarle a la puerta. Quería vaciar cada gota de energía de mi cuerpo para dejarme ir. Cuando no encontré más cosas, empecé a pegarle puñetazos a la pared. No sentía dolor. Yo necesitaba sentir dolor físico. Quería que algo fuera más fuerte que el dolor que estaba sintiendo en mis entrañas.

―¡Haz algo! ― Caleb gritó.

―necesitamos sedarla para que se tranquilice― ese alguien habló.

―¡Hazlo! ― sé que fue Caleb quien me sostuvo en ese momento, mientras alguien clavaba una aguja en mi cuello, dejando pasar un líquido espeso― tranquila, mi niña hermosa, no dejaré que nada te pase ― no supe bien si me hablaba a mi. Su voz era ya lejana y tampoco tenía mucho interés en escuchar cuando algo pasó por delante de mí. ¡Ian! Él estaba ahí. Me miró parado desde la pata final de cama, para girarse y empezar a caminar hacia la salida.

―Ian... ― lo llamé.

¿Por qué no se giraba a verme? No me respondía. Mis músculos empezaron a aflojarse contra el cuerpo de Caleb y aunque le di la orden de moverse, mis músculos no reaccionaron.

―Ian...

Ahora sí, él se giró.

―estoy en un buen lugar, Amira ―

No pude aguantar más, mis músculos colapsaron por completo contra el cuerpo del maldito loco.

―no te vayas― le dije a mi hermano. Él me sonrió.

―es tiempo de que me vaya, siempre te voy a cuidar― Ian se acercó y dejó un beso en mi frente. ¿Por qué los bordes de su cuerpo brillaban?

―no me dejes, Ian.

―¡Haz algo, joder! ― Caleb le gritó a ese alguien que me había inyectado― ella está hablando.

―tengo que hacerlo, Am― intenté estirar el brazo hacia mi hermano, pero cuando lo toqué, él se desvaneció en el aire como humo.

―acuéstala en la cama y quédate con ella mientras voy a buscar otras cosas que vamos a necesitar para cuando se despierte― dijo la voz desconocida.

Caleb me cargó como una novia hasta la cama y me acostó, con él al lado.

Necesitaba consuelo. Necesitaba a alguien que me dijera que todo estaría bien, que era una horrible pesadilla. Quería que alguien me sacudiera y me gritara 'despierta, sólo fue un mal sueño', pero nadie me sacudió, nadie me habló, nadie me despertó del 'mal sueño'.

―todo estará bien, amor, te lo prometo― Caleb me acarició la cara con los dedos fríos. Quise correr lejos, con Ian, hacia la muerte, pero ya no me movía.

Miré de nuevo al lugar donde había visto a mi hermano, pero no había nada, sólo el desastre que yo había ocasionado. Me quedé inconsciente viendo como la cabeza de mi hermano volví a rodar hacia mí. Intenté gritar, alejando eso de mí, pero mi cuerpo no funcionaba. Me había desconectado del mundo real, para entrar a una pesadilla peor.

Obsesión TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora