Jeremy

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—¡Ian, despierta!

Entré a la habitación de mi hermano. Me había quedado dormida y por ende, Ian no se había despertado tampoco.

—¿Qué quieres?

—escuela. Vamos, si no te levantas llegarás tarde.

—pero si es sábado.

Tuve que mirar mi teléfono para comprobar lo que Ian me decía y era cierto. Era sábado. Claramente se podía notar que mi cabeza estaba en cualquier lado menos en donde debía estar.

—Lo siento, sigue durmiendo— salí de la habitación de mi hermano y me metí a la mía.

No tenía mucho sueño así que dormir estaba descartado. Tal vez podía empezar a limpiar un poco la casa, que estaba bastante desastrosa después no haber estado ahí por varios días.

Hice eso. Mi casa quedó como las de revistas. Necesitaba ocupar mi cabeza en algo que no sea pensar en Caleb, por lo que limpiar me estaba sirviendo. Durante todo el sábado me dediqué a eso, también gran parte del domingo. Para las ocho de la noche de ese día, mi cuerpo gritaba porque soltara la escoba y me metiera a la cama.

—Amira, sé que no es de mi incumbencia, pero debes parar— Ian se cruzó de brazos frente a mí, en una postura ridícula para su edad— esto va a hacerte mal.

—Ya termino— aún me faltaba la cocina— en un minuto estoy.

Ian rodó los ojos, sin creerme. Tal vez no lo hacía porque era lo mismo que le había dicho ayer a la noche, hoy a la mañana y más temprano a la tarde, pero no dijo nada más. Se limitó a irse a su habitación y dejarme en la cocina.

Cuando llegó la noche, me tiré sobre la cama y deseé no despertarme durante días. Eso era lo que había estado buscando y finalmente había logrado cerrar los ojos por un buen rato.

Lunes.

Mis ojos se abrieron involuntariamente, sin orden previa de mi cerebro. Quería seguir durmiendo, pero parecía ser que mi cuerpo pedía otra cosa. Ian ya estaba listo para irse cuando logré sacar mi culo de la cama. Ya había desayunado y yo todavía estaba en pijama.

—me quedé dormida— le dije— lo siento.

—no pasa nada— le dio un mordisco a la tostada— ¿Iras a ver a Caleb?

—si, luego del trabajo.

—bien— él sacudió las migas de su ropa y se paró— ¿Puedes llevarme al colegio, por favor?

Me vestí rápidamente y lo llevé en el auto de Caleb hasta su colegio. Él se bajó y me saludó con la mano antes de entrar.

Mi día fue una mierda. Me costó mucho concentrarme en el trabajo y tenía que pedirle a los clientes que me repitieran las cosas, por lo que opté por pedir el cambio a la cocina, donde no tenías que hablar con más gente que con Benny.

Carolina aceptó y cambiamos puestos, hasta la tarde, cuando ella se cansó y fui a suplirla en la caja. Varios clientes pasaron sin problemas hasta que llegó un chico— que se me hacía conocido— y la fila se detuvo.

—¿Dime?

—dos hamburguesas, tres papas grandes y tu número de teléfono, por favor.

—no tenemos números de teléfonos en el menú, señor— le sonreí de manera burlona y marqué todo lo demás en la pantalla frente a mi— ¿Necesita algo más?

Repiqueteó sus dedos en la barra.

—tu número.

—¡Benny, tres papas grandes y dos hamburguesas!- le grité a mi compañero, sin sacar la vista del cliente— te he dicho ya el otro día que no podía salir con clientes.

Obsesión TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora