M

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Nunca creí que llegaría a este punto, Mo siempre me dió el empujón que necesitaba cuando estaba a punto de dar marcha atrás en alguno de nuestros planes. Pero ahora que no está, ahora que mi mente es un diluvio de ideas, no puedo permitirme rendirme. La misma ausencia de Mo me hace querer seguir con este plan, quizás muy en el fondo creo fervientemente que Mo aparecerá justo cuando esté dando comienzo a este horrible suceso.

Lo ideé yo, eso lo hace más escalofriante, siempre fue mi pequeño amigo el que ideaba todos mis planes, los pulía hasta la perfección. Temo que a mí se me escape un detalle, temo arruinarlo todo, pero más que nada, temo que Mo no vuelva nunca más.

Lo hago por él.

—Lo hago por él— digo ahora en voz alta.

Presiono el interruptor que se encuentra en mis nerviosas manos, escucho volar en pedazos a la escuela repleta de niños a mi derecha, inocentes de almas puras condenados por mi incertidumbre.

No satisfecho con eso, saco mi M82.

Pasadas unas horas, mientras estoy acostado en el tejado de uno de los edificios ubicados frente al desastre, me regocijo con el ruido de las sirenas policiales, las ambulancias, los gritos de los padres y los llantos de algunos niños heridos. Es tanto el caos que puedo jurar que hasta los perros gritan y las cámaras de televisión pasan la noticia que llegara a los televisores de todas las personas del mundo entero.

Hoy cumplí mi meta, hice algo que desató la alarma en toda la ciudad y quizás en el mundo. No hubo noticias de Mo, monstruo, Monz, como quieran llamarlo. Pero sí hubo una revolución en mi ser.

No soy Mo, nunca lo voy a ser, soy Mateo, y puedo crear el caos sin ayuda de nadie.

Le regalo una sonrisa totalmente auténtica a la luna, cuando la puerta que da al tejado se abre de un golpe. 

De el monstruo que vive en mi cabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora