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Intenté hacerme el dormido durante todo el día, pero Mo se da cuenta de todo.

Habla tanto que no me deja escuchar las indicaciones que mamá me está diciendo, siento como si estuviera debajo del mar y a mi lado Mo estuviera hablándome.

Mamá acaba de irse, al cerrar la puerta, Mo me quitó el poder de mi cuerpo.

Ahora está (o estamos) rompiendo cosas en la cocina, no sé para qué, pero sí sé que mi madre se molestará demasiado.

Un pedazo de vidrio me lastima el brazo, no siento dolor pero sí veo la estrecha línea roja de sangre que se escurre de mi piel al suelo.

Mo toca el líquido rojo, como si jugara con él. Como antes había dicho; el monstruo es completamente distinto a mí, yo en su lugar no hubiera roto cosas en la cocina, y al ver que me corté hubiera ido corriendo a desinfectar la herida.

Desde estos últimos seis días aprendí algo de Mo: le gusta la sangre, y mucho.

De el monstruo que vive en mi cabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora